La muerte del topo
La figura del traidor es dif¨ªcilmente soportable para las organizaciones clandestinas. En diciembre pasado, Denis Donaldson, confes¨® p¨²blicamente que durante m¨¢s de 20 a?os fue un topo del espionaje brit¨¢nico en las m¨¢s altas instancias del IRA y del Sinn Fein. El martes muri¨® tiroteado en su remoto refugio de la Rep¨²blica de Irlanda. El IRA se ha apresurado a negar su participaci¨®n en el crimen y Gerry Adams lo ha condenado con cierto retorcimiento. Su asesinato se presenta como un nuevo escollo para que Londres y Dubl¨ªn restablezcan la autonom¨ªa limitada del Ulster, suspendida en 2004, posibilidad que deben abordar hoy mismo Blair y Ahern. Y vuelve a mostrar que no basta con anunciar el alto el fuego o el desarme para que la cultura de la violencia pol¨ªtica, que se ha ido asentando durante largos a?os, desaparezca del ambiente. Si alguna ense?anza hay que extraer de la experiencia irlandesa, ¨¦sta es una de las m¨¢s claras.
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