El m¨¦dico paciente
Desde el Foro Espa?ol de Pacientes, que preside, lucha por conseguir una medicina m¨¢s atenta, m¨¢s afectiva, m¨¢s humanizada. Como m¨¦dico e hijo de m¨¦dico de pueblo, y como enfermo de c¨¢ncer, Albert Jovell habla con una extraordinaria sensatez, que a veces produce estremecimiento.
Un momento antes, m¨¢s all¨¢ de Barcelona se divisaba un mar de color platino, iluminado por tenues cortinas de sol; pero al salir del t¨²nel de Vallvidrera por su boca norte, lo que emerge es un paisaje de interior, de textura frondosa y horizontes toscanos. Hoy el cielo est¨¢ encapotado: la primavera se resiste. Una lluvia fina ha dejado las calles desiertas y hace fr¨ªo, de modo que cuando Albert Jovell abre la puerta de su casa en Sant Cugat, un d¨²plex de arquitectura moderna y grandes ventanales al jard¨ªn, se agradece el calor. Es un lugar acogedor, con trazos de vida cotidiana intensa: una agradable madriguera. "Perdona el desorden, pero mis hijos tienden a ocuparlo todo", se disculpa. El mayor tiene siete a?os, y el peque?o, cuatro. Hay fotos por todas partes. Su mujer, Mar¨ªa, est¨¢ igual, y los ni?os han crecido, pero es Jovell el que m¨¢s ha cambiado. Su expresi¨®n es m¨¢s grave. Vestido con pantal¨®n y jersey de color negro, destaca sobre todo su cabeza rapada. En realidad, ya no est¨¢ tan calva: una incipiente pelusilla blanca cubre todo el cuero cabelludo, preludio de lo que, en todo caso, ya no ser¨¢ una cabellera negra como la que aparece en las fotograf¨ªas. Con el c¨¢ncer ocurre con frecuencia que si el cabello que cae es negro y liso, el que sale puede ser blanco y encrespado. Misterios de la quimioterapia.
"Los pacientes queremos que nos cuiden. Yo ya acepto que no me curen, pero me costar¨ªa aceptar que no me van a cuidar"
"He aceptado mi muerte; mi muerte joven, quiero decir. Pero no hay hipocondr¨ªa y tampoco tengo miedo"
Hoy ha decidido trabajar en casa, preparando la conferencia que dar¨¢ en Girona. Albert Jovell (Barcelona, 1962) es uno de los ponentes m¨¢s solicitados en congresos y simposios sobre salud, porque, adem¨¢s de una s¨®lida formaci¨®n te¨®rica, que incluye las carreras de medicina y sociolog¨ªa y un doctorado en salud p¨²blica en la Universidad de Harvard, desde 2001 re¨²ne las dos caras de un binomio que con frecuencia aparecen enfrentadas: la de m¨¦dico y paciente. Desde ambas facetas ha diseccionado la medicina con aguda y penetrante mirada, como puede constatarse en sus trabajos de investigaci¨®n y en sus m¨¢s de cien art¨ªculos en revistas especializadas, todos con un mismo hilo conductor: la humanizaci¨®n de la medicina. Desde 1999 dirige la Fundaci¨®n Biblioteca Josep Laporte, creada para facilitar conocimientos de salud. Desde ella ha impulsado la Declaraci¨®n de Barcelona de los derechos de los pacientes; el Foro Espa?ol de Pacientes, que tambi¨¦n preside, y la Universidad de los Pacientes: tres iniciativas destinadas a vertebrar un mundo por definici¨®n atomizado al que Jovell ha dado la cohesi¨®n y el empuje de los que carec¨ªa. Lo ha hecho con gran derroche de energ¨ªa y, desde hace cuatro a?os, tambi¨¦n con cierta prisa, porque para Jovell el tiempo ha cobrado de repente una nueva dimensi¨®n, la de quien valora cada instante porque no sabe si ma?ana ver¨¢ la puesta del Sol.
