Capital ¨¦tico
Proyectar el futuro, a medio plazo al menos, es un ejercicio de inteligencia para las personas y para los pueblos, sean homog¨¦neos o plurales. Un ejercicio al que nos invitan hoy diferentes instancias, entre ellas el ciclo "Un horizonte para Espa?a", organizado por Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Delgado, primer titular de la C¨¢tedra "La Caixa" Econom¨ªa y Sociedad. Conviene pensar el presente y planear creativamente el futuro, y para eso repasar nuestros recursos, actuales y previsibles, en materia de ciencia, econom¨ªa, derecho, pol¨ªtica, ciudadan¨ªa, ¨¦tica. Repasar todo aquello que puede oficiar de capital.
Sabido es que el capital es un activo producido, productivo y duradero, que no se agota con un solo uso. Sabido es tambi¨¦n que sin ¨¦l no prosperan las empresas ni tampoco los pa¨ªses, al menos desde un punto de vista econ¨®mico. Pero en los ¨²ltimos tiempos, autores tan poco sospechosos de ignorancia en materia econ¨®mica como Amartya Sen nos han recordado que incluso la econom¨ªa tiene una meta situada m¨¢s all¨¢ del beneficio monetario: el objetivo que le da sentido es el de crear una buena sociedad. Al fin y al cabo, las personas se afanan por ser felices, y una buena sociedad, una sociedad justa, es aqu¨¦lla cuyos miembros pueden llevar adelante sus proyectos de vida feliz. Para lograrlo -se dice- es preciso recurrir al capital f¨ªsico, financiero, humano y social, pero tambi¨¦n -queremos a?adir- al capital ¨¦tico.
Componen -a mi juicio- el capital ¨¦tico los valores morales que una sociedad pluralista comparte desde la diversidad de proyectos de vida buena. Justamente, una de las tareas m¨¢s exigentes en sociedades plurales consiste en organizar la convivencia tomando como referente lo que se ha llamado una "ciudadan¨ªa compleja", que no prescinde de las diferencias, como ocurrir¨ªa tomando como modelo una "ciudadan¨ªa simple", sino que se propone integrarlas cuidadosamente desde valores compartidos, cuando son justas. Si ciudadano de una comunidad pol¨ªtica no es s¨®lo el que pertenece a ella, sino sobre todo el que trabaja para que sea justa, la ciudadan¨ªa se cultiva, y m¨¢s a¨²n la compleja. Por eso es urgente recordar cu¨¢les son esos valores comunes en pa¨ªses como el nuestro, porque sin hacer de ellos carne y sangre de la vida cotidiana, hay mal futuro. Un buen camino es, en principio, la educaci¨®n, siempre que se emprenda con tiento, con la clara conciencia de que no es lo mismo educar que indoctrinar.
Porque podr¨ªa pensarse que basta con aprender en la escuela los valores superiores de la Constituci¨®n o los del Tratado Constitucional de la Uni¨®n Europea, o los de los distintos Estatutos de Autonom¨ªa, valores que, a fin de cuentas, son los mismos. Ah¨ª radican a la vez la fortaleza y la debilidad del "patriotismo constitucional", que con tanto empe?o defendi¨® Habermas. La fortaleza de que los valores ¨¦tico-pol¨ªticos de los textos constitucionales en sociedades con democracia liberal permiten unir a sus gentes en un proyecto ¨¦tico-pol¨ªtico compartido, porque integran las diferentes etnias, religiones y razas en ese
d¨ºmos", en ese pueblo, que incluye diferencias en el seno de la comunidad pol¨ªtica. La debilidad -si es que es debilidad, que no lo creo- de que los valores superiores de esas sociedades son los mismos y mal pueden servir de base para un patriotismo que no sea cosmopolita.
