Multiciudadan¨ªa
No hace falta remontarse al grito revolucionario franc¨¦s -Aux armes citoyens!- para observar el crecimiento de la idea de ciudadan¨ªa en nuestros d¨ªas. Tanto, que las ciudadan¨ªas parecen multiplicarse. Ahora, dependiendo de d¨®nde se viva, uno puede ser a la vez ciudadano europeo, ciudadano espa?ol y ciudadano catal¨¢n o vasco, por citar un ejemplo. Son ciudadan¨ªas superpuestas, aunque la central sigue siendo, en el caso de Espa?a, la estatal, que es la que da derechos a escala europea -"toda persona que tenga la nacionalidad de un Estado miembro posee la ciudadan¨ªa de la Uni¨®n, que se a?ade a la ciudadan¨ªa nacional sin sustituirla"-. Pero mientras se han fomentado algunas de estas dimensiones, otras se han cultivado insuficientemente.
El Gobierno del PP lleg¨® a preocuparse de la influencia que pudiera tener en Espa?a el concepto de doble ciudadan¨ªa que contemplaba el plan de unificaci¨®n para Chipre impulsado por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y, sobre el que, pese a su fracaso, se habr¨¢ de volver. Propon¨ªa una ¨²nica ciudadan¨ªa chipriota, acompa?ada de una grecochipriota y otra turcochipriota para los habitantes de cada uno de los dos "Estados componentes", con la posibilidad de limitar el derecho de establecimiento entre ellos (sobre todo para evitar una inundaci¨®n grecochipriota de la parte turca).
La ciudadan¨ªa suele apoyarse sobre tener tres concepciones o dimensiones: la liberal de los derechos (y deberes), la republicana de la participaci¨®n (que es de la que estamos m¨¢s faltos en este pa¨ªs) y la nacionalista de la identificaci¨®n. Algo se ha a?adido recientemente en t¨¦rminos liberales en materia de derechos para los ciudadanos espa?oles, pero no lo suficiente en t¨¦rminos de participaci¨®n. Mientras, la idea de ciudadan¨ªa europea que, a iniciativa espa?ola, se incluy¨® en el Tratado de Maastricht en 1992, con algunos derechos como la libertad de circulaci¨®n, el de sufragio activo y pasivo en las elecciones locales y europeas, o la protecci¨®n consular, se ha dejado languidecer. En la non-nata Constituci¨®n europea algo se avanzaba, pero no con suficiente visibilidad. Eso s¨ª, ha sido el factor participativo, al menos en Francia y en Holanda, el que ha hundido la Constituci¨®n europea. No se podr¨¢ construir Europa sin conciencia ciudadana compartida. La falta de desarrollo de la ciudadan¨ªa europea empuja a potenciar otros niveles, con una vuelta al origen, a la ciudad.
As¨ª, se dinamizan otros conceptos de ciudadan¨ªa, como el catal¨¢n o el vasco (concepto no presente en algunos otros estatutos). No es que sea una novedad. Est¨¢ en los estatutos en vigor en ambas comunidades aut¨®nomas. En el nuevo Estatuto catal¨¢n, el concepto recibe un nuevo impulso en sus tres dimensiones. Pero est¨¢ por ver si en su desarrollo se potencia m¨¢s la dimensi¨®n liberal, la republicana (la participaci¨®n ciudadana en los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona en 1992 fue todo un ejemplo) o la identitaria. El Estatuto de 1932 sabiamente dej¨® sentado que "la Generalidad de Catalu?a no podr¨¢ regular ninguna materia con diferencia de trato entre los naturales del pa¨ªs y los dem¨¢s espa?oles. ?stos no tendr¨¢n nunca en Catalu?a menos derechos que los que tengan los catalanes en el resto del territorio de la Rep¨²blica". No estamos hablando de nacionalidades. Las distintas dimensiones de ciudadan¨ªa deben sumar y dinamizar las sociedades, no crear nuevas barreras.
La ciudadan¨ªa no puede ser una definici¨®n est¨¢tica, sino un proceso en constante construcci¨®n, y es, al rev¨¦s de lo que ocurre con el t¨¦rmino de naci¨®n, sociedad antes que comunidad. Recuperando al austriaco Otto Bauer y a Manuel Garc¨ªa Pelayo, sociedad son personas unidas por reglas exteriores a ellos mismos, mientras que la comunidad se traba por una fuerza interna que vive en cada uno de los individuos que la componen y que es "presencia del pasado en el presente". Pese a la definici¨®n como "sugestivo proyecto de vida en com¨²n", la naci¨®n mira mucho m¨¢s hacia atr¨¢s que hacia delante, mientras que ciudadan¨ªa es potencial, o presencia del futuro en el presente. aortega@elpais.es
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