El Foro de Pacientes es una especie de hijo suyo que se ha convertido en gigante. ?C¨®mo surgi¨® la iniciativa?
Los enfermos tienen un nivel educativo cada vez m¨¢s alto, quieren tomar sus propias decisiones, y para eso necesitan buena informaci¨®n. Con Internet disponen de una gran cantidad de informaci¨®n, pero poco digerible. Hab¨ªa que filtrarla y organizar la forma de facilitarla. La creaci¨®n del foro no fue tanto idea m¨ªa como de las propias asociaciones de enfermos, que ya hab¨ªan participado en la Declaraci¨®n de Barcelona sobre los derechos de los pacientes. Lo creamos siguiendo el modelo del Foro Europeo, y ahora integramos a 12 grandes organizaciones de enfermos, con 617 asociaciones activas y 259.000 pacientes o familiares afiliados. Somos una plataforma de defensa de derechos de los pacientes, y nos gusta decir que nos situamos en un espacio de convergencia entre administraciones, asociaciones, empresas, sociedades cient¨ªficas y ciudadan¨ªa.
Dos a?os despu¨¦s de hacerse cargo de la Biblioteca Josep Laporte le diagnosticaron un tumor de timo. ?Influy¨® en la orientaci¨®n posterior del Foro?
S¨ª, aceler¨® el proceso. Nosotros hab¨ªamos dise?ado una estrategia m¨¢s bien reactiva que consist¨ªa en plantear la perspectiva de los pacientes y observar c¨®mo reaccionaba el sistema para ir avanzando poco a poco. Pero pronto comprobamos que hab¨ªa una gran receptividad, que nos encargaban estudios y nos reclamaban para congresos y conferencias. En ese contexto, el hecho de que apareciera una amenaza directa sobre mi vida contribuy¨® a acelerar una din¨¢mica que de otro modo tal vez hubiera sido m¨¢s pausada.
Usted dirigi¨® un amplio estudio del que se desprende que los pacientes de c¨¢ncer en Espa?a se sienten estigmatizados, que el diagn¨®stico les pesa como una losa. ?Por qu¨¦ cree que es as¨ª?
Porque hay un proceso de estigmatizaci¨®n externa que hace que a veces se mire al enfermo como a un desahuciado, y tambi¨¦n de autoestigmatizaci¨®n. A diferencia de otras enfermedades, muchos de los pacientes de c¨¢ncer, cuando reciben el diagn¨®stico, abandonan. Abandonan la vida no en el sentido de que se entreguen a la muerte, sino que dejan de vivir la vida que viv¨ªan. El impacto es tan fuerte que se produce una ruptura vital. La enfermedad te domina, y la sociedad, de alguna forma, te invita a abandonar cuando te aconseja que cojas la baja y te quedes en casa; cuando, con la mejor intenci¨®n, te dice: tienes c¨¢ncer, ahora debes pensar en ti; haz lo que te plazca. Es una forma de decir: como vas morir, cumple tus deseos.
Y entonces dejas de ser Albert Jovell para ser, como dec¨ªa Susan Sontag, "la enfermedad".
En nuestro estudio explic¨¢bamos que el paciente de c¨¢ncer sufre un proceso de despersonalizaci¨®n. Pasa a ser un yo-c¨¢ncer. Yo he luchado contra estas fuerzas que te empujan a recluirte. Yo he dicho: me encuentro bien, voy a trabajar. Quedarme en casa es una opci¨®n que yo agradezco, y que en un momento dado puedo necesitar; pero mientras pueda he de seguir haciendo de padre, de esposo, de amigo?, y he de seguir con mi tarea profesional. ?Claro que el enfermo de c¨¢ncer tiene derecho a quedarse en casa! Pero tambi¨¦n tiene derecho a?, como lo dir¨ªa, a?
A decirle al mundo que va a luchar.
