Est¨¦riles a la fuerza: por fin una victoria
80 gitanas checas fueron forzadas a no tener hijos; una logra la primera sentencia a su favor
Son gitanas checas, y una intervenci¨®n m¨¦dica que aseguran no haber consentido las ha dejado est¨¦riles para siempre. Hasta 80 mujeres se han quejado ante el Defensor del Pueblo, que recientemente ha concluido que la Rep¨²blica Checa se enfrenta a un problema de esterilizaciones no consentidas. La mitad de estas mujeres fueron intervenidas durante los a?os del comunismo, en los que las pr¨¢cticas eugen¨¦sicas eran reconocidas; la otra mitad, tras la ca¨ªda del tel¨®n de acero y hasta hace bien poco.
Tras a?os de silencio, algunas de las afectadas -la gran mayor¨ªa, gitanas- han decidido organizarse y han optado por librar una batalla legal que ya ha dado sus primeros frutos: una sentencia del tribunal de Ostrava, al oeste del pa¨ªs, ha obligado al hospital que esteriliz¨® en 2001 a Helena Ferencicova a pedir disculpas por no haber recabado el consentimiento de la paciente de forma adecuada.
Jalogova y las decenas de mujeres que han pasado por su situaci¨®n se aferran ahora a las palabras del Defensor del Pueblo checo
El jefe m¨¦dico asegura que el hospital siempre recaba el consentimiento de los pacientes y considera que las afectadas s¨®lo buscan sacar provecho econ¨®mico
Helena Jalogova es una de las gitanas que han decidido hablar y llevar su caso hasta el Defensor del Pueblo. En 1990 vio c¨®mo su deseo de tener hijos se desvanec¨ªa para siempre tras el parto de su cuarto hijo. A esta mujer gitana le hicieron firmar unos papeles que asegura no entend¨ªa. "No s¨¦ leer ni escribir muy bien", reconoce. "Cuando me iban a dar el alta fue cuando me dijeron lo que me hab¨ªan hecho. Tard¨¦ un a?o en atreverme a cont¨¢rselo a mi marido. ?l no entend¨ªa por qu¨¦ no me quedaba embarazada, y al final se lo dije. Quiso separarse, pero al final se qued¨®. Cuando bebe, todav¨ªa me lo reprocha", cuenta Jalogova, una mujer gruesa y sonriente, que dice que ella y su marido, minero, est¨¢n pensando en adoptar a un ni?o.
Jalogova vive con su familia en Privoz, un gueto al que llaman barrio, a las afueras de Ostrava. All¨ª, el deshielo que anuncia el fin del g¨¦lido invierno checo saca a la superficie monta?as de basura, que los servicios del Ayuntamiento no recogen. En Privoz no hay comercios ni centro de salud; s¨®lo casas, que est¨¢n que se caen. Este barrio es s¨®lo uno de los que encierran a la comunidad gitana de Ostrava, donde se calcula que cerca de un tercio de sus 300.000 habitantes son de esta etnia. La tercera ciudad de la Rep¨²blica Checa vive hoy sus horas m¨¢s bajas, inmersa en una dif¨ªcil transici¨®n a la econom¨ªa de servicios despu¨¦s de haber sido el motor industrial y minero del pa¨ªs. La precariedad social y laboral de la zona golpea especialmente a la comunidad gitana, seg¨²n los servicios sociales de la ciudad.
Jalogova y las decenas de mujeres que han pasado por su situaci¨®n se aferran ahora a las palabras del Defensor del Pueblo checo. El informe final de esta instituci¨®n establece que "es un hecho hist¨®rico que antes de noviembre de 1989, Checoslovaquia aplic¨® una serie de medidas contra la comunidad gitana, dirigidas a su asimilaci¨®n en la sociedad. Estas medidas incluyeron esfuerzos por parte de los servicios sociales para controlar la natalidad en la comunidad gitana, para que dejaran de representar 'un riesgo social". Por eso, el Defensor solicita indemnizaciones para las mujeres esterilizadas durante ese periodo. Asimismo considera que a partir de 1990 no ha habido ninguna pol¨ªtica estatal dirigida a reducir la natalidad entre los gitanos, pero que el problema de "las esterilizaciones ilegales existe". Adem¨¢s, el Defensor del Pueblo recomienda al Gobierno checo la puesta en marcha de una serie de medidas para que el consentimiento informado se haga efectivo.
