De te¨®logos y et¨®logos
El reciente alto el fuego de ETA ha disparado las especulaciones y, con ello, ha provocado la multiplicaci¨®n alarmante de un fen¨®meno que, no por esperado, resulta por ello menos rid¨ªculo y peligroso a la vez. Me refiero a la aparici¨®n de toda una fauna de analistas, expertos, enteradillos y dem¨¢s ralea que, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, tratan de endosarnos con tanto lujo de detalles como ausencia de conocimientos las razones ¨²ltimas y definitivas de la decisi¨®n de ETA, explicarnos los arcanos del proceso negociador, aconsejar a los negociadores sobre c¨®mo deben actuar, e incluso, en un alarde de ciencia ficci¨®n, hasta se permiten el lujo de anticipar con todo detalle c¨®mo acabar¨¢ todo este asunto. Con gesto severo y un cierto h¨¢lito de misterio, como corresponde a la importancia del momento, se apresuran a explicar ante cualquier c¨¢mara, micr¨®fono o folio en blanco que se les ponga a tiro, todo un c¨²mulo de teor¨ªas que tienen como elemento com¨²n el m¨¢s absoluto desconocimiento de lo que se est¨¢ fraguando en la realidad.
Espa?a ha sido, tradicionalmente, un pa¨ªs pr¨®digo en te¨®logos. Gracias a ello podemos enorgullecernos de haber aportado una de las contribuciones m¨¢s originales y decisivas para el desarrollo de la humanidad en la era moderna, como fue la Inquisici¨®n. Pues bien, ese pa¨ªs de te¨®logos comienza a derivar, como consecuencia de los tiempos modernos, en un pa¨ªs de et¨®logos. A nada que uno le d¨¦ una patada a una piedra le salen autom¨¢ticamente una docena de et¨®logos capaces de desmenuzarnos hasta la saciedad las ¨²ltimas novedades y secretos de ETA y su mundo.
Como ya he se?alado, la fauna de los et¨®logos se vale de cualquier medio de expresi¨®n para explicar sus peregrinas teor¨ªas, pero donde reina realmente con todo su esplendor es en las tertulias radiof¨®nicas y televisivas. La tertulia es, en s¨ª, un gran invento, un excelente medio de socializaci¨®n que nos permite a los amigos pasar un buen rato y expresar nuestras ideas, en plena libertad, por muy peregrinas que resulten las mismas. Pero en los ¨²ltimos a?os, la idea de la tertulia se ha prostituido y degenerado entre nosotros hasta l¨ªmites insoportables. Actualmente, las tertulias se han convertido en una especie de plaga b¨ªblica en la que, a todas horas del d¨ªa, unos se?ores se permiten el lujo de opinar, convencer e, incluso solucionar, urbi et orbi, problemas que van desde la fusi¨®n de los neutrones al conflicto palestino-israel¨ª, pasando por la pintura impresionista del siglo XIX, o las ¨²ltimas tendencias de la moda de lencer¨ªa femenina, todo ello en un periquete, sin soluci¨®n de continuidad, y sin que se les mueva un m¨²sculo de la cara. A este paso, la tertulia se va a convertir en la nueva gran aportaci¨®n espa?ola a la civilizaci¨®n humana, alternativa a la ya agotada Inquisici¨®n, lo que nos permitir¨¢ garantizar nuestra originalidad en la Historia por otros dos o tres siglos m¨¢s. En mi universidad se ley¨® hace unos a?os una tesis doctoral que analizaba el fen¨®meno de las tertulias y la conclusi¨®n a la que lleg¨® su autor fue tan elemental como lapidaria: no aportan absolutamente nada ni a la historia del periodismo ni, por supuesto, a la comprensi¨®n de los fen¨®menos sociales de nuestro tiempo. Bien al contrario, muchas de ellas no s¨®lo no aportan nada, sino que resultan claramente perjudiciales para la adecuada convivencia social y, sobre todo, para nuestra sufrida salud mental.
Pero volviendo a los et¨®logos, debo se?alar que, a lo largo de mi ya dilatada vida acad¨¦mica e investigadora, he tenido la oportunidad de publicar diversos libros sobre el problema vasco en general y ETA en particular. Podr¨ªa decirse, por lo tanto, que soy, a priori, un candidato perfecto para convertirme en un et¨®logo de libro. Pues bien, dejemos las cosas claras. Ante los ¨²ltimos acontecimientos he procurado, en primer lugar, eludir la llamada de diversos medios de comunicaci¨®n que se han dirigido a m¨ª estos ¨²ltimos d¨ªas con el objeto de recabar mis impresiones sobre el alto el fuego. Y en aquellos contados casos en los que no he podido eludir tal responsabilidad, he tenido el buen cuidado de se?alarles que no tengo ni la menor idea de las circunstancias que han dado lugar a su declaraci¨®n, desconozco totalmente las interioridades del asunto, carezco de la m¨¢s m¨ªnima informaci¨®n fidedigna sobre lo que se est¨¢ fraguando y, por supuesto, me siento absolutamente incapaz de formular cara al futuro un diagn¨®stico m¨ªnimamente serio. Por ello, todo cuanto pueda manifestar en tal sentido tiene el car¨¢cter de mera aproximaci¨®n o intuici¨®n, fundamentada en mis conocimientos sobre el tema pero carente de base o dato real alguno. Lo ¨²nico que puedo asegurar, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, es mi alegr¨ªa, compartida con tantos y tantos ciudadanos porque, por fin, parece que puede vislumbrarse una luz, siquiera tenue, en este tenebroso y largo t¨²nel.
Considero que la discreci¨®n, incluso el secretismo, con el que se han llevado las actuaciones que han culminado, por ahora, con la declaraci¨®n del alto el fuego, constituyen uno de los mayores aciertos por parte de los protagonistas del proceso. Es de esperar que sigan en la misma l¨ªnea en el futuro. Los et¨®logos est¨¢n hoy tan de sobra como lo estaban hace unos cuantos siglos los te¨®logos. Y no digamos nada de aquellos casos -que tambi¨¦n los hay- de te¨®logos reconvertidos en et¨®logos. Hay que huir de ellos como de la peste.
Gurutz J¨¢uregui es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad del Pa¨ªs Vasco y coautor, entre otros libros, de Historia de ETA (Temas de Hoy)
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