El poeta como testigo
Anna Ajm¨¢tova tuvo un hijo preso en las c¨¢rceles estalinistas y durante 17 meses hizo cola con familiares de otros confinados para visitas generalmente frustradas. En el pr¨®logo a R¨¦quiem (1957) recuerda que un d¨ªa alguien de la fila la reconoci¨® y dijo al resto de la gente que ella era poeta. Una mujer que estaba a su lado "pareci¨® despertar del letargo en el que permanec¨ªamos sumidas y me pregunt¨® al o¨ªdo (porque all¨ª todos hablaban en voz muy baja): '?Y usted podr¨ªa describir esto?': Yo repuse: 'S¨ª, puedo'. Entonces una especie de sonrisa se desliz¨® por lo que alguna vez hab¨ªa sido su rostro". La afirmaci¨®n severa e incandescente de Ajm¨¢tova puede contraponerse a la admonici¨®n de T. W. Adorno, que hacia la misma ¨¦poca proclam¨® -al menos, seg¨²n la vulgata- la imposibilidad de la poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz. Cabe afirmar, incluso, que en la segunda mitad del siglo XX la divisoria se hizo tajante: hay poetas capaces de hacerse cargo del horror indecible y hay poetas que no pueden.
TRAVES?AS DEL AUSENTE (ANTOLOG?A)
Luis Izquierdo
Lumen. Barcelona, 2006
202 p¨¢ginas. 12,50 euros
Sin duda la poes¨ªa de Luis Izquierdo (1936) pertenece a la estirpe de Ajm¨¢tova; no por azar Ram¨®n Andr¨¦s recuerda a la autora de R¨¦quiem en el pr¨®logo al tercer libro de Izquierdo, No hay que volver, aparecido en 2003. ?sa es la tradici¨®n de Izquierdo en lo que respecta a la posici¨®n afirmativa del poeta; hay que sostener una voz po¨¦tica que se haga cargo de la Historia. No s¨®lo se puede sino que se debe; lo que dice el poema ocupa un lugar que ninguna otra palabra es capaz de ocupar; el lugar del testimonio, del que todas las otras maneras de comunicaci¨®n han abdicado, porque abdic¨® el esp¨ªritu que lo sosten¨ªa: "Mira el fuego, es el ¨²ltimo / testigo quien te habla. Es el que vio / c¨®mo acababa todo. No es mentira".
Junto con esta vertiente,
hay otro rasgo visible en Izquierdo, que es la composici¨®n del poema como homenaje a la huella expl¨ªcita de maestros o camaradas en su obra; por ello uno de sus recursos recurrentes es la invocaci¨®n, que hace presentes a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Pedro Salinas, Juan Garc¨ªa Hortelano y Gabriel Ferrater, Eugenio Montale, Antonio Machado, Jos¨¦ Bergam¨ªn, George Bernanos, Joan Vinyoli y, como un dios sin religi¨®n, Franz Kafka. Hay muchos otros nombres en esta poes¨ªa, pero los aqu¨ª recogidos urden un tejido especialmente significativo: el de una lengua -el castellano- y el de una experiencia cercana -la guerra- que cristaliza el desgarro moral e hist¨®rico. ?C¨®mo se filtra todo esto? A trav¨¦s de ciertas escenas que pautan desde el primer poema un n¨²cleo original y a la vez directo, nunca abandonado: el encuentro y desencuentro del padre, que es la suma de todas las historias y de todos los fracasos. Desde 'Saludo al padre' ("S¨®lo en silencio s¨¦ lo que me dictas, / te vivo entre recuerdos y conjuros, / te s¨¦ junto al mar nuestro y los olivos".) hasta el impresionante 'Dos heridos en la batalla del Ebro', que formula una "teor¨ªa del trauma" muy similar a estrategias del recuerdo de poetas alemanes de la misma generaci¨®n: "De tanto investigar la cicatriz / en la rodilla de mi padre (fue en el Ebro / donde le hirieron -'felizmente', / seg¨²n ¨¦l no dec¨ªa y yo interpreto- /, llegu¨¦ a adquirir una conciencia rara / de herido por la guerra. / Y la experiencia intacta / de haber sobrevivido a todo aquello".
Quiz¨¢ de esta conciencia venga la voluntaria restricci¨®n que practica Izquierdo, una reticencia -que ¨¦l ha hecho extensiva a su figura p¨²blica de poeta- respecto de cualquier tipo de efusi¨®n amorosa o retorno al sentimiento de la belleza ornamental. Por eso Izquierdo es un moderno, no un modernista; busca el laconismo ir¨®nico y, a la vez, practica un reverencial cuidado de la palabra despojada.
Esta antolog¨ªa concentra lo mejor de una producci¨®n que se inici¨® en 1970 con Supervivencias, y sigui¨® con El ausente (1979), Calendario del n¨®mada (1983), Se?ales de nieve (1995), Sesi¨®n continua (1998) y No hay que volver (2003). El libro responde, con extraordinaria precisi¨®n y de muchas maneras, a la pregunta que la mujer de la cola le formulara a Anna Ajm¨¢tova. Porque, ?qu¨¦ es el poeta sino esta pugna continua por encontrar un lugar -provisorio pero aut¨¦ntico- desde el cual sostener una voz?
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