M¨¢s toros
Ya est¨¢n de nuevo aqu¨ª los puyazos, las estocadas, los descabellos, los v¨®mitos de sangre, donde abrevar¨¢n las moscas bajo el flamear de la bandera de Espa?a; ha comenzado la temporada taurina en las Ventas, el rito brutal y a la vez manierista, que convertir¨¢ la tortura y la muerte en un espect¨¢culo moral. Lo menos que se puede decir de la fiesta degradante de los toros es que est¨¢ fuera de ¨¦poca. ?ste ya no es el pa¨ªs de gente desdentada y patilluda que alcanzaba la gloria meti¨¦ndose entre pecho y espalda vino de bota mientras un torero, a cuchillada limpia, hac¨ªa un estofado sobre un animal para solazarle y afirmar al mismo tiempo los valores de la raza. La est¨¦tica de masas ahora se congrega alrededor de unos h¨¦roes que son campeones de motos, de f¨®rmula 1, de rallies, de baloncesto, de tenis, de golf, de futbol, de atletas con medallas ol¨ªmpicas, que obligan a la bandera nacional a subir una y otra vez al m¨¢stil. Puestos a ser patriotas, ¨¦se es el mejor homenaje que hoy da prestigio a la bandera de un pa¨ªs moderno, no los desfiles ni las palabras altisonantes, que son baratas, y menos a¨²n que ondee sobre una carnicer¨ªa. En las gradas de los estadios hay una juventud que ha tomado ya muchas prote¨ªnas, que viaja, estudia, hace deporte o revienta en las noches del fin de semana en las discotecas, pero que en todo caso est¨¢ ya muy lejos de las cazuelas de pajaritos fritos de las tabernas taurinas y del pringue del desolladero. Vista desde las gradas de los estadios, desde las aulas y los laboratorios, desde los campos de deporte donde los j¨®venes sue?an con el ¨¦xito profesional o con conseguir un r¨¦cord deportivo, la corrida de toros aparece como una antigualla sangrienta, propia de un pueblo insensible que a¨²n se regodea con la violencia. Este espect¨¢culo baja varios niveles m¨¢s en la degradaci¨®n cuando abandona las plazas oficiales y se convierte en capeas populares con toros de fuego, ensogados, alanceados, sometidos a todas las miserias que se le ocurren a unos mozos en honor a su santa patrona. El toro no es una fiera, no como carne, pero ha tenido mala suerte en Espa?a. Estos d¨ªas se ha hecho p¨²blico el prop¨®sito de presentar ante el Parlament de la Generalitat de Catalunya dos proposiciones de ley para prohibir la fiesta de los toros en su territorio. Si esta iniciativa prospera no habr¨¢ que verla como un paso m¨¢s en su lucha por la independencia, sino como una prueba de que Catalunya es un pueblo evolucionado, que tira del resto de Espa?a hacia la modernidad.
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