Exactamente. Recuerdo que cuando iba a iniciar la quimioterapia hablaba con un amigo de c¨®mo iba a repercutir sobre mi imagen el perder el pelo, de c¨®mo lo iba a llevar. Tengo el cuerpo lleno de cicatrices por las operaciones, pero no se ven. En cambio, la ca¨ªda del cabello es como llevar un letrero: "Enfermo de c¨¢ncer". Mi amigo me dijo algo que me ayud¨® mucho: has de plantearte que el letrero que llevas es el del orgullo de luchar contra el c¨¢ncer.
Es sorprendente c¨®mo perdura el estereotipo negativo, cuando ahora mismo se curan m¨¢s enfermos de los que se mueren. ?Por qu¨¦ cree que ocurre?
Por muchos motivos, entre otros porque seguimos utilizando un lenguaje estigmatizador. Del terrorismo decimos que es el c¨¢ncer de la sociedad, no decimos que es el infarto o el ictus de la sociedad. Ese lenguaje implica un poso cultural que acaban interiorizando los propios enfermos. Naturalmente, tambi¨¦n influye que todos hemos tenido un precedente en la familia que ha terminado mal.
El hecho de que sea m¨¦dico y paciente al mismo tiempo, ?es una ventaja o una desventaja?, ?c¨®mo afecta a su relaci¨®n con sus m¨¦dicos?
El elemento crucial de esa relaci¨®n es la confianza. Si no conf¨ªas en tu m¨¦dico tienes un problema. Y tan importante como que tengas confianza es que ¨¦l lo sepa. Yo se lo recuerdo a menudo a los m¨ªos. Yo me he implicado mucho siempre, aunque al principio no me fue bien porque el m¨ªo era un caso muy raro, hab¨ªa mucha incertidumbre, y eso dificult¨® la comunicaci¨®n. Busqu¨¦ segundas opiniones en el extranjero y fue terrible, porque no coincid¨ªan y adem¨¢s todos advert¨ªan de que no ten¨ªan experiencia. Pero conforme han ido apareciendo m¨¢s tumores me he reafirmado en la idea de que ten¨ªa que ser parte de mi equipo m¨¦dico por dos razones: porque quiero dejar el mensaje a mis hijos de que he hecho todo lo posible y porque quiero reforzar a mis m¨¦dicos en las decisiones que toman.
En su caso pueden hablar de igual a igual. Pero muchos pacientes llegan a la consulta con mucha informaci¨®n, pero a veces err¨®nea, lo que coloca al m¨¦dico en una doble tesitura: convencerles de que est¨¢n equivocados y ganarse su confianza.
El problema es que no tiene tiempo para hacerlo. Por eso ahora acabamos de crear la Universidad de los Pacientes, siguiendo el Patient Expert Program brit¨¢nico, con la que nos proponemos formar a los enfermos y a sus cuidadores para que puedan cribar mejor la informaci¨®n y ense?arles a preparar la visita m¨¦dica; por ejemplo, haciendo una lista de las cosas que quieren preguntar. Muchos pacientes tienen grandes dudas sobre su proceso, y cuando llegan a la consulta del m¨¦dico se bloquean y no preguntan lo que quieren saber.
Usted plantea en muchos art¨ªculos que el imperativo tecnol¨®gico est¨¢ deshumanizando la medicina. ?Qu¨¦ le llev¨® a esta reflexi¨®n?
Mi padre. Su ejemplo como m¨¦dico y tambi¨¦n la forma en que muri¨®. Padeci¨® varios tumores y tuvo un final muy triste desde el punto de vista m¨¦dico. ?l ten¨ªa un concepto muy social de la medicina. Ven¨ªa de un pueblo de L¨¦rida, de origen humilde, y no ten¨ªa grandes ambiciones materiales, de modo que se fue a ejercer en uno de esos barrios obreros de aluvi¨®n a los que llegaban emigrantes por miles. Un barrio de Sabadell. Era m¨¦dico de la Seguridad Social, pero en aquella ¨¦poca no hab¨ªa servicio de urgencias ni guardias, de modo que mucha gente pagaba una peque?a iguala al m¨¦dico. A veces le pagaban en especie y a veces no le pagaban. ?l acud¨ªa a cualquier hora que le llamaran, fuera s¨¢bado o fuera domingo; muchas veces mi hermana y yo le acompa?¨¢bamos. Se podr¨ªa decir que crecimos en un consultorio, viendo un tipo de medicina pobre en tecnolog¨ªa, pero rica en valores humanos, que luego no encontr¨¦ ni en la facultad ni en el hospital. Cuando una persona se ha entregado tanto a sus pacientes es triste que al final no reciba lo mismo que ¨¦l ha dado.
