Fotograf¨ªas no tan lejanas
Subieron a este vag¨®n un ruso y un rumano. Se pusieron a tocar uno el viol¨ªn y el otro el acorde¨®n. Eran j¨®venes. Lo hac¨ªan bien. Los viajeros estaban satisfechos. Un hombre que tom¨® el tren en Cullera y se sent¨® a mi lado les dio con gusto un euro. "Un euro ya no es dinero", dijo excus¨¢ndose. Al o¨ªr esta frase acudi¨® a mi memoria un tipo muy flaco que hace un mont¨®n a?os -tal vez treinta, o quiz¨¢ m¨¢s- se tragaba bombillas despu¨¦s de triturar el vidrio. Lo hac¨ªa en la Alameda y en ocasiones a las puertas de la Estaci¨®n del Norte, donde la gente formaba corro. Luego, el supuesto faquir terminaba su actuaci¨®n suplicando, ya con la boca ensangrentada, "una peseta, por el amor de Dios, una peseta no es dinero". Aqu¨¦l hombre ten¨ªa raz¨®n. Una peseta no era dinero hace 30 a?os, como un euro tampoco lo es ahora.
"En cada una de esas fotos s¨®lo hay un hombre que ha recibido un disparo en la cabeza"
En la estaci¨®n del Norte montaron una muestra fotogr¨¢fica de los tiempos de la emigraci¨®n masiva de los espa?oles. Se ha hablado de esta muestra un par de veces en este peri¨®dico, pero no es bastante. Hay que seguir hablando de ella para que no s¨®lo la visiten quienes la encuentren a su paso hacia los andenes, sino tambi¨¦n los que no van a subir ni a bajar de ning¨²n tren. Porque los rusos y los rumanos y los marroqu¨ªes y los centroamericanos que ahora vienen a nuestro pa¨ªs, con o sin papeles, aparecen sin estar todav¨ªa retratados aqu¨ª tal como fuimos nosotros fotografiados en su momento. Pong¨¢monos junto a los extraordinarios retratos de Jes¨²s C¨ªscar y nos meteremos en la piel del joven emigrante valenciano a Par¨ªs que a los 17 a?os tuvo que dejar los campos arruinados por la helada del 58 para no morirse de hambre. Hagamos eso y esta exposici¨®n ser¨¢ interactiva. Traigamos al subsahariano sin documentaci¨®n y tambi¨¦n sin temor a que pida aqu¨ª la voluntad. Est¨¢ en su derecho. Un papel no es la ley. As¨ª estaremos m¨¢s cerca del lugar que nos corresponde, el lugar de la memoria que es, sin duda, el lugar del entendimiento.
Despu¨¦s me he dirigido con calma, con los pasos de un emigrante que camina de vuelta hacia s¨ª mismo, hasta la calle Vestuario, cerca del Patriarca. Aqu¨ª est¨¢ el archivo fotogr¨¢fico de Jos¨¦ Huguet Chanz¨¢, un hombre que lleva m¨¢s de medio siglo coleccionando fotos y postales de Valencia que se remontan, en algunos casos, a los inicios de la fotograf¨ªa. Una gran parte de su colecci¨®n la vendi¨® Huguet recientemente a la Biblioteca Valenciana. El verdadero placer de un coleccionista no proviene ¨²nicamente de la acumulaci¨®n de los objetos que colecciona, sino tambi¨¦n de su divulgaci¨®n o exhibici¨®n. Y esto lo sabe muy bien Jos¨¦ Huguet cuando piensa en que est¨¢ a punto de cumplir 75 a?os. ?l no emigr¨® por necesidad al extranjero, pero su padre lo mand¨® primero a Alemania y luego a Francia siendo todav¨ªa un muchacho imberbe. Su abuelo fue exportador de naranjas, y tambi¨¦n su padre, que era terrateniente. Pero ah¨ª acab¨® la tradici¨®n familiar, y Jos¨¦ Huguet no sigui¨® los pasos de sus antepasados. Es m¨¢s, se cas¨® con una francesa a la que conoci¨® en la Venta de la Chata, cerca de Calp. Y poco despu¨¦s cre¨® una sociedad para urbanizar Calp y X¨¤bia. Pero asegura tener la conciencia tranquila. Pudo haber hecho animaladas como las que ahora se hacen con el benepl¨¢cito general, porque en los a?os sesenta ni siquiera hab¨ªa normas urban¨ªsticas en el Ayuntamiento de Calp. "Yo ten¨ªa un mill¨®n y medio de metros cuadrados en X¨¤bia para urbanizar y en todas las escrituras de mis parcelas hac¨ªa constar cuando las vend¨ªa que las viviendas no tuvieran m¨¢s que la planta baja y un piso, y una altura m¨¢xima de siete metros".
