?D¨ªas de recogimiento?
Viene la Semana Santa y los cristianos nos preguntamos qu¨¦ actitud se espera de la minor¨ªa cat¨®lica practicante en estos d¨ªas. ?Qu¨¦ hacer: turismo, indiferencia o recogimiento religioso? Y especialmente se lo cuestionan los pocos j¨®venes que siguen siendo cristianos convencidos y practicantes.
Precisamente en estos d¨ªas la Fundaci¨®n Santa Mar¨ªa acaba de publicar el profundo estudio sociol¨®gico J¨®venes espa?oles 2005, y en ¨¦l queda claro el descenso religioso de los j¨®venes, que cada vez se interesan menos por las cosas de la Iglesia, ya que la instituci¨®n que les merece menos consideraci¨®n es, precisamente, la propia Iglesia.
Y si pasamos al promedio de los espa?oles encontramos una desconfianza creciente respecto a ella, y una pr¨¢ctica menor que hace unos a?os, aumentando la indiferencia y a veces el resentimiento que detecto en los coloquios de conferencias religiosas a diversidad de participantes.
El aburrimiento campa por los catecismos, olvidando el alegre sentido del cristianismo
Yo recuerdo la importancia que en tiempo de la monarqu¨ªa, lo mismo que en la Segunda Rep¨²blica y durante el franquismo, se daba a la Semana Santa en las familias espa?olas.
La costumbre era ir las mujeres, con mantilla de altos tiros y elegantes trajes negros, a visitar y rezar las famosas estaciones en diversas iglesias. Cosa que casi ha desaparecido.
Es verdadera la frase del presidente de la Rep¨²blica, don Manuel Aza?a, que dijo en las Cortes Constituyentes de 1931: "Espa?a ha dejado de ser cat¨®lica". Estas palabras se interpretaron como un ataque a nuestra religi¨®n, cuando se refer¨ªa a la calidad del catolicismo moderno comparado con el de nuestro Siglo de Oro, que impregnaba con profundidad y altura la literatura, lo mismo que el pensamiento religioso de santa Teresa de Jes¨²s y san Juan de la Cruz. Ahora cada vez es menor la cantidad de cat¨®licos mod¨¦licos como aquellos.
Hoy, dec¨ªa hace unos a?os el arzobispo de Toledo don Marcelo Gonz¨¢lez, lo que hay son "cat¨®licos de costumbre". ?Pero existen hoy convicciones religiosas profundas entre nosotros?
Para la mayor¨ªa de nuestros habitantes estos d¨ªas pasar¨¢n sin pena ni gloria. Ser¨¢n d¨ªas de turismo o de descanso nada m¨¢s. S¨®lo unos pocos asistiremos a los Oficios religiosos que conservan el recuerdo del comienzo del cristianismo con la muerte y resurrecci¨®n de Jes¨²s. Ser¨¢n recuerdos tristes de nuestra liturgia, pues hemos perdido la buena noticia de la Resurrecci¨®n, a diferencia de lo que pasaba hace a?os en la Rusia Ortodoxa, donde la gente daba m¨¢s importancia a la Resurrecci¨®n que a la muerte de Jes¨²s, y se saludaba por las calles, gozosa, tras el Viernes Santo: "?Jes¨²s ha resucitado!". El ateo Nietzsche se quejaba del aspecto l¨®brego de algunos cristianos, que no parece que sean los redimidos por Cristo, porque no se les ve alegres, porque parece que no creen en la Redenci¨®n, sino en un falso dolorismo, ausente en los primeros siglos cristianos, seguidores de un Cristo alegre que sab¨ªa apreciar las cosas buenas de la vida, ya que como buen jud¨ªo recordaba la frase del Talmud en el Kiddashin: "Tendremos que dar cuenta en el M¨¢s All¨¢ de todos los placeres leg¨ªtimos que no hayamos querido disfrutar".
Se pregunta uno qu¨¦ queda hoy de la profunda impronta que el cristianismo ha tenido en el arte, la literatura y el pensamiento. Muchos que viven en los pa¨ªses cristianos ya no saben lo que es el mensaje de Jes¨²s, porque s¨®lo han conocido la ense?anza religiosa del Catecismo, pero no el atractivo de lo que dijo Jes¨²s y que se recuerda en los Evangelios.
Yo incluso repito muchas veces que los Catecismos son unos trataditos de mala teolog¨ªa. Y por eso: ?qu¨¦ aburridos son! Y puedo decirlo porque tengo una colecci¨®n de mil quinientos catecismos de todas las culturas, y, salvo contadas excepciones, el aburrimiento campa por sus p¨¢ginas, olvidando el alegre sentido del cristianismo.
Yo propongo llenar ese recogimiento con el recuerdo de hechos no directamente religiosos, sino sociales que nos deben afectar a todos, creyentes o no creyentes. Ser¨ªan estos d¨ªas una ocasi¨®n propicia para tomar conciencia de lo que pasa en el mundo, lo mismo lejano que alrededor nuestro, con el fin de hacer algo por mejorar el mundo.
?Qu¨¦ hemos hecho o dejado de hacer los pa¨ªses occidentales para que exista tanta violencia e injusticia en el mundo? Basta echar una mirada hacia Irak y Afganist¨¢n, con sus muertes diarias, o las luchas que no acaban en los pa¨ªses latinoamericanos con las guerrillas o los dictadores que s¨®lo piensan en ellos. Y la pobreza africana, de la que son v¨ªctimas millones de personas, y que impulsan a algunas de ellas a lanzarse con peligro de sus vidas hacia los pa¨ªses ricos que ayer explotaron esos lugares y ahora los han dejado en manos de dirigentes corruptos.
Y nada digamos de las violencias surgidas en nuestros pa¨ªses desarrollados, como vemos en la juventud francesa; o los enfrentamientos pol¨ªticos en Europa y en Espa?a, ya que los diferentes partidos no saben m¨¢s que insultarse sin debatir alternativas aptas para mejorar nuestra sociedad.
Y nada digamos de la emigraci¨®n. No se encuentran soluciones viables para los que huyen de sus pobres pa¨ªses, en busca de mejorar su empobrecida situaci¨®n, arriesg¨¢ndose a morir en las pateras que buscan llegar a mejor puerto. Se encuentran con la muerte en el mar o con las trabas burocr¨¢ticas que les impiden tener una situaci¨®n legal.
De la lectura de las estad¨ªsticas antes citadas tenemos que concluir que hay que conocer mejor a nuestra juventud, que no sabe acertar con el camino de un futuro razonable.
Que sea esa la meditaci¨®n pr¨¢ctica de estos d¨ªas de recogimiento. No algo proveniente de una religi¨®n salida de la realidad, sino de una postura, religiosa o no religiosa, de solidaridad con los males evitables de nuestro entorno.
Enrique Miret Magdalena es te¨®logo seglar. Su ¨²ltimo libro es ?D¨®nde est¨¢ Dios?: la religi¨®n en el siglo XXI (Espasa-Calpe).
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