Desnudos con permiso
No ha sido una espont¨¢nea reacci¨®n ante la pax etarra; ni una performance reivindicativa contra el militarismo o la peleter¨ªa. Lo de San Sebasti¨¢n ha sido una cosa distinta. El desnudo colectivo organizado por el fot¨®grafo norteamericano Spencer Tunick el s¨¢bado pasado ha sido (cito el t¨¦rmino empleado por los medios de comunicaci¨®n que han glosado el suceso) un "evento art¨ªstico". Tambi¨¦n se ha o¨ªdo hablar de "arte p¨²blico para todos". No s¨¦. Lo que s¨¦ a ciencia cierta, ya digo, es que lo ¨²nico que el suceso de San Sebasti¨¢n no ha sido es espont¨¢neo. Estaba todo perfectamente bien organizado. Unas fotograf¨ªas, por lo tanto, meditadas, pensadas, permitidas (sobre todo esto ¨²ltimo). Nada de aqu¨ª te pillo, aqu¨ª te mato. Cada cosa (cada cuerpo) en su sitio. En la propia naturaleza de esta clase de acciones, en las que el n¨²mero resulta un elemento capital, est¨¢n el orden y la organizaci¨®n.
Sin los permisos de la autoridad competente, Spencer Tunick no podr¨ªa haber hecho esas fotograf¨ªas en la Zurriola y dentro del Kursaal. Sin la autorizaci¨®n o autorizaciones pertinentes (o impertinentes) los 1.200 figurantes desnudos no podr¨ªan haberse desnudado a las ¨®rdenes del fot¨®grafo yanqui. Es lo que m¨¢s nos llama la atenci¨®n: el orden requerido para esta clase de actos o, si se prefiere, de eventos poco o nada consuetudinarios. Y la autorizaci¨®n precisa. El desnudo espont¨¢neo, residuo de los a?os 60/70, es como el negativo de las fotograf¨ªas de Spencer Tunick. Uno se desnudaba cuando se lo ped¨ªa el cuerpo, esto es, cuando quer¨ªa, donde quer¨ªa (asumiendo los riegos derivados de la legislaci¨®n local) y, naturalmente, con quien quer¨ªa o pod¨ªa. Eso pas¨® al olvido (debe estar en el mismo ba¨²l que el streaking, ?recuerdan?). Hemos pasado, pues, del desnudo ¨ªntimo o el desnudo espont¨¢neo y m¨¢s o menos reivindicativo al desnudo organizado. Del doctor Livingstone (supongo) a las ofertas de Viajes Halc¨®n. Admito, en todo caso, que implicarse en empresas colectivas (y m¨¢s si son eventos de car¨¢cter art¨ªstico que logran convocar, como en Donostia, a m¨¢s de 80 medios de comunicaci¨®n) puede tener su aquel. Pero no deja de ser sintom¨¢tico que hasta para desnudarnos prefiramos hacerlo en plan organizado, con el permiso de la autoridad y la presencia de decenas de c¨¢maras e informadores y mirones.
Nos desnudamos, pues, organizadamente. As¨ª leemos, tambi¨¦n, lo que discretamente nos ordena el mercado para sacarnos en la fotograf¨ªa de las listas de ventas, desnudos como los hijos de la mar. Hay un af¨¢n de leer, dec¨ªa Javier Mar¨ªas hace poco, al mismo tiempo lo que todo el mundo lee, el mismo libro en el mismo momento, cuando toca. El s¨¢bado tocaba desnudarse en Donostia. Y ahora toca leer ese libro que ha vendido cuatro o cinco (o cincuenta) millones de ejemplares. Toca leer el best-seller de moda porque la moda ordena y autoriza y tampoco (s¨®lo muy raras veces) resulta un fen¨®meno espont¨¢neo. Uno imagina la fotograf¨ªa de un mill¨®n de lectores leyendo el mismo libro. No hace falta que se quiten la ropa. No se trata de una fotograf¨ªa como para alegrarnos la ma?ana. ?Puede haber algo peor que la unanimidad? Temo a las mayor¨ªas, me gustan los fragmentos, qu¨¦ le vamos a hacer. No me gusta, lo siento, que me digan cu¨¢ndo tengo que quitarme la ropa o qu¨¦ libro debo leer para estar a la moda.
Es la autodeterminaci¨®n individual (y sus limitaciones galopantes) lo que nos preocupa. En un ciclo titulado Meditaciones sobre la libertad, Juan Luis Cebri¨¢n alertaba hace poco contra la lacra del "prohibicionismo puritano" que triunfa en las sociedades democr¨¢ticas. "Si no ponemos coto a la sobrerregulaci¨®n de las libertades", afirmaba Cebri¨¢n, "los poderes democr¨¢ticos pueden acabar por demoler los cimientos de la democracia misma". Cada d¨ªa son m¨¢s las leyes invasoras promulgadas por partidos de derechas e izquierdas, porque el prohibicionismo puritano no conoce fronteras ideol¨®gicas. Crecen nuestros te¨®ricos derechos, pero a menudo mengua nuestra libertad real. Todo por nuestro bien. El departamento vasco de Interior ha creado una Mesa de Vigilancia y Control (bonito nombre) que facilitar¨¢ que se nos multe como peatones si cruzamos un sem¨¢foro en rojo. Es que no se nos puede dejar solos.
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