Apelaci¨®n a las urnas
La rebeli¨®n de las bases de Esquerra Republicana coloca al Gobierno catal¨¢n en un punto en que deber¨ªa ser imposible para el presidente Maragall seguir mirando a otra parte, como si no pasara nada. El martes por la ma?ana, el tripartito -con los consellers de Esquerra incluidos- hac¨ªa p¨²blica una nota que animaba a actuar para que el Estatuto, "pieza b¨¢sica de nuestro autogobierno", sea "conocido, apreciado y valorado adecuadamente", y apelaba a la implicaci¨®n en el refer¨¦ndum de todos los consellers de un Gobierno "que le ha dedicado tantos esfuerzos". Por la tarde, las asambleas de militantes de Esquerra se manifestaban abrumadoramente a favor del no. En esta situaci¨®n, con un Gobierno dividido sobre su principal opci¨®n estrat¨¦gica y con unas bases que consideran insuficiente el desmarque de la direcci¨®n de Esquerra respecto del Estatuto, ?hay otra soluci¨®n razonable que aplicar las t¨¦cnicas habituales en democracia para estas situaciones: dimisiones y apelaci¨®n a las urnas? ?Alguien puede pensar que un Gobierno puede seguir un a?o as¨ª sin grave deterioro para la instituci¨®n y para los partidos que lo forman?
Este episodio confirma las dificultades de adaptaci¨®n a la democracia representativa de un partido asambleario como Esquerra. La militancia, como todo intelectual org¨¢nico colectivo, representa un universo siempre m¨¢s estrecho y cerrado que el del conjunto de votantes del partido. Si, adem¨¢s, falla la sinton¨ªa entre militancia y direcci¨®n, la gesti¨®n del capital pol¨ªtico -proyecto ideol¨®gico, votos y poder institucional- se hace muy dif¨ªcil. La direcci¨®n vive en estado de v¨¦rtigo, por la amenaza de la militancia. Y es este p¨¢nico el que explica el err¨¢tico andar de Esquerra por la legislatura. Ten¨ªa dos opciones: el s¨ª a un Estatut por el que ha trabajado como el que m¨¢s, y el no seguido del abandono del Gobierno, conforme al sentir de las bases. La direcci¨®n de Esquerra escogi¨® la peor: la confusi¨®n. ?Se cumplir¨¢ la profec¨ªa de Carretero de que en este partido cuando las bases no est¨¢n de acuerdo con la direcci¨®n se la cargan?
Al mismo tiempo, este nuevo enredo confirma el error de Maragall al cambiar el Gobierno a menos de dos meses del refer¨¦ndum. Con la remodelaci¨®n, Maragall dej¨® sentada la continuidad del tripartito, independientemente de la posici¨®n de cada partido ante el refer¨¦ndum. Perd¨ªa por tanto toda capacidad de coacci¨®n sobre sus socios. Y, a su vez, ha favorecido -con Carretero liberado- que el no se organizara en Esquerra, con lo cual la direcci¨®n republicana est¨¢ profundamente dividida y con el agua al cuello.
En estas circunstancias, el Estatuto llega a puerto con agujeros en todo el barco. El refer¨¦ndum, que deb¨ªa ser una fiesta de afirmaci¨®n nacional, se ha convertido en una pesadilla. El p¨¢nico es tal que el Gobierno ha metido la pata buscando incentivos ilegales para aumentar la votaci¨®n. Y lo que ten¨ªa que ser una renovaci¨®n del autogobierno para un par de generaciones est¨¢ cuestionado antes de empezar. El Estatuto del 30 de septiembre -el que aprob¨® el Parlament- es desde ya la nueva bandera reivindicativa. Los tiempos son muy importantes en pol¨ªtica. Y el tripartito se equivoc¨®. Quiso afrontar la reforma estatutaria antes de demostrar que era capaz de gobernar de otra manera, como sus dirigentes dec¨ªan. Con el Estatuto pretend¨ªan asegurar la cohesi¨®n y la estabilidad del Gobierno catalanista y de izquierdas y decantar la hegemon¨ªa del nacionalismo de su lado, a costa de CiU. Nada de nada. Historias de un pa¨ªs pensado en peque?o en que la pol¨ªtica no cesa de empeque?ecerse.
Un dirigente socialista me lo dec¨ªa muy gr¨¢ficamente: "Cuando en un restaurante te toca al lado una mesa con chiquillos hiperactivos, ruidosos y maleducados, primero compadeces a los padres, pero al cabo de un rato te irritas contra ellos por haber malcriado tanto a sus hijos. Al PSC le ocurre algo parecido: en la primera parte de la legislatura, la gente dec¨ªa ¨¦stos de Esquerra son novatos en las funciones de gobierno y muy liosos, suerte que los socialistas son gente seria. Ahora, sin embargo, la gente ya empieza a preguntarse: ?C¨®mo es posible que los socialistas hayan sido incapaces de poner en vereda a esta gente y sigan gobernando con ellos?". En el PSC empiezan a preguntarse: ?Hasta d¨®nde llegar¨¢ nuestro desprestigio si seguimos as¨ª un a?o m¨¢s? Es el primer s¨ªntoma de que algo puede moverse.
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