La sensibilidad y el 'putter'
En plena pol¨¦mica por el alargamiento del campo, los favoritos intentan concentrarse en su juego corto
Las manos. La punta de los dedos. La sensibilidad. "?C¨®mo dec¨ªa Neruda?", se pregunta Mages Murugiah, el gur¨² de Vijay Singh, el fiyiano que gan¨® en 2000. "S¨ª, dec¨ªa aquello de que el cerebro, la cabeza, la imaginaci¨®n, s¨®lo se puede expresar a trav¨¦s de las manos. Las manos del artesano, el pintor, el escultor, el escritor, el jugador de golf...".
Mientras los monitores de la sala de prensa del Augusta National Golf Club repiten en bucle perpetuo la ¨²ltima ronda del Masters del 86, del domingo de hace 20 a?os, cuando Severiano Ballesteros descubri¨®, para su sorpresa, que no era Dios al lanzar al agua la bola en el hoyo 15; el domingo en que Jack Nicklaus, de 46 a?os entonces, gan¨® su sexta y ¨²ltima chaqueta verde, Murugiah rompe el discurso monotem¨¢tico. Entre vociferantes opiniones, entre tanta gente que habla de fuerza bruta, de potencia, de metros y m¨¢s metros, de un driver, de dos drivers -Phil Mickelson llevar¨¢ en su bolsa uno para cerrar la bola y otro para abrirla-, Murugiah usa su suave franc¨¦s, su sibilante acento argelino, para hablar de sensibilidad. "Lo que Neruda dice es que las manos s¨®lo traducen lo que est¨¢ en la cabeza", explica; "si la cabeza est¨¢ bien, si cada pieza est¨¢ en su sitio, todo lo que se intente ser¨¢ fluido, perfecto".
Garc¨ªa: "Por muy largo que se juegue, se fallar¨¢n 'greenes' y casi todo se resolver¨¢ en el 'putt"
Hablaba Murugiah, con otras palabras, con otra sensibilidad, de lo mismo que todos, de lo ¨²nico que preocupa a todos los jugadores que se creen con posibilidades de ganar este Masters, el primer grande del a?o. Hablaba del putt, del putter.
Jack Nicklaus, que no jugar¨¢, que ya no jugar¨¢ m¨¢s grandes, resum¨ªa la historia del golf en dos eras. Una, desde los or¨ªgenes hasta 1995; la otra, desde 1996 hasta nuestros d¨ªas. "Y", a?ad¨ªa El Oso Dorado, "ha habido m¨¢s cambio en los ¨²ltimos diez a?os que en los cien anteriores". Se refer¨ªa a los avances tecnol¨®gicos, a los nuevos palos, a las nuevas bolas.
"S¨ª", a?ade Sergio Garc¨ªa; "pero, al final, por muy largo que sea el campo, por muy largo que le den a la bola los nuevos drivers impulsados por las nuevas varillas de colores, por muy bien que le des, aun pegando buenas bolas, se van a fallar greenes y casi todo se resolver¨¢ en el approach y el putt". Garc¨ªa, que no se encuentra con el putt desde hace unos meses, que sufre la falta de qu¨ªmica con el palo m¨¢s fino, tambi¨¦n habla finalmente de las manos, de la nueva forma en que empu?a el putter, con la mano derecha baja. "Llevo cuatro semanas as¨ª y parece que funciona", avisa; "trabajo en ello y voy mejor cada d¨ªa, con m¨¢s confianza. Estos greenes ser¨¢n un buen examen, aunque me habr¨ªa gustado practicar un poco m¨¢s".
Sergio G¨®mez, el apoderado de Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal, tambi¨¦n termina hablando de sensibilidad, de golpes finos. Cuenta que, en febrero, se acerc¨® Butch Harmon, su profesor, a Olaz¨¢bal y le dijo que ya le pegaba muy largo, que hab¨ªa entrado en el club de los pegadores. "Ahora", le advirti¨®, "entrar¨¢s en el club de los que fallan el green con el hierro 9". Y as¨ª fue. "Pero, poco a poco", dice G¨®mez, "tambi¨¦n super¨® ese problema. De hecho, ahora, cuando le sigo, ni me fijo en lo que hace desde el tee. Estoy seguro de que la dejar¨¢ larga y en el centro de la calle. Tambi¨¦n s¨¦ que la dejar¨¢ bien en el green. Empiezo a sufrir cuando agarra el putter". "En efecto", corrobora el ¨²ltimo espa?ol que ha ganado el Masters; "con el putter voy a rachas. D¨ªas buenos y d¨ªas que...".
La sensibilidad de Miguel ?ngel Jim¨¦nez, despu¨¦s de pasar por sus manos, despu¨¦s de conducirle a golpes exquisitos, contin¨²a hasta la punta de sus pies, hasta la puntera de charol brillante de sus zapatos Nebuloni, hechos por encargo. Calzando esos zapatos, clavando sus fuertes puntas en la hierba, con un buen veguero entre los labios, se siente ¨²nico. Las preocupaciones son asuntos menores. "Tampoco estoy muy contento con c¨®mo estoy jugando", dice, "pero habr¨¢ que ir poco a poco".
La sensibilidad de Tiger Woods est¨¢ dividida. La cabeza del gran favorito, que gan¨® en 2005 y tres veces m¨¢s, de quien puede alcanzar su quinto Masters, est¨¢ a medias entre California y Georgia. En California, su padre agoniza. Earl, un boina verde que le dio el sobrenombre de Tiger en recuerdo de un compa?ero desaparecido en Vietnam, sufre c¨¢ncer de pr¨®stata. Y, mientras intenta sobrellevar el asunto, a su alrededor ha germinado la duda. Los comentaristas se preguntan si podr¨¢ concentrarse.
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