Mao, s¨®lo sombras
Cuando el mundo se rinde ante el ¨¦xito econ¨®mico de la China de Deng Xiaoping -el llamado arquitecto de la reforma-, los dirigentes chinos comienzan a analizar los efectos negativos del vertiginoso desarrollo de los ¨²ltimos 27 a?os y tratan de recuperar los logros del periodo mao¨ªsta para frenar el creciente descontento de quienes se han quedado en la cuneta de la furia capitalista, aproximadamente dos tercios de la poblaci¨®n. En marzo pasado, el primer ministro, Wen Jiabao, reconoc¨ªa ante la sesi¨®n plenaria anual del Parlamento que la vida en el campo se ha hecho mucho m¨¢s ingrata para sus habitantes, no s¨®lo por las diferencias de ingresos entre la poblaci¨®n rural y la urbana, sino tambi¨¦n por el deterioro de la educaci¨®n y la atenci¨®n sanitaria, principales aportaciones de la revoluci¨®n mao¨ªsta.
MAO. LA HISTORIA DESCONOCIDA
Jung Chang y Jon Halliday
Traducci¨®n de Amado Di¨¦guez
y Victoria E. Gordo del Rey
Taurus. Madrid, 2006
1.029 p¨¢ginas. 28 euros
Para Jung Chang, sin embargo, no existe nada positivo que pueda atribuirse al fundador de la Rep¨²blica Popular, al que califica del mayor asesino de la historia y le atribuye responsabilidad sobre "la muerte de m¨¢s 70 millones de personas en tiempos de paz". La autora de Mao. La historia desconocida desmonta todas y cada una de las proezas construidas en torno al l¨ªder chino por sus hagi¨®grafos y, con bastante m¨¢s rigor del que ellos tuvieron para alzarle, airea el lado m¨¢s oscuro del llamado Gran Timonel de la China comunista.
El libro es fruto de una d¨¦cada de trabajo exhaustivo de investigaci¨®n sobre la personalidad y los casi 83 a?os de historia transcurridos en vida de Mao Zedong (1893-1976), realizado por Jung Chang y su marido, el historiador brit¨¢nico Jon Halliday, tanto en medios chinos como de otros muchos pa¨ªses. Los autores bebieron tambi¨¦n directamente de las fuentes y entrevistaron a cientos de personas de los cinco continentes que estuvieron en contacto con el controvertido presidente chino. Pese a ello, el libro incide ¨²nicamente en los aspectos m¨¢s siniestros del tirano y adolece de la libertad que Jung Chang dio al lector en Cisnes salvajes para que sacara sus propias conclusiones.
No es de extra?ar que su obra se haya prohibido en un pa¨ªs que, pese a su apertura y habilidad para captar financiaci¨®n exterior, sigue bajo la f¨¦rrea autoridad del Partido Comunista Chino (PCCh). Como afirma Minxin Pei, director del Programa de China en el Carnegie Endowment for Internacional Peace, "el Estado mao¨ªsta predicaba el igualitarismo y se apoyaba en la lealtad de trabajadores y campesinos", mientras que el actual neoleninismo chino ha generado un "capitalismo amiguista con peculiaridades propias como el maridaje entre el poder ilimitado y la riqueza il¨ªcita".
En resumidas cuentas, ni lo de ahora es tan magn¨ªfico como lo pintan las grandes multinacionales, ni lo de entonces fue tan horrendo como se desprende de las 1.029 p¨¢ginas del libro. El texto presenta a un Mao s¨®lo interesado en asir el poder; que desprecia al campesinado del que procede; que envenena a sus rivales; que traiciona a sus leales amigos; que desde?a el igualitarismo; manipulador hasta la muerte; d¨¦spota rencoroso y sucio; abusador de adolescentes, mal marido y mal padre. Luces sin sombras para unos y sombras sin luces para otros. La eterna contradicci¨®n del Imperio del Centro.
En medio de estos trenes que discurren paralelos y en sentido contrario, sorprende hasta qu¨¦ punto el PCCh puede ser burdo en su empe?o de agarrarse a Mao como tabla de salvaci¨®n de su estrategia de dominio. Treinta a?os despu¨¦s de su muerte, no s¨®lo no ha propiciado una revisi¨®n digna de su biograf¨ªa sino que acaba de levantar la mayor estatua jam¨¢s esculpida del dictador -35 toneladas de peso- para colocarla ni m¨¢s ni menos que en el T¨ªbet.
Semejante absurdo, en un momento en que supuestamente han comenzado a tenderse los puentes para que el Dalai Lama pueda regresar alg¨²n d¨ªa a su tierra, es dif¨ªcilmente atribuible a la megaloman¨ªa personal de Mao. Los monstruos se alimentan de inseguridades que se expanden como las ondas en el agua y se refuerzan con los temores de sus aduladores. No fue Mao s¨®lo quien se deific¨®, sino que fueron y son aduladores inseguros quienes lo convirtieron en ¨ªdolo y como tal lo mantienen. Ya va siendo hora de que el PCCh se atreva a respetar la libertad de expresi¨®n para que el p¨¦ndulo de la historia china deje de dar bandazos. Permitir la publicaci¨®n de esta obra ser¨ªa un buen comienzo.
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