Otro Primero de Mayo
Cada Primero de Mayo se?ala una derrota global desbordante de victorias parciales donde se celebra la aspiraci¨®n imposible de una remota unanimidad en la desdichada construcci¨®n de la conducta humana
Emancipaciones
Aquello de que la emancipaci¨®n de la clase obrera habr¨ªa de emancipar, de paso, a toda la humanidad, parece que pas¨® a la letra peque?a de las narraciones m¨ªticas. Y, sin embargo, cualquiera que se tome la molestia de leer el tomo primero de El Capital asistir¨¢ a un formidable despliegue de la raz¨®n que capta algo tan b¨¢sico para la dignidad humana en su conjunto como el combate obrero por la implantaci¨®n de la jornada de ocho horas. Un objetivo muy puesto en raz¨®n que todav¨ªa no ha sido alcanzado. Naturalmente, las clases sociales, ese concepto decimon¨®nico, ya no existen, y es por ello que tampoco existen las oleadas de inmigrantes ahogados en pateras ni los millones de ni?os que trabajan en peores condiciones que los mineros de la primera revoluci¨®n industrial. ?El marxismo? Una antigualla pseudote¨®rica formulada por un profeta que ni siquiera se aten¨ªa, en lo personal, a sus premisas. ?El capitalismo? Un camino de rosas hacia la prosperidad familiar. ?La verdad? Una mentira como una casa.
Segregaci¨®n concertada
Estar¨ªa de acuerdo con la segregaci¨®n escolar que va tomando cuerpo, sobre todo en algunos colegios concertados, a condici¨®n de que los profesores de los ni?os sean varones y los de las ni?as, mujeres. Quedar¨ªa por ver qu¨¦ se hace con los curas de sotana que a la vez son profesores, ateni¨¦ndose a lo que dec¨ªa Fellini de su infancia, en la que recuerda al menos tres sexos: hombres, mujeres y curas. Los adalides de la educaci¨®n diferenciada (otro sofisma de meapilas) son al mismo tiempo grandes defensores de las chicas, o quiz¨¢s de las mujeres, ya que entre sus argumentos figura la falacia de que los ni?os suponen a menudo una r¨¦mora en la educaci¨®n escolar de las ni?as. As¨ª que tendr¨¢n que ir prepar¨¢ndose, salvo que sus intenciones reales difieran de las medidas escolares que proponen, para ir creando las condiciones de posibilidad de una sociedad en la que la ciudad de las mujeres est¨¦ n¨ªtidamente separada del suburbio de los varones. En cuanto a las vocaciones religiosas, parece que nadie ya quiere ser monja, por mucho que la estimulen, mientras que unos pocos persisten todav¨ªa en la tenebrosa vocaci¨®n del sacerdocio, donde no se salvan almas, pero se las gana.
Alto el fuego
Lo que espera la gente es que por fin se resuelva el asunto de los chantajes armados de ETA y no que los pol¨ªticos peperones anden evaluando a su antojo cualquier episodio nuevo de violencia callejera. El proceso de paz es imparable a condici¨®n de que no se le pongan m¨¢s obst¨¢culos de los necesarios. Es probable que el entorno residual de los asesinos vocacionales intente reafirmarse volviendo a la antig¨¹edad del onanismo terrorista, pero esa engorrosa eventualidad va en el sueldo de un prop¨®sito mayor todav¨ªa no obligado a prevenir en sus detalles la voluntad perif¨¦rica de perpetuar una bronca est¨¦ril. Nadie puede aprovecharse de sucesos, que probablemente se repetir¨¢n, para clausurar sin m¨¢s una esperanza de amplio espectro.
El taxista
Es verdad. En el Madrid de los 70 fui uno de aquellos tontos ¨²tiles que cada Primero de Mayo saltaba en la Gran V¨ªa junto a cuatro idiotas m¨¢s para recibir las hostias de los grises por mencionar a Franco de manera poco amable, pero es que entonces no sab¨ªa que el General¨ªsimo nos hab¨ªa devuelto las libertades y que los socialistas eran los culpables de la Guerra Civil, cuyas consecuencias todav¨ªa entonces estaban en vigor. Se ve que tampoco lo sab¨ªa el taxista que un d¨ªa, llegando yo tarde a la entrega de varios paquetes de octavillas, se neg¨® a cobrarme la carrera, aconsej¨¢ndome de paso que no me metiera en l¨ªos porque ya no serv¨ªan para nada. Una an¨¦cdota est¨²pida que tiene al menos la boba ventaja de recordar que ya entonces hab¨ªa taxistas desde?osos con las necias proclamas de la Cope.
Rotundidad y alevos¨ªa
Alguno de esos columnistas que mudan de opini¨®n seg¨²n el medio que les contrata anda manifestando por el mundo sus dudas acerca de la capacidad intelectual de Rodr¨ªguez Zapatero, una duda que jam¨¢s se ha mencionado respecto de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, pues que jam¨¢s la tuvo, y de ah¨ª el pavoroso silencio sobre tan preocupante asunto. Es, por lo dem¨¢s, un tipo de columnista de mucho conformar que se proclama heredero intelectual de Aza?a, por aquello de la piedad republicana, y tambi¨¦n de Josep Pla, si es de origen catal¨¢n. Ni uno ni otro pueden desmentirlo, como ocurre con el escritor provinciano que tiene a Faulkner por su maestro, pero dar¨ªa al menos un euro por saber qu¨¦ diablos pensar¨ªa el Pla del Quadern Gris de estos aprendices del adjetivo insultante. Si es que se tomaba la molestia.
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