Y si no hay orgasmo, ?qu¨¦?
El var¨®n asume la obligaci¨®n de proporcionar placer, y la mujer, de tener orgasmos. La ansiedad por el rendimiento es la principal consecuencia de este tipo de relaciones sexuales. Una sociedad como la nuestra, 'genitalizada', debe retomar el amor, la pasi¨®n y la ternura en los juegos er¨®ticos.
"Hola, doctor, aqu¨ª le traigo a ¨¦ste, un in¨²til sexual". Era ella la que no ten¨ªa orgasmos, pero daba por supuesto que el in¨²til era su acompa?ante. Le ped¨ª una lista con las cosas que le gustaban de ¨¦l. Y la entreg¨® en blanco. Le dije que yo era sex¨®logo, pero no mago. Y que el presunto in¨²til tampoco se trataba de David Copperfield.
Este episodio real, ocurrido hace a?os en mi consulta, respond¨ªa a un esquema de relaci¨®n sexual en el que la sexualidad ha sido desmembrada y reducida a un hecho fundamentalmente genital, en el que el coito ocupa casi la totalidad de un escenario con el pene erecto como personaje principal. En las culturas con este esquema suelen coincidir planteamientos machistas, unidos a una moral sexual restrictiva. En la nuestra, desde hace medio siglo, el var¨®n asumi¨® la responsabilidad y la obligaci¨®n de proporcionar placer a la pareja. Algunas frases conocidas enfatizan este protagonismo masculino: "no hay mujer fr¨ªgida, sino hombre inexperto", "la mujer es una guitarra a la que hay que saber tocar?". Por si fuera poco, la guitarra ha de sonar bien. Es decir, la mujer debe responder en forma de orgasmos.
Todo esto supone la asunci¨®n de un esquema de relaciones sexuales genitalizado, falocr¨¢tico, productivista y gimn¨¢stico. Genitalizado, por centrarse en el coito y, por tanto, en los genitales. Falocr¨¢tico, porque si el pene no funciona, la relaci¨®n sexual fracasa; productivista, porque se exigen resultados; gimn¨¢stico, porque la comunicaci¨®n y el encuentro se sustituyen por un esfuerzo f¨ªsico y mental, encaminado a controlar de forma obsesiva la eyaculaci¨®n del hombre y a conseguir a toda costa el orgasmo de la mujer.
Este esquema, con matices en las relaciones homosexuales, tiene variaciones y muchas excepciones. Pero, en l¨ªneas generales, es el esquema m¨¢s frecuente. La ansiedad de rendimiento es la principal consecuencia de este modelo de relaci¨®n sexual con metas, ex¨¢menes y calificaciones. Disfunciones, miedos, frustraciones, orgasmos simulados, aburrimiento y conductas de evitaci¨®n son parte de los problemas que esta ansiedad puede provocar. Cansancio, dolores de cabeza, sue?o? Son excusas para no afrontar un encuentro que lo tiene todo menos sexualidad. Todo menos comunicaci¨®n. Romper este esquema de relaciones sexuales que provoca ansiedades es comprender que nuestras herencias son m¨¢s poderosas que nuestras represiones culturales. Y que en el fondo -aparte de la genitalidad- la necesidad de amor, de pasi¨®n y de ternura llenan en mayor o en menor proporci¨®n la mayor¨ªa de nuestros anhelos sexuales. Aunque est¨¦n hundidos en lo m¨¢s profundo del subconsciente, sobre todo para algunos hombres.
No se trata de promover ahora exclusiones extremas, como la "no penetraci¨®n" o aquella del eslogan de los Big Brothers en la obra 1984, de George Orwell: "nosotros aboliremos el orgasmo". La cuesti¨®n es eliminar de una vez por todas el sentido finalista de las relaciones sexuales y el orgasmo como obsesi¨®n. Ampliar el esquema de las mismas y, como propuso Herbert Marcuse en Eros y civilizaci¨®n, "reactivar todas las zonas er¨®genas y declinar la supremac¨ªa genital, convirtiendo el cuerpo, en su totalidad, en un instrumento de placer". Y para ampliar ese esquema podemos:
Poner m¨¢s coraz¨®n y sentimientos que obsesi¨®n por quedar bien. Olvidar el miedo esc¨¦nico: quien tenemos enfrente no es un espectador. Dejar de preocuparse por el control y abandonarse a las sensaciones. Sentir, m¨¢s que rendir. Comunicarse, m¨¢s all¨¢ del "?qu¨¦ tal?" del final, que en ocasiones va seguido de una mentira piadosa.
Llenar el escenario con protagonistas diferentes a los siempre: el coito, el pene erecto para el hombre y el orgasmo para la mujer. Dar juego a las manos, boca y piel, por un lado, y a multitud de sensaciones y de sentimientos, por otro. Caricias, besos y abrazos al mismo nivel de la penetraci¨®n. El coito como una caricia m¨¢s. Una pieza de la partitura, no la partitura.
Conceder la misma altura a la capacidad de recibir que a la de dar. Posibilitar el intercambio de papeles entre los miembros de la pareja. En ocasiones, ser una guitarra bien afinada, y en otras, imitar a Paco de Luc¨ªa. Escuchar el cuerpo del otro y a la vez escuchar el nuestro.
Diversificar los tiempos. Disfrutar de los cortos, cuando tocan, sin pretender nada m¨¢s. Igual que disfrutamos de los medianos y de los largos. Gozar con las tapas o la comida r¨¢pida igual que con una cena sofisticada con velas y larga sobremesa. Desde unas caricias que no impliquen otra cosa hasta una larga velada de amor. En ocasiones, jugar mucho sin demostrar nada; en otras, demostrar todo tipo de habilidades amatorias. En definitiva, salir del cors¨¦ si es que nos ahoga, nos cansa, nos aburre o nos produce ansiedad. Y si nos va bien, no complicarnos la vida con orgasmos c¨®smicos.
Manuel Lucas Matheu es m¨¦dico y presidente de la Sociedad Espa?ola de Intervenci¨®n en Sexolog¨ªa. www.seisex.com.
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