Refer¨¦ndum, s¨ª. Elecciones, tambi¨¦n
Ha llegado la hora de pedir al electorado catal¨¢n un doble refrendo: al proyecto de Estatuto y a la mayor¨ªa que sustenta el Gobierno actual. El refer¨¦ndum tiene fecha prefijada. Las elecciones debieran tenerla tambi¨¦n y sin m¨¢s dilaci¨®n que la exigida por la ley. ?Por qu¨¦ motivo? Porque ni el proyecto de Estatuto ni la mayor¨ªa que sostiene al actual Gobierno de la Generalitat, presidido por Pasqual Maragall, son piezas independientes o separables. Forman parte de una propuesta pol¨ªtica dibujada a finales de los a?os noventa, cuando terminaba el ciclo iniciado durante la transici¨®n. Esta propuesta pretend¨ªa sustituir el proyecto que hab¨ªa dominado la escena pol¨ªtica durante 20 a?os. Se trataba de un proyecto que hab¨ªan encarnado y concertado -entre conflictos y acuerdos- el PSOE de Felipe Gonz¨¢lez, por una parte, y la Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU) de Jordi Pujol, por otra.
La nueva propuesta -cifrada en el leitmotiv del "cambio"- despert¨® expectativas positivas en quienes consideraban agotada la utilidad social y pol¨ªtica del viejo proyecto. Este agotamiento lo constataban incluso algunos de quienes lo hab¨ªan gestionado. La mayor¨ªa catalanista de izquierdas asumi¨® el nuevo proyecto, consignado en el Pacto del Tinell. Pero desde su mismo origen le fue negada la legitimidad por parte de los enemigos de revisar los planteamientos sociales y legales del autogobierno o de responder con apuestas sociales m¨¢s avanzadas a las necesidades del pa¨ªs. Adversarios dispares unieron sus esfuerzos en una tarea de desgaste a partir de argumentos contradictorios porque era un proyecto social de izquierdas, porque no contaba con pura sangre nacionalista, porque apostaba por romper una divisoria -constitucionalistas / catalanistas- que irritaba -en Catalu?a y en el resto de Espa?a- a quienes se han beneficiado de esta fractura.
Despu¨¦s de 30 meses, la hostilidad contumaz de esta coalici¨®n negativa se ha visto reforzada por los propios errores estrat¨¦gicos de la mayor¨ªa de gobierno, hasta conducir a un punto dif¨ªcil y parad¨®jico del recorrido pol¨ªtico iniciado en 2003.
Se cuenta con un proyecto de Estatuto cuyo contenido es manifiestamente superior al vigente de 1979. Lo es pese al cepillado padecido en La Moncloa y en el Congreso de los Diputados, gracias a una desgraciada negociaci¨®n multilateral torpemente aceptada por los socios del tripartito. Se cuenta con una obra de gobierno de balance positivo, y admito mi falta de imparcialidad en este juicio. En algo m¨¢s de dos a?os, se han adoptado iniciativas valiosas para las necesidades del pa¨ªs y se han solventado cr¨ªticos d¨¦ficit producidos por el Gobierno anterior. Tambi¨¦n se han cometido fallos de gesti¨®n y se han dado inacciones muy graves en algunas cuestiones clave. El balance es en todo caso superior al de los ¨²ltimos gobiernos. Sin embargo, ni el Estatuto ni la obra de gobierno parecen suficientes para justificar la continuidad de la mayor¨ªa si se prescinde de una nueva revalidaci¨®n del electorado.
La mayor¨ªa y el Gobierno han adoptado decisiones que han perjudicado la consistencia de su propio proyecto global y han alimentado dudas e incertidumbres sobre su capacidad para ejecutarlo. La vocaci¨®n leg¨ªtima de esta mayor¨ªa y de este Gobierno era desarrollar una transformaci¨®n -un cambio- social y nacional, frente a alternativas desgastadas o imposibles. En la dimensi¨®n social, los grupos de la mayor¨ªa compart¨ªan y comparten coincidencias de itinerario y de meta. En la dimensi¨®n nacional se daban coincidencias de itinerario, aunque no de meta final. Es lo que no han entendido -o no han querido entender- quienes reprochan a Maragall haberse dejado secuestrar por la l¨®gica nacionalista porque son ellos mismos los que no son capaces de efectuar lecturas que no sean las de la dial¨¦ctica nacionalismo-antinacionalismo.
Sea como fuere, hay que reconocer que no se ha conseguido afianzar las l¨ªneas maestras del proyecto original. Ha estado poco presente quien pod¨ªa recordar permanentemente con perfiles contundentes y en¨¦rgicos lo esencial del proyecto. Ha habido escasa iniciativa o habilidad para superar la barrera medi¨¢tica levantada por los frustrados valedores de otros proyectos alternativos. Se ha puesto de relieve la incapacidad de algunos para dar al proyecto estrat¨¦gico com¨²n una clara prioridad sobre otras vicisitudes, por importantes que pudieran parecer en el campo t¨¢ctico o electoral. Se ha ca¨ªdo en la trampa de la pasividad en algunos momentos, de la reacci¨®n infantil al est¨ªmulo medi¨¢tico en otros y de la falta de contundencia en casi todos. Comparto la responsabilidad y la asumo en la cuota que me corresponde.
Por su parte, y en Catalu?a, la oposici¨®n natural a este proyecto de largo alcance ha jugado con habilidad sus cartas y se ha beneficiado de los favores involuntarios e incautos que ha recibido de alg¨²n socio de la mayor¨ªa. En el Madrid pol¨ªtico, presuntos aliados han intentado por todos los medios reducir el alcance del proyecto de cambio, ajust¨¢ndolo a la medida de sus necesidades y no de las necesidades de la sociedad catalana. As¨ª pues, los propios errores estrat¨¦gicos han impedido capitalizar los buenos resultados de 30 meses de mayor¨ªa tripartita respecto al Estatuto y obra de gobierno. Las habilidades de la oposici¨®n y de los amigos de Madrid no han generado credibilidad para sus propias propuestas, pero han sido suficientes para erosionar las del Gobierno.
Ha llegado, pues, el momento de recurrir al veredicto popular. Para quienes creemos en el valor del nuevo Estatuto como paso adelante en la configuraci¨®n del autogobierno, se abre ahora una campa?a por el s¨ª en la que hay que empe?arse a fondo. Y para quienes apostamos por un s¨®lido proyecto social y nacional -del que el Estatut es s¨®lo un importante instrumento-, se hace imprescindible solicitar al electorado que se pronuncie de nuevo sobre el proyecto y la mayor¨ªa de gobierno que prefiere. Lo antes posible.
Josep M. Vall¨¨s, consejero de Justicia, firma este art¨ªculo en su condici¨®n de miembro de Ciutadans pel Canvi.
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