La v¨ªa secreta a la guerra
Cada semana aumenta el n¨²mero de 'incr¨¦dulos' sobre Irak
Es dif¨ªcil no pensar en la novela Lo que queda del d¨ªa, de Kazuo Ishiguro, al leer a Mark Danner hablando sobre lo que se conocer¨¢ para siempre como el Memor¨¢ndum de Downing Street. Ishiguro cuenta la historia de un mayordomo que, en la Inglaterra de la II Guerra Mundial, teje, fragmento a fragmento, la historia de la colaboraci¨®n de su se?or con los alemanes. Del mismo modo, Danner, que se encuentra a cierta distancia de algunas conversaciones trascendentales mantenidas en voz baja por la clase dirigente brit¨¢nica, desenmara?a el significado de pruebas a su disposici¨®n hasta que obtenemos una panor¨¢mica amplia, clara y condenatoria de una conspiraci¨®n para llevar a Inglaterra y Estados Unidos a una guerra contra Irak basada en premisas falsas. Pero la analog¨ªa se acaba ah¨ª. A diferencia del narrador tr¨¢gicamente limitado de Ishiguro, Danner comprende las implicaciones de la historia y presenta la cr¨®nica del "camino secreto hacia la guerra" con una agudeza devastadora.
Danner fue de los primeros en separar la realidad de las fantas¨ªas que el Gobierno de EE UU y su maquinaria propagand¨ªstica nos quer¨ªan hacer creer
El Memor¨¢ndum de Downing Street, publicado por primera vez por The Sunday Times de Londres el 1 de mayo de 2005, contiene los minutos secretos de una reuni¨®n que el primer ministro, Tony Blair, mantuvo con la jerarqu¨ªa de seguridad nacional y pol¨ªtica exterior de su Gobierno en julio de 2002. C, el jefe del espionaje brit¨¢nico, informa sobre los hallazgos realizados en una visita reciente a Washington. A pesar de las afirmaciones p¨²blicas de que s¨®lo ir¨ªa a la guerra en Irak como "¨²ltimo recurso", seg¨²n C, la Administraci¨®n de Bush hab¨ªa decidido meses antes librar la batalla independientemente de lo que ocurriera. Lo ¨²nico que faltaba era una forma de venderla y, para hacerlo, Washington se hab¨ªa embarcado en una campa?a para asegurarse de que "la informaci¨®n y los datos" fueran "ama?ados para encajar en su pol¨ªtica". Toda esa informaci¨®n y esos datos ata?¨ªan a las armas de destrucci¨®n masiva de Sadam Husein, el ostensible casus belli del conflicto, que ahora sabemos que no exist¨ªan.
De ah¨ª parte casi todo el resto de la s¨®rdida historia sobre el camino hacia la guerra: la negativa a permitir que los inspectores de armas de la ONU finalizaran su trabajo en Irak, como deseaban Hans Blix y todos los aliados de Estados Unidos, excepto Inglaterra; las actividades del denominado Grupo de Irak de la Casa Blanca para divulgar informaci¨®n cuidadosamente seleccionada (y err¨®nea), que fue producida por la camarilla Cheney-Rumsfeld; la supuesta "informaci¨®n secreta" sobre las armas de destrucci¨®n masiva presentada al Consejo de Seguridad de la ONU por Powell; el desfile de lo que Danner define como unas "revelaciones cada vez m¨¢s espeluznantes" por parte de la Administraci¨®n de Bush a la prensa sobre las armas de Sadam en el periodo previo a la guerra, y el caso de la filtraci¨®n sobre Valerie Plame Wilson, que puso de manifiesto lo ansiosa que estaba la Casa Blanca por castigar a cualquiera que pudiera destapar sus manejos.
Mir¨¢ndolo retrospectivamente, gran parte de este subterfugio se ocultaba a la vista de todos. Sin embargo, la prensa estadounidense que, para empezar, hab¨ªa sido excesivamente cr¨¦dula al informar sobre las "pruebas" del programa de armas de Sadam, no se mostr¨® especialmente ansiosa por corregir todo lo que hab¨ªa dicho cuando se descubrieron las ficciones despu¨¦s de la invasi¨®n.
Postura defensiva
Al igual que la opini¨®n p¨²blica, que se amarg¨® con la guerra en el periodo posterior a la invasi¨®n, buena parte de los medios informativos estadounidenses anhelaban pasar p¨¢gina. Cuando el Memor¨¢ndum de Downing Street sali¨® por primera vez a la luz en la prensa brit¨¢nica, ning¨²n medio importante del periodismo estadounidense se apresur¨® a publicar el texto en su totalidad y ni siquiera a deliberar demasiado sobre su contenido. Hasta los sectores m¨¢s incisivos de la denominada prensa liberal estadounidense adoptaron una postura distante y defensiva.
El n¨²mero de estadounidenses que creen que el presidente y su Administraci¨®n "enga?aron intencionadamente a la opini¨®n p¨²blica estadounidense antes de la guerra" ha ido aumentando cada semana desde que se revel¨® el Memor¨¢ndum. Desde entonces la prensa se ha puesto al d¨ªa, y est¨¢ completando tard¨ªamente los cap¨ªtulos que puede de esta artera narrativa. Pero, como tambi¨¦n ocurriera con sus primeros comentarios para The New York Review sobre los documentos que delinearon la senda de Estados Unidos hacia la pr¨¢ctica de la tortura en Abu Ghraib y otros lugares, Mark Danner fue de los primeros en separar la realidad de las fantas¨ªas de Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas que el Gobierno estadounidense y su bien engrasada maquinaria propagand¨ªstica nos quer¨ªan hacer creer. Y ning¨²n otro escritor lo ha hecho con su precisi¨®n y agudeza.
Frank Rich es columnista de The New York Times.
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