Descubrir que se comparten valores es una buena noticia, siempre que uno de ellos sea el respeto activo a las diferencias justas, porque eso es lo que permite organizar respetuosamente la vida p¨²blica y, sobre todo, enfrentar con altura los mayores problemas de la humanidad: el hambre, la pobreza, el paro, el abandono, la violencia, la manipulaci¨®n, la discapacidad, la dominaci¨®n, la incultura. Los problemas m¨¢s acuciantes de entre los que instan a la humanidad a resolverlos, aunque los medios de comunicaci¨®n y la pol¨ªtica est¨¦n en otros asuntos, d¨ªa a d¨ªa, hora a hora. Como si la tarea de la pol¨ªtica y la de los medios no fuera la de priorizar por orden de importancia, sino otra cosa.
Sin duda, en la escuela deber¨ªan ense?arse con luz y taqu¨ªgrafos estos valores ya compartidos, que conforman una ¨¦tica de los ciudadanos, una ¨¦tica c¨ªvica. Desde ellos se orienta la educaci¨®n en la ciudadan¨ªa. Pero "ense?ar" no significa indoctrinar por parte del profesor, memorizar por parte del alumno textos constitucionales o estatutos, ni siquiera si se trata de sus pre¨¢mbulos. Memorizar no sirve para nada en esto de los valores, lo que importa es aprender a degustarlos, como ocurre con los buenos vinos, de los que nada se sabe sin una morosa cata. De donde se sigue el querer incorporarlos en la vida corriente porque dejan un buen gusto, ganas de repetir.
En esto de los valores y su incorporaci¨®n en el d¨ªa a d¨ªa contamos con una tradici¨®n intelectual muy pr¨®xima, en la que cuentan al menos Ortega, Zubiri, D'Ors, Aranguren, La¨ªn, Mar¨ªas. Desde ella sabemos que los valores no los inventamos, sino que "los hay", son cualidades de las personas, las acciones, las instituciones o las cosas, que atraen cuando son positivos y repelen cuando son negativos. Como la justicia o la libertad, que atraen, mientras que la injusticia y la dominaci¨®n repelen. Sabemos que nos permiten acondicionar el mundo, haci¨¦ndolo habitable, porque mal se vivir¨ªa en un mundo sin solidaridad o sin belleza, como se malvive en un edificio sin ventanas, con mugre y mal olor. Pero "valores ¨¦ticos" ser¨ªan aquellos que cualquier persona o cualquier pueblo deber¨ªan incorporar para considerarse humanos. Jugar bien al tenis no es un deber moral, dec¨ªa Wittgenstein en su Conferencia sobre ?tica, pero si digo una mentira escandalosa, no puedo responder a quien me critique que no quiero comportarme mejor, sin que su r¨¦plica sea: pues deber¨ªa hacerlo.
Aspirar a esos valores e incorporarlos en la realidad cotidiana significa forjarse un car¨¢cter dispuesto a hacerlo, por eso no basta con memorizar textos, por buenos que sean, sino que es preciso aprender a degustar los valores que, como los buenos vinos, m¨¢s se aprenden por degustaci¨®n que por instrucci¨®n.
Recordar cu¨¢les son los valores que componen el capital ¨¦tico de nuestro pa¨ªs no es dif¨ªcil. La justicia deber¨ªa ser sin duda el quicio de la comunidad pol¨ªtica, y por eso cuando es injusta est¨¢ desquiciada, fuera de quicio, como esas puertas encalladas que ya ni abren ni cierran, est¨¢n de m¨¢s. Y la justicia reclama cuando menos libertad frente a esclavitud y tiran¨ªa; igualdad de capacidades b¨¢sicas para llevar adelante proyectos de vida feliz; solidaridad entre las personas y los pueblos en tiempos de interdependencia; respeto activo hacia otras formas de pensar y vivir, siempre que no sean injustas; responsabilidad por lo vulnerable, por ni?os, ancianos, enfermos, discapacitados, pero tambi¨¦n, aunque con un nivel de exigencia diferente, responsabilidad por la naturaleza que, por primera vez en la historia, est¨¢ en nuestras manos; y di¨¢logo como medio de resolver los desacuerdos, siempre que est¨¦n puestas las condiciones que le dan sentido.
Proyectar el futuro contando tambi¨¦n con este capital ¨¦tico, propio de una ciudadan¨ªa compleja, es una apuesta cuando menos inteligente por realista.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ?TNOR
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