"Esta pelea era sin navajas"
Los padres de Manu reviven la tragedia ocurrida hace 12 meses mientras el barrio intenta recuperar la normalidad
El tel¨¦fono no para de sonar. Televisiones y radios quieren rememorar la tragedia. En el aniversario de la muerte de Manuel Gonz¨¢lez Carmona, Manu, nadie quiere perderse el testimonio de sus padres. "Vale, iremos. Pero no queremos que nos cort¨¦is", exige Mar¨ªa Josefa Carmona, la madre de Manu, a uno de los programas que la invita. "Era del programa de Nieves Herrero, pero es que la ¨²ltima vez que fuimos a la tele tambi¨¦n estaba Enrique Iglesias y casi no pudimos contar nada de lo que quer¨ªamos", explica.
Un a?o despu¨¦s, los padres de Manu encuentran en los medios de comunicaci¨®n la oportunidad de pedir justicia. "Que se cumplan las penas ¨ªntegramente. Matar no puede salir tan barato", dice Emilio Gonz¨¢lez, su padre. Para McGrady, el supuesto homicida de Manu, el fiscal ha solicitado 12 a?os de c¨¢rcel. "Lo mismo que para ese que rob¨® un jam¨®n hace 20 a?os y que ahora tiene que entrar en la c¨¢rcel", protesta Emilio. Para hacerse la fotograf¨ªa, la madre pide aparecer con un cartel en el que exige el cumplimiento ¨ªntegro de las penas.
El 2 de mayo de hace un a?o, Manu recibi¨® dos pu?aladas de manos de Jos¨¦ Manuel M. L., un dominicano apodado McGrady. Una de ellas le seccion¨® el coraz¨®n. "Cabr¨®n, esto era sin navaja. Me muero", fueron sus ¨²ltimas palabras, seg¨²n cuenta su padre. Manu pensaba que ser¨ªa una pelea con los pu?os. Sus amigos no hicieron nada, "se acobardaron", cuenta sin rencor su padre. Pero no tard¨® en desatarse un brote de violencia en el barrio de Oroquieta (Villaverde Bajo) que termin¨® con agresiones a inmigrantes. Los padres de Manu llamaron entonces a la calma. No quieren venganzas de ning¨²n tipo. S¨®lo que se haga justicia.
El d¨ªa en que mataron a su hijo, Emilio y Mar¨ªa Josefa hab¨ªan ido al centro para donar libros en el D¨ªa del Libro Solidario. A las ocho menos cuarto de la tarde, en el autob¨²s que les llevaba de vuelta a casa, recibieron una llamada de Laura, la novia de Manu. La chica no se atrevi¨® a decirles nada, pero su hijo ya estaba muerto. Cuando llegaron a su domicilio, sus padres encontraron encima de la mesa el bocadillo de la merienda de Manu sin tocar. Emilio pens¨® com¨¦rselo, pero la madre quiso guardarlo. A las diez y media llam¨® la polic¨ªa.
La pelea de Manu acab¨® en tragedia. Fue una terrible casualidad. Pero cada d¨ªa se producen en el barrio conflictos entre j¨®venes donde alguno podr¨ªa correr la misma suerte si al otro se le va la mano. "Es que Manuel no ve¨ªa el peligro", cuenta su madre, "y en el barrio hay muchos problemas. Ni siquiera la polic¨ªa puede hacer nada", se queja.
Su madre le controlaba a todas horas, confiesa, y se enoja ante las habladur¨ªas de los vecinos de que Manu era "un pieza" y de que se pasaba el d¨ªa en la calle. "?Pero si no ten¨ªa tiempo! Entraba en clase a las nueve y sal¨ªa a las cinco y luego iba a clases de ingl¨¦s", cuenta Mar¨ªa Josefa Carmona. Y luego recuerda el d¨ªa que ella y su marido le llevaron a una discoteca de Getafe y le esperaron hasta la hora de la salida. "Y de repente o¨ªmos: ?Dentro de la discoteca se est¨¢n pegando los de Legan¨¦s contra los de Getafe! Y entr¨¦ como una loca a buscarle, por si se hab¨ªa metido en el l¨ªo", recuerda ahora la madre.
El banco de la calle de Villafuerte donde Manu muri¨® desangrado se ha convertido en una especie de santuario con velas y flores. Algo que no termina de agradar a todos los vecinos. "Algunas se?oras se han quejado de que no quieren ver las velas, y yo les digo que a m¨ª tampoco me gusta tener que convivir con las cacas de los perros y me aguanto", se defiende la madre de Manu.
En el banco, "un colega" del asesinado ha colgado un manifiesto. "?Debemos luchar para recuperar la tranquilidad de nuestros barrios!", arenga el an¨®nimo escritor. La tensi¨®n entre inmigrantes y espa?oles se ha rebajado en los ¨²ltimos meses. Pero todav¨ªa algunos temen que puedan desatarse brotes de violencia. "Para el aniversario de la muerte, sus amigos quer¨ªan una gran manifestaci¨®n", explica su madre. "Pero yo les dije: quiero algo ¨ªntimo, no quiero gente de otros barrios".
Los rumores de la manifestaci¨®n llegaron a o¨ªdos de algunos inmigrantes. "Pens¨¢bamos que iba a ser como la del a?o anterior [cuando se produjeron agresiones y destrozos a establecimientos]". "?Miedo? No. Les est¨¢bamos esperando aqu¨ª sentados", respond¨ªa la semana pasada un grupo de latinoamericanos en el parque donde sol¨ªa parar McGrady.
La habitaci¨®n de Manu est¨¢ como ¨¦l la dej¨®. Varias medallas cuelgan de la pared. "Algunas son de campeonatos de ajedrez. Pero, claro, en los medios s¨®lo pon¨¦is que hac¨ªa kick boxing", se?ala su madre. Sobre la cama, unas aletas de buceo que no lleg¨® a estrenar para el curso de socorrista al que se hab¨ªa apuntado. Un cuadro enmarca el t¨ªtulo de graduaci¨®n en el que nunca lleg¨® a estampar su firma junto a la del Rey. Y en la estanter¨ªa, el libro infantil El pazo vac¨ªo, el ¨²nico que el D¨ªa del Libro Solidario no dej¨® regalar a su madre. El d¨ªa en que lo mataron.
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