?Qu¨¦ ocurri¨®?
Supongo que el hecho de que el enfermo sea m¨¦dico y que sus hijos tambi¨¦n lo sean provoca una cierta prevenci¨®n. ?l realmente no planteaba problemas; de hecho, m¨¢s bien tir¨® la toalla, y fui yo quien tuvo que negociar muchos aspectos de los tratamientos. Pero cuidando de mi padre observ¨¦ muchas carencias; por ejemplo, que en la planta en que estaba ingresado hab¨ªa 28 camas y s¨®lo dos personas de guardia por la noche. Una vez me llam¨® mi padre para decirme que le estaban poniendo quimioterapia cuando ya hab¨ªa dicho que no quer¨ªa ning¨²n tratamiento m¨¢s. Si un paciente bien informado toma esa decisi¨®n, los m¨¦dicos han de respetarla, ?no? En la fase final, aunque encontramos quien nos ayud¨®, ech¨¦ en falta que alg¨²n compa?ero de profesi¨®n se sentara a su lado, porque mi padre era una persona muy reservada. A eso me refiero cuando hablo de falta de humanidad.
Por eso defiende la "medicina basada en la afectividad", t¨¦rmino que ha hecho mucha fortuna.
Tenemos un sistema de valoraci¨®n de los profesionales que incide mucho en los aspectos cient¨ªficos, dando por hecho que la asistencia se presta bien, pero no siempre es as¨ª. Si nadie se encarga de valorar los aspectos asistenciales significa que para el sistema no tienen valor, y la prueba es que no hay indicadores hechos por pacientes sobre calidad asistencial. Al final, lo que los pacientes queremos es que nos cuiden. Yo ya acepto que no me van a curar, pero me costar¨ªa aceptar que no me van a cuidar. Hay estudios que demuestran que recibir buenos cuidados aumenta no s¨®lo la calidad de vida, sino tambi¨¦n la supervivencia de los enfermos de c¨¢ncer.
En la deshumanizaci¨®n de la medicina ?no influye tambi¨¦n la organizaci¨®n?
La organizaci¨®n sanitaria sigue un modelo industrial en el que se prima la productividad y la cantidad por encima de la calidad; al que se llega mayoritariamente por urgencias, y que consiste en llenar agendas y salas de espera. Si nos preguntaran a los pacientes, ciertamente no elegir¨ªamos este modelo, sino otro en el que los m¨¦dicos tuvieran m¨¢s tiempo para la consulta, para estar al d¨ªa y para investigar. Ahora cada vez es m¨¢s dif¨ªcil que al paciente cr¨®nico le atienda siempre el mismo m¨¦dico, y no est¨¢ garantizada la continuidad asistencial entre diferentes niveles. Por eso una de nuestras peticiones es tener un m¨¦dico responsable, una especie de tutor que se responsabilice de la historia cl¨ªnica y ayude al paciente a tomar las decisiones.
Pero parece que los m¨¦dicos cada vez controlan menos la organizaci¨®n asistencial.