Michaela Tomisova es la joven abogada que defendi¨® el caso de Ostrava y que est¨¢ dispuesta a poner patas arriba los tribunales del pa¨ªs para lograr arrancar la petici¨®n de perd¨®n a los culpables, y compensaciones econ¨®micas para las v¨ªctimas. "Aqu¨ª, en la Rep¨²blica Checa, es bastante corriente que no se pida el consentimiento en los hospitales, porque los m¨¦dicos piensan que saben mejor que el paciente lo que hay que hacer; no se considera al enfermo como alguien aut¨®nomo", explica Tomisova en su despacho de la Universidad de Brno, al sureste de Praga, donde trabaja en un doctorado sobre los derechos del paciente. Tomisova considera que la esterilizaci¨®n forzada de mujeres checas ha sido y es "un problema general, pero se agudiza en los grupos m¨¢s vulnerables: mujeres y gitanas".
Avalancha de denuncias
Richard Spousta, el jefe m¨¦dico del hospital p¨²blico Fifejdy, en Ostrava, en el que esterilizaron a Jalogova, niega rotundamente las acusaciones. Asegura que el hospital siempre recaba el consentimiento de los pacientes de forma adecuada y considera que las afectadas s¨®lo buscan sacar provecho econ¨®mico. "Aqu¨ª, cada paciente recibe un formulario que debe rellenar y en el que se explica en qu¨¦ consiste la operaci¨®n. Si no lo entiende, puede preguntar", dice el joven Spousta. "Adem¨¢s, ?qu¨¦ casualidad que empiecen todas a quejarse ahora! Hace a?os que sab¨ªan lo que les hab¨ªa pasado y no parec¨ªa importarles", a?ade. La abogada Tomisova explica que la avalancha de denuncias tiene que ver con que estas mujeres empiezan a tomar ahora conciencia de lo sucedido y adem¨¢s tienen por primera vez acceso a ayuda legal. La mayor¨ªa de las clientes de Tomisova son gitanas que viven en barrios como el de Jalogova y que no tienen acceso a la justicia. "Al principio eran conscientes de que les hab¨ªa sucedido algo malo, pero no sab¨ªan muy bien qu¨¦ hacer. A la mayor¨ªa les ha costado mucho reconocer p¨²blicamente lo ocurrido", dice la jurista.
A la toma de conciencia ha contribuido una suerte de terapia de grupo que el primer viernes de cada mes re¨²ne a una veintena de gitanas en la sede de una asociaci¨®n de Ostrava. All¨ª, las mujeres hablan de su pasado y de su presente, y dicen que les ayuda mucho darse cuenta de que otras est¨¢n pasando por lo mismo. Eso cuenta Helena Gorolova, tambi¨¦n gitana, y esterilizada sin haberlo consentido el 24 de septiembre de 1990, seg¨²n cuenta esta mujer de piel morena y pelo color azabache en la sede de la asociaci¨®n Vivir Juntos. "Llevaba un d¨ªa ingresada en el hospital para dar a luz. Sangraba mucho y el parto se complicaba. Vinieron varios m¨¦dicos con unos papeles y me hicieron firmar. Uno de los papeles era una autorizaci¨®n para ser esterilizada, pero yo no ten¨ªa ni idea de lo que firmaba, me estaba muriendo de dolor y la anestesia empezaba a hacer efecto", cuenta Gorolova, quien dice estar convencida de que las gitanas se enfrentan a un caso claro de discriminaci¨®n. "Sabemos que tambi¨¦n ha habido casos de mujeres payas, pero el n¨²mero no es ni much¨ªsimo menos tan alto", apunta.
Para estas mujeres, al deseo frustrado de tener hijos se le suma el estigma que esto supone para una mujer gitana. "Para nosotras es muy dif¨ªcil", explica Gorolova, de profesi¨®n cerrajera y que como su esposo, minero, vive de lo que cobran del paro. "A mi marido le dicen: 'Tu mujer no sirve para nada, no puede tener hijos'. Para las suegras supone toda una deshonra". A Gorolova le gustar¨ªa llevar su caso a los tribunales, pero no tiene el dinero suficiente para pagar un abogado, as¨ª que esperar¨¢ a que Tomisova quede libre y pueda ocuparse de su caso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.