En torno a la Rep¨²blica
Madrid, Puerta del Sol. Un grupo de octogenarios lanza gritos de "Viva la Rep¨²blica" jaleados por los micr¨®fonos y las c¨¢maras de televisi¨®n. Antes han relatado la ilusi¨®n con que vivieron hace 75 a?os la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica siendo s¨®lo unos cr¨ªos. Todos los medios de comunicaci¨®n rememoraron lo acontecido aquel 14 de abril de 1931 en que el fervor republicano se apoder¨® de las calles y Espa?a cambi¨® de r¨¦gimen, bandera e himno. Las expresiones nost¨¢lgicas invadieron los espacios informativos. Desde la izquierda se hicieron declaraciones laudatorias sobre el acontecimiento, alguno pidi¨® que la efem¨¦ride reciba un trato oficial y los m¨¢s extremos clamaron por la tercera rep¨²blica pero sin demasiada pasi¨®n.
Es obvio que ahora no toca cuestionar la monarqu¨ªa, no al menos mientras haya un Rey contrastado por un 23-F en su disposici¨®n a defender las libertades. La escasez de anhelo republicano no debe hacernos olvidar lo que sus grandes ideales significaron y a¨²n deben significar. Arrumbar en la estricta nostalgia aquel episodio y las circunstancias que le rodearon constituye un delito contra la memoria hist¨®rica que ning¨²n pa¨ªs se puede permitir. No estoy hablando de desenterrar muertos ni de alentar revanchismos pat¨¦ticos ni cualquier guerracivilismo sectario en que algunos han visto posibilidades electorales y otros un buen negocio.
Hay que sepultar el odio no la historia. Digo esto tras constatar que la inmensa mayor¨ªa de los chavales tiene sobre lo acontecido en ese trascendental periodo un conocimiento pr¨®ximo al cero. Lo digo desde la convicci¨®n de que muchos padres tampoco aprobar¨ªan un elemental examen sobre las figuras de Aza?a, Mola o Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, y mientras percibo que los relatos de los abuelos van quedando tristemente relegados a la condici¨®n de "cebolleta". Esto sucede en una sociedad que parad¨®jicamente consume con avidez historias ajenas en cine o televisi¨®n y en un momento en que la novela hist¨®rica desata pasiones que baten r¨¦cord editoriales. Nunca la ignorancia ha sido tan injustificable como lo es ahora, nunca, porque jam¨¢s se dispuso de un arsenal pedag¨®gico tan poderoso para combatirla.
Desconozco por qu¨¦ todo ese moderno instrumental de la sociedad de la informaci¨®n no se pone al servicio del sistema educativo, y por qu¨¦ la formaci¨®n human¨ªstica hace aguas tan alarmantemente cuando debiera ser la golosina de las escuelas. La 2, de TVE, ¨²nica cadena cuyos contenidos justifican su car¨¢cter p¨²blico, program¨® el pasado d¨ªa 14 y dentro del espacio Laberinto espa?ol, que dirige Jorge Mart¨ªnez Reverte, un documental que bajo el t¨ªtulo de Espa?a, Espa?a recoge la historia de nuestro pa¨ªs desde 1922 hasta 1939. Con un rigor y una calidad de im¨¢genes de archivo en ocasiones espectacular el realizador El¨ªas Andr¨¦s logra construir un relato audiovisual del que resulta dif¨ªcil desengancharse.
En una sola hora vimos los pr¨®speros a?os veinte que consintieron de buen grado la dictadura de Primo de Rivera, las municipales del 31 que mandaron al exilio al rey Alfonso XIII, el acoso anarquista a la Rep¨²blica, las maniobras de la Iglesia y su martirio, el golpe de Estado y la Guerra Civil. No puedo imaginar un concentrado formativo m¨¢s eficaz para entender contra reloj lo sucedido en Espa?a durante los 17 a?os m¨¢s convulsos del ¨²ltimo siglo. No puedo imaginar una lecci¨®n de historia mejor aprovechada. Quiero pensar que alg¨²n centro docente sabr¨¢ emplear este tipo de material para estimular la curiosidad de su alumnado, como pretendi¨® en su d¨ªa la escuela en la Rep¨²blica. Quiero pensar que a¨²n le importa a alguien que nuestra alegre muchachada adem¨¢s de conocer al detalle las experiencias virtuales de Harry Potter sepa algo de lo que vivieron sus abuelos y bisabuelos. Han de saber por qu¨¦ pelearon, en qu¨¦ se equivocaron y lo mucho que supieron perdonar en ambos lados. Una historia apasionante en la que hubo malvados y tambi¨¦n grandes h¨¦roes como los descubiertos por Fernando Berl¨ªn en su libro dedicado a quienes se jugaron la vida protegiendo a compatriotas del otro bando. Han de saber que la Rep¨²blica fue algo m¨¢s que una bandera tricolor y una se?ora fornida con la teta al aire. Las efem¨¦rides no bastan para conjurar la amnesia.
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