Hemos hecho un informe sobre la profesi¨®n m¨¦dica para la Fundaci¨®n Alternativas en el que planteamos algo que creo que no va a gustar, y es que el contrato social de los pacientes es con los m¨¦dicos, no con los pol¨ªticos. Uno de los problemas de la medicina es que hemos convertido a los m¨¦dicos en asalariados y ahora forman un colectivo profesional insatisfecho, desmotivado, mal pagado, y como los gestores saben que es as¨ª permiten incumplimientos en el horario y la dedicaci¨®n que de otra forma no se tolerar¨ªan. El sistema no es capaz de distinguir entre el m¨¦dico que trabaja bien y el que lo hace mal, y aunque tenemos leyes muy avanzadas, no se cumplen. Por ejemplo, tenemos regulado el consentimiento informado, pero la informaci¨®n es tan deficiente que yo lo llamo el consentimiento firmado, porque parece que lo ¨²nico que se busca es la firma. Necesitamos despolitizar la sanidad
Usted es un m¨¦dico y un paciente at¨ªpico. ?Por qu¨¦ se decidi¨® por la reflexi¨®n y la docencia en lugar de ejercer, como su padre?
Creo que me desilusion¨¦ durante la carrera. La vida hospitalaria me pareci¨® fr¨ªa, competitiva, distante?, en la que no hab¨ªa enfermos, sino enfermedades. Yo ven¨ªa de una relaci¨®n m¨¦dico-paciente muy diferente, en la que el m¨¦dico es una especie de consultor-amigo que se hace cargo de la salud de la familia. Tambi¨¦n contribuy¨® que en mi c¨ªrculo de amistades hab¨ªa otras profesiones que aportaban una visi¨®n muy distinta, m¨¢s pr¨®xima a la vida real. As¨ª que cuando termin¨¦ medicina decid¨ª hacer sociolog¨ªa. Necesitaba una visi¨®n m¨¢s global, m¨¢s completa. Una de las cosas que m¨¢s me hab¨ªan molestado de medicina es que hab¨ªa dejado de escribir bien.
En sus art¨ªculos hay muchas referencias literarias, y cita a menudo a Coetzee. En su novela 'La edad de hierro', una anciana blanca a la que han diagnosticado un c¨¢ncer terminal acoge en su casa a un mendigo negro completamente alcoholizado para tener alguien a su lado cuando muera.
Me gusta mucho Coetzee porque es muy realista, pero de un realismo muy poco adjetivista. Es un escritor que, con una econom¨ªa sint¨¢ctica impresionante, te obliga a reflexionar sobre la condici¨®n humana. En Elizabeth Costello hace una disecci¨®n magn¨ªfica, con una iron¨ªa muy provocadora, de la sociedad en que nos movemos los universitarios. Me gusta mucho este tipo de literatura tan directa. Hay gente que lo encuentra pesimista, pero yo no creo que ¨¦sa sea la palabra que mejor lo define. Creo que es realista, y adem¨¢s nos muestra que la realidad tiene caras ocultas. Yo vengo de una cultura del cuestionamiento permanente y por eso me gusta este tipo de literatura. Cuando estudiaba en Harvard nos invitaban a cuestionarlo todo. Si hab¨ªa 18 opiniones a favor de algo y dos en contra, ¨¦stas eran las que interesaban. Aqu¨ª, en cambio, cuestionar las cosas crea incomodidad, hay gran resistencia a la cr¨ªtica.
?C¨®mo fue a parar a Harvard?
Al terminar la carrera trabaj¨¦ un a?o en una empresa farmac¨¦utica, los laboratorios Almirall. Estaba muy bien, pero no era lo que yo quer¨ªa hacer. Un d¨ªa asist¨ª a una conferencia de Jes¨²s de Miguel, que hab¨ªa estudiado sociolog¨ªa de la medicina en EE UU, y al terminar le dije algo as¨ª como: mire, yo he estudiado medicina y sociolog¨ªa, pero los m¨¦dicos no me entienden y los soci¨®logos me miran con recelo, ?qu¨¦ puedo hacer? Y ¨¦l, sin dudarlo, me dijo: "T¨² lo que tienes que hacer es ir a Estados Unidos". Luego me ayud¨® mucho. Consegu¨ª una beca de La Caixa y otra del Ministerio de Educaci¨®n, y estuve preparando la estancia durante dos a?os, con mucha calma, porque quer¨ªa ir con mi mujer.
?Es cierto que, cuando ya llevaba 10 a?os de universidad, sus mentores de Harvard le dijeron: se?or Jovell, es usted un joven sobradamente preparado; ahora, a trabajar?
