Huelga de ilegales
La huelga de trabajadores sin papeles, ayer, en 50 ciudades de Estados Unidos puede resultar parad¨®jica. Independientemente de su desigual seguimiento y de las manifestaciones a las que se sumaron inmigrantes legales, el paro refleja la creciente unidad, organizaci¨®n e importancia de un movimiento que ha nacido de forma relativamente espont¨¢nea. Con su jornada de huelga, en un Primero de Mayo que no es festivo en EE UU y que celebra su D¨ªa del Trabajo el 4 de septiembre
los 12 millones (80% de ellos hispanos, y el resto, fundamentalmente asi¨¢ticos) de inmigrantes sin papeles que se calcula trabajan en ese pa¨ªs intentaron demostrar lo esenciales que resultan para su econom¨ªa, ya sea en la agricultura, servicios de limpieza, atenci¨®n sanitaria o en otras actividades.
Lo que piden, a menudo con el apoyo de algunos de los empresarios que los contratan, es que la ley los reconozca y legalice su situaci¨®n, algo a lo que se resisten muchos congresistas -que ven que estos sin papeles no votar¨¢n en las elecciones de noviembre-, pero por lo que empuja el presidente Bush. En sus victorias de 2000 y 2004 pes¨® el voto hispano, y se percata de que estos ilegales de hoy y sus hijos son votantes de ma?ana. A fin de cuentas, los inmigrantes se est¨¢n movilizando para reclamar la ciudadan¨ªa.
Esta huelga y las marchas guardan similitudes con el movimiento pac¨ªfico por los derechos civiles de los negros en los sesenta, y tienen un m¨¦rito a?adido, pues un indocumentado carece de sindicato y puede perder su trabajo. De hecho, este temor ha mantenido a muchos de ellos en sus tareas laborales.
Los hispanos se movilizaron en abril de forma bastante espont¨¢nea para pedir su legalizaci¨®n, lo que ha provocado un amplio debate identitario en EE UU en torno a la pregunta ?qui¨¦nes somos? Incluso en la c¨²spide en Washington hay todo un debate sobre si aceptar una versi¨®n en espa?ol del himno nacional, con el presidente Bush en contra y Condoleezza Rice a favor, pues la secretaria de Estado est¨¢ muy sensibilizada con los derechos civiles recordando c¨®mo de ni?a sus propios padres estaban discriminados.
Esta vez se trata de que el sue?o americano tambi¨¦n incorpore a esos ilegales sin los cuales la econom¨ªa de la superpotencia simplemente no funcionar¨ªa. Y no miremos s¨®lo la paja en el ojo ajeno: tampoco funcionar¨ªa la europea sin sus propios sin papeles. La cuesti¨®n, aqu¨ª y all¨ª, es c¨®mo incorporar a estos millones que ya son parte de nosotros, sin provocar una avalancha descontrolada de otros que les sigan.
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