Chile como modelo
La elecci¨®n de Michelle Bachelet para la presidencia de Chile ha suscitado reacciones tan entusiastas que es preciso buscar, m¨¢s all¨¢ de los hechos y las personalidades, unas explicaciones que puedan iluminar la situaci¨®n de otros pa¨ªses, y no s¨®lo en Latinoam¨¦rica.
En primer lugar, no se puede separar el nombre de Michelle Bachelet del de Ricardo Lagos, presidente durante los seis ¨²ltimos a?os, aclamado al final de su mandato con gritos de "2010" -las pr¨®ximas elecciones presidenciales- y que conserva una popularidad de m¨¢s del 70%. Michelle Bachelet era pr¨¢cticamente desconocida cuando lanz¨® su candidatura dentro del Partido Socialista, pero desde su elecci¨®n es, en este pa¨ªs cuya seguridad en s¨ª mismo sale fortalecida de la presidencia anterior, la imagen de una mujer y ciudadana que se ha impuesto a una clase pol¨ªtica desgastada. A muchos les ha fascinado su capacidad de hablar y actuar sobre todos los problemas importantes con un vigor que demuestra su identificaci¨®n con las esperanzas de la gente.
Es evidente que el tema de la llegada al poder de las mujeres que hab¨ªan ocupado puestos destacados en la campa?a ha tenido m¨¢s importancia de la que se preve¨ªa. Sobre todo porque se ha apresurado a aplicar el principio de paridad a su nuevo Gobierno, e incluso lo ha introducido en los niveles superiores de la administraci¨®n. Pero las mujeres tienen aqu¨ª un significado que no se reduce a ellas mismas: son la se?a de identidad que asume una poblaci¨®n cuyas preocupaciones m¨¢s directas y m¨¢s privadas han invadido el ¨¢mbito p¨²blico. Se trata de un fen¨®meno imprevisto. La victoria de Bachelet y la presencia de los temas femeninos han supuesto un cambio radical de las relaciones entre la poblaci¨®n y el sistema pol¨ªtico. ?Pero no es la crisis de dichas relaciones y, por consiguiente, la de la democracia representativa, uno de los grandes problemas de las democracias actuales?
El hecho de que su victoria de Bachelet tenga un car¨¢cter tan personal inquieta a los dirigentes pol¨ªticos, temerosos de que esta relaci¨®n directa entre la presidencia y el pueblo vaya en detrimento de los partidos. Pero los m¨¢s inteligentes saben perfectamente que son los propios partidos pol¨ªticos los que se han debilitado a s¨ª mismos y necesitan una renovaci¨®n que la nueva presidenta podr¨¢ facilitar.
Hay que profundizar m¨¢s en el an¨¢lisis y observar la nueva presidencia sin separarla de la que le precedi¨®, la de Ricardo Lagos. Chile estaba m¨¢s convencido que ning¨²n otro pa¨ªs de que exist¨ªa una contradicci¨®n invencible entre las exigencias de la econom¨ªa y las necesidades de la justicia social. Todav¨ªa estaba viva, como en otros muchos pa¨ªses, la tesis de los partidarios m¨¢s radicales de la teor¨ªa de la dependencia: la globalizaci¨®n econ¨®mica hace a¨²n m¨¢s dif¨ªcil la introducci¨®n de reformas sociales en el ¨¢mbito nacional. Es una idea que, como en otros lugares, produjo cierta impotencia. Hab¨ªa que hacer desaparecer la conciencia de esta contradicci¨®n para que volviera a ser posible emprender acciones de reforma.
El m¨¦rito inmenso de Ricardo Lagos fue el de dirigir la econom¨ªa de su pa¨ªs -que siempre ha sido una econom¨ªa abierta- en el contexto mundial actual, y, al mismo tiempo, impulsar constantemente proyectos de reforma social, visibles especialmente en la desaparici¨®n de la indigencia y la reducci¨®n de la pobreza a la mitad, lo cual demuestra que se equivocan quienes piensan que no se puede hacer nada, que no es posible llevar a cabo ninguna reforma en una econom¨ªa globalizada. Tras la ca¨ªda de Pinochet y el regreso de la democracia, Chile se hab¨ªa quedado paralizado por el miedo a que unas medidas demasiado radicales empujasen a una parte del centro, sobre todo de la democracia cristiana, hacia los partidarios del dictador.
Durante muchos a?os, Chile se encerr¨® en un silencio voluntario, un olvido que molestaba a numerosos amigos del pa¨ªs, porque estaba en el aire el peligro de volver al enfrentamiento directo entre una dictadura siempre dispuesta a retomar el poder y una oposici¨®n siempre propensa a las formas m¨¢s extremas de acci¨®n. Fue Ricardo Lagos quien debilit¨® este conflicto y logr¨® acostumbrar a sus conciudadanos a que se pod¨ªan desear reformas sin poner en tela de juicio un sistema econ¨®mico mundial que depende tan poco de Chile como de otros pa¨ªses peque?os y medianos. De pronto, la elecci¨®n de Michelle Bachelet, precedida por las valientes declaraciones del nuevo jefe del Ej¨¦rcito, ha borrado este
periodo de autocensura y miedo a las reformas.