Algo parecido. Fue cuando quise hacer el doctorado en un departamento en el que s¨®lo admit¨ªan a cinco personas. Mi mujer ten¨ªa una beca de cuatro a?os y yo ya hab¨ªa hecho dos m¨¢sters, pero quer¨ªa hacer el doctorado. En ese momento hab¨ªa en EE UU un debate muy intenso sobre los derechos de las minor¨ªas, de modo que admitieron a una persona por su orientaci¨®n sexual y a otras dos por su etnia; quedaban dos plazas para blancos cauc¨¢sicos. Me rechazaron alegando que ya estaba sobrecualificado y ten¨ªa varias ofertas de trabajo. Insist¨ª, y entonces me dijeron que si consegu¨ªa un tutor podr¨ªa hacer el doctorado. Me lo dirigi¨® Sol Levine. Nada m¨¢s terminar decid¨ª volver a Barcelona para estar con mi padre.
?C¨®mo fue la vuelta?
Al principio, insufrible, la verdad. Mi mujer y yo estuvimos un a?o llamando a las puertas del sector sin conseguir trabajo, lo cual era bastante ir¨®nico, porque mientras en EE UU estaba en el job market [mercado de trabajo], aqu¨ª no ten¨ªa ninguna consideraci¨®n. Lo pasamos muy mal. Finalmente, mi mujer entr¨® en el Servicio Catal¨¢n de la Salud y yo en la Agencia de Evaluaci¨®n de Tecnolog¨ªa M¨¦dica. A partir de ah¨ª, ya todo fue muy bien.
En 2001 apareci¨® la enfermedad. ?Pens¨® en su padre cuando le diagnosticaron?
S¨ª, y siempre me he identificado con ¨¦l. Ahora entiendo m¨¢s muchas de las actitudes contra las que yo me rebel¨¦; por ejemplo, la resignaci¨®n o la aceptaci¨®n de lo que ¨¦l percib¨ªa como inevitable y que yo me negaba a aceptar. La verdad es que fue un golpe muy duro, y no tanto por m¨ª como por mi mujer y mis hijos. Yo tengo la sensaci¨®n de haber vivido mucho, de haber hecho muchas cosas. He tenido una vida muy intensa. Esa intensidad con la que mi mujer y yo hemos vivido juntos estos a?os nos une mucho. Ahora soy muy consciente de que el pron¨®stico es malo, que mi vida tiene fecha de caducidad.
?No ir¨¢ a tirar ahora la toalla?
Desde luego que no. Pero tener mal pron¨®stico significa que hay que tomar ciertas decisiones, hacer previsiones de futuro para que los ni?os est¨¦n bien atendidos, preparar las cosas. Eso es en lo que mi mujer y yo estamos trabajando, porque somos conscientes de que en cualquier momento ese mal pron¨®stico puede tener consecuencias. Y quiero decir que si ya es dif¨ªcil ser paciente m¨¦dico, m¨¢s dif¨ªcil a¨²n es ser mujer m¨¦dico de m¨¦dico paciente y madre de dos ni?os peque?os.
En la pel¨ªcula 'Mi vida sin m¨ª', Isabel Coixet ha condensado en una bell¨ªsima escena lo dif¨ªcil que es para un m¨¦dico dar las malas noticias. Tambi¨¦n plantea el deseo de continuar, de alg¨²n modo, responsabiliz¨¢ndose de lo que ocurre despu¨¦s de morir, con esas cintas en las que graba mensajes para los futuros cumplea?os de sus hijas. ?Ha hablado con sus hijos de su enfermedad?