No puede, ni quiere, volver a Calp. Se consuela refugi¨¢ndose en sus tres hist¨®ricos molinos de piedra en un monte de X¨¤bia, pues un coleccionista no puede tener un solo molino: necesita tres. Cuando Huguet sube a las alturas para contemplar el paisaje, se hace cruces suplic¨¢ndole al cielo que el mar no sea urbanizado conforme a los designios de alg¨²n ambicioso PAI n¨¢utico.
Le pregunto c¨®mo hizo su colecci¨®n de 40.000 fotos y postales. "En mis viajes a Par¨ªs. En los paseos por los bouquinistas a lo largo del Sena. En las ferias especializadas donde encuentras lo que no sospechabas que existiera. Y tambi¨¦n aqu¨ª mismo, donde vienen a ofrecerme material. Lo veo y si me interesa lo compro. Aunque a veces ni siquiera lo veo porque puede tratarse de im¨¢genes espantosas".
Entonces Huguet saca unos sobres en los que est¨¢ escrita una fecha: 19 de noviembre de 1936. Hab¨ªa estallado la Guerra Civil hac¨ªa cuatro meses y el fot¨®grafo Barber¨¢ Masip, que trabajaba para el Ayuntamiento, retrataba a diario cad¨¢veres sin identificar. La derecha era fusilada por la izquierda, como en el otro bando la izquierda era fusilada por la derecha. En cada una de estas fotos solo hay un hombre que ha recibido un disparo en la cabeza y le han dejado caer un n¨²mero, como si fuera una flor, entre las manos. Todos ellos tienen un ojo reventado y como saliendo perseguido por el ¨²ltimo horror de la existencia. Su expresi¨®n es de p¨¢nico, de asombro, de angustia. Han sido introducidos en cajas de madera de pino. Y esa madera es lo ¨²nico que parece tener vida. Al dorso se lee la fecha y el lugar: Cruz de Paterna, El Saler, La Rambleta. ?Qu¨¦ hace Huguet con unas fotos que ni siquiera se atreve a contemplar? "Todas estas fotos las prest¨¦ a la televisi¨®n catalana para un programa de la Guerra Civil".
Claro que tambi¨¦n hay fotos y tarjetas postales -la mayor¨ªa- que son hermosas, nost¨¢lgicas y hasta divertidas. Algunas llevan un texto escrito con una caligraf¨ªa cuidada, con pluma y tinta. Leemos palabras de amor, promesas de fidelidad eterna, anuncios de visitas que imaginamos har¨ªan felices a sus destinatarios. Y tambi¨¦n vemos calles y plazas de una Valencia que no parecen haber existido nunca. No fueron trucadas ni embellecidas. Era exactamente as¨ª el paisaje urbano de una apacible y provinciana ciudad que en algunos planos muestra su rostro m¨¢s elegante. No hab¨ªa lujo ni ostentaci¨®n porque se consideraba algo de mal gusto, de nuevos ricos o de criaturas extravagantes sin distinci¨®n.
Ahora nos interrumpe la llamada de un director de cine muy interesado en fotos originales de la llegada a Valencia del f¨¦retro del pintor Sorolla. ?Tiene Huguet im¨¢genes del sepelio? ?Cu¨¢ntas? Pero Huguet responde que eso tendr¨¢ que verlo. Que vuelva a telefonear este director dentro de un par de d¨ªas. Porque saber lo que uno tiene, lo que ha prestado, vendido o regalado, o lo que desea comprar y cree haber comprado, todo eso pide tiempo. Y, que sepamos, todav¨ªa no hay coleccionistas de tiempo.
www.ignaciocarrion.com
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