Podemos confiar en que, a partir de ahora, la opini¨®n p¨²blica internacional que segu¨ªa asociando Chile con el nombre de Pinochet se d¨¦ cuenta de que este pa¨ªs se ha deshecho de sus demonios y sus temores. El llamativo contraste entre la voz omnipresente de los desaparecidos argentinos y el silencio que exist¨ªa a prop¨®sito de las v¨ªctimas chilenas lo hab¨ªa roto ya Ricardo Lagos al anunciar la apertura de expedientes individuales para cada una de esas v¨ªctimas. Es de esperar que ahora se abran r¨¢pidamente los archivos que a¨²n no son p¨²blicos y que todos los ciudadanos de este pa¨ªs recobren la memoria.
La situaci¨®n econ¨®mica, que era mala al comenzar la presidencia de Ricardo Lagos, ha experimentado una r¨¢pida mejor¨ªa, como el resto del continente. Tanto Chile como sus vecinos disponen ya de medios importantes para emprender reformas sociales. Puede parecer casi obvio que los objetivos econ¨®micos y los objetivos sociales no son totalmente contradictorios y que, por consiguiente, puede haber pol¨ªticas sociales que vayan de la mano de la entrada en la econom¨ªa mundial. Pero a la mayor¨ªa de la gente no le parece tan evidente, ni en Chile ni en otros pa¨ªses como, por ejemplo, Francia, donde los partidarios del no en el refer¨¦ndum sobre Europa se movilizaron por la idea de que la econom¨ªa de mercado es incompatible con la justicia social. Este tipo de opiniones se ven en muchos pa¨ªses, y contribuyen a dar una interpretaci¨®n m¨¢s ideol¨®gica que realista de la globalizaci¨®n. Por eso, el ¨¦xito del Chile de Ricardo Lagos, que logr¨® superar esas contradicciones, reabrir la vida pol¨ªtica y hacer posibles las reformas, deber¨ªa reconocerse en todas partes como un acontecimiento de importancia fundamental.
Ya hab¨ªamos visto que el Brasil de Lula daba prioridad al respeto a las instituciones y se hab¨ªa colocado dentro del sistema econ¨®mico mundial, pero, al mismo tiempo, nos hab¨ªa decepcionado la falta de grandes proyectos sociales en un r¨¦gimen del que se esperaba una gran movilizaci¨®n popular. La evoluci¨®n de Chile parece encaminada hacia un equilibrio mucho mejor entre la b¨²squeda de la eficacia y de un lugar cada vez m¨¢s importante en el comercio mundial, con reformas sociales. Entre las anunciadas, las principales son: la reforma de las pensiones, la gratuidad de la asistencia m¨¦dica para los mayores de 60 a?os, la reforma de la educaci¨®n y, sobre todo, la preescolar y la reforma de la ley electoral. Es decir, el pa¨ªs se encuentra en un proceso acelerado de reformas, y ello aumenta las expectativas de la poblaci¨®n y, al mismo tiempo, su confianza en la presidenta.
Estas reformas se emprenden en una situaci¨®n en la que el crecimiento se ha recuperado en todo el continente. Hay importantes super¨¢vits presupuestarios en Chile, Argentina y Brasil, y la capacidad de presi¨®n de Estados Unidos ha disminuido enormemente como consecuencia de la guerra de Irak, que ha minado la posici¨®n moral del Gobierno de Bush. Es decir, todas las circunstancias son propicias para el ¨¦xito de un pa¨ªs que ya ha logrado la victoria m¨¢s importante al superar un enfrentamiento entre extremos que lo ten¨ªa paralizado y recuperar la confianza en s¨ª mismo, sin la que no es posible emprender ning¨²n tipo de reforma. Esa confianza renovada y esa liberaci¨®n de sus propios demonios se transparentan en el j¨²bilo y la emoci¨®n con que la gente ha recibido cada gesto de una presidenta que parece pertenecer a¨²n a la "sociedad civil", pese a ocupar ya la c¨²spide del Estado. Habr¨¢ numerosos obst¨¢culos en el camino de la nueva presidenta, pero no habr¨¢ marcha atr¨¢s.
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el sistema sovi¨¦tico no termin¨® con el pensamiento bipolarizado, que p
rovoca todav¨ªa una par¨¢lisis demasiado grande porque impide cualquier alianza, cualquier compromiso, cualquier reforma, y s¨®lo combina declaraciones totalmente radicales con pol¨ªticas inm¨®viles. Por eso lo que acaba de suceder en Chile tiene una importancia no s¨®lo continental, sino mundial, y la comunidad internacional tiene que aplaudir la extraordinaria recuperaci¨®n de Chile llevada a cabo por Ricardo Lagos. Es esa recuperaci¨®n, esa aut¨¦ntica liberaci¨®n, la que explica hoy que Michelle Bachelet, v¨ªctima de la dictadura e hija de un general fusilado por el Ej¨¦rcito, pueda ponerse a la cabeza de un pa¨ªs reconciliado, aunque la lucha pol¨ªtica siga viva, un pa¨ªs en el que las Fuerzas Armadas, de acuerdo con el general Cheyre, han reconocido su sometimiento al poder pol¨ªtico legalmente constituido.
Alain Touraine es soci¨®logo y director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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