No, son demasiado peque?os, pero s¨ª que les dejo escritas mis vivencias: una autobiograf¨ªa titulada Bajo el signo del c¨¢ncer, sobre el proceso que nos llev¨® a Estados Unidos, la vuelta, la enfermedad?, para que entiendan el porqu¨¦ de muchas de nuestras decisiones. Hemos procurado que no sufrieran las consecuencias de mi situaci¨®n. Por ejemplo, antes de empezar la quimioterapia, como era previsible que les impactar¨ªa ver c¨®mo perd¨ªa de repente el cabello, mi mujer compr¨® una m¨¢quina de cortar el pelo, y un d¨ªa nos cogi¨® a los tres y nos dijo que nos iba a poner a la moda. A ellos les hizo gracia y yo me evit¨¦ un mal trago. Hemos decidido no explicarles nada hasta que las cosas sean muy evidentes.
?Ha cambiado su visi¨®n de las cosas?
En un aspecto ha cambiado de forma radical: he aceptado mi muerte. Mi muerte joven, quiero decir. Creo que ya no puedo esperar de la vida mucho m¨¢s. Pero no hay hipocondr¨ªa y tampoco tengo miedo. Acepto que he tenido mala suerte, pero la enfermedad tambi¨¦n me ha reforzado. Observo las cosas con m¨¢s distanciamiento.
?Una especie de serenidad expectante?
S¨ª. La resignaci¨®n existe. Piensas: as¨ª es la vida, unos mueren de c¨¢ncer y otros de sed en una patera a la deriva. No es algo que nos tenga que ocurrir a todos, pero a algunos nos ocurre, y entonces te parece absurda la obsesi¨®n por vivir mucho tiempo. Hay que aceptarlo, y no tiene mucho sentido desesperarse antes de hora. Eso s¨ª que lo tengo claro, no vivo con angustia. Hay momentos en que estoy muy triste y hasta me pongo a llorar, pero creo que lo llevo con dignidad, de manera que no sea una carga para nadie. Tambi¨¦n hay un redescubrimiento de la vida interior y un mayor compromiso. No estoy reclamando m¨¢s asistencia para m¨ª, que tengo una buena asistencia; la estoy reclamando para todos los pacientes, y sobre todo hago todo esto porque creo que mis padres me dejaron una sociedad mejor que la que ellos encontraron. Yo les debo lo mismo a mis hijos.
Es admirable la cantidad de energ¨ªa que ha acumulado luchando contra el c¨¢ncer.
Es mejor gastarla en hacer este tipo de cosas que martirizar a la gente o martirizarte a ti mismo. Al convertirte en enfermo puedes volverte ego¨ªsta y llegar a ser desagradable con los dem¨¢s, que no tienen la culpa de lo que te ocurre. Yo procuro ser afable. Soy bastante emotivo, pero tambi¨¦n soy ir¨®nico y s¨¦ distanciarme bien de las cosas. Puedo vivir con bastante frialdad lo que la gente vive con mucha tensi¨®n. Y parad¨®jicamente, tengo mucho m¨¢s tiempo para hacer lo que quiero porque mentalmente tengo muy despejado el caj¨®n de los problemas.
Expl¨ªqueme eso?
La gente gasta mucha energ¨ªa en odiarse, en crearse problemas perfectamente evitables, en cosas banales. Yo parto de la idea de que no tengo que tener problemas: ?ya tengo un problema! Y por tanto, cuando alguien me viene con uno nuevo intento situarlo r¨¢pidamente en un contexto resolutivo: a ver, ?tiene soluci¨®n o no la tiene? Si no la tiene, no gasto m¨¢s energ¨ªa. Tengo las prioridades muy claras. Pienso: aqu¨ª hay dos ni?os, y cuanto m¨¢s tiempo disfruten de su padre, mejor; por eso ahora lo que quiero es ganarle tiempo a la enfermedad para estar con ellos. El mejor regalo que me hicieron las pasadas navidades fue el informe del profesor que dec¨ªa que mi hijo peque?o era un ni?o muy feliz.
?El concepto de felicidad tambi¨¦n cambia cuando est¨¢s enfermo?
Ahora me conformo con cosas muy sencillas. Ya me han dado premios, ya he tenido reconocimiento profesional, me siento colmado. Para m¨ª, el verdadero h¨¦roe es el m¨¦dico que, como hac¨ªa mi padre, se pasa la tarde del domingo estudiando mi caso.
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