La gran celada
Muchas cosas se deben haber hecho mal cuando en dos a?os se han liquidado todas las expectativas en torno a la alternativa "catalanista y de izquierdas" en Catalu?a. El Gobierno tripartito representaba, por fin, la posibilidad de la alternancia en Catalu?a. Y, sobre todo, normalizaba el pa¨ªs al articular la pol¨ªtica sobre el eje derecha / izquierda, como en todas las democracias avanzadas, y no sobre el eje nacionalistas / no nacionalistas. Todo se ha venido abajo. Y aunque todas las miradas confluyan sobre Esquerra Republicana, nadie en el tripartito puede considerarse ajeno a este desastre. El Pacto del Tinell deb¨ªa servir para que Esquerra Republicana disputara la hegemon¨ªa del nacionalismo catal¨¢n a CiU y para consolidar un espacio de izquierda plural con voluntad reformista. El Estatut deb¨ªa ser el instrumento com¨²n para soldar la unidad del Gobierno. Nada de nada. CiU ha pasado la amarga experiencia de la p¨¦rdida del poder despu¨¦s de veintitr¨¦s a?os aparentemente sin grandes costes y en condiciones de competir por la victoria en las pr¨®ximas elecciones, rompiendo la tradici¨®n de que una crisis profunda acompa?a siempre al partido que deja de gobernar. Y el Estatut ha servido para que el Gobierno se dividiera y la confusi¨®n se apoderara de Esquerra Republicana cuyos dirigentes han dado todo tipo de bandazos en las ¨²ltimas semanas.
El 21 de enero, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y Artur Mas cerraban en la Moncloa el acuerdo sobre el Estatuto catal¨¢n. Con el paso de los d¨ªas esta maniobra adquiere la dimensi¨®n de una gran celada: Zapatero y Mas consiguieron debilitar seriamente la autoridad del presidente Maragall, que vio c¨®mo el l¨ªder de la oposici¨®n y no ¨¦l era el interlocutor decisivo del Gobierno en la negociaci¨®n del Estatuto, y consiguieron tambi¨¦n provocar el caos en Esquerra Republicana, que no se ha recuperado de aquel trance, y se ha metido en una autodestructiva guerra interna. No s¨¦ qu¨¦ hubo de c¨¢lculo pol¨ªtico y qu¨¦ ha habido de casualidad en las consecuencias de la maniobra entre un presidente que necesitaba urgentemente que pasara el c¨¢liz del Estatuto catal¨¢n y un l¨ªder de la oposici¨®n a la b¨²squeda del espaldarazo que le situara de nuevo en la disputa de la pole position. Naturalmente el entorno de aduladores de uno y otro, especialmente los de Zapatero m¨¢s crecidos que nunca, lo explican como una operaci¨®n calculada al mil¨ªmetro. Desde mi escepticismo tengo la sensaci¨®n que el factor humano -los celos de los que se sintieron ninguneados- y la cadena de errores, anteriores y posteriores a la reuni¨®n, de los l¨ªderes del tripartito han sido tanto o m¨¢s decisivos que cualquier c¨¢lculo t¨¢ctico. Pero lo cierto es que tres meses m¨¢s tarde el tripartito est¨¢ descalabrado. Que Mas lo buscaba es obvio, pero los hechos y las insinuaciones dan a pensar que Zapatero tambi¨¦n. El presidente del Gobierno sent¨ªa que el PSC liderado por Maragall y metido en el tripartito le creaba m¨¢s problemas que los que le resolv¨ªa. De modo que Maragall y Esquerra eran vistos como un lastre para consolidar la hegemon¨ªa socialista en Espa?a. Y cuando se est¨¢ en el c¨¦nit del poder -el Zapatero de ahora no es la inc¨®gnita de hace dos a?os- se procura soltar lastre.
Naturalmente, las miradas se concentran en Esquerra a la hora de se?alar responsables del fracaso del tripartito. Hay motivo. La forma como la direcci¨®n -enfrascada en una lucha por el poder entre Carretero, Puigcerc¨®s y Carod- se ha ido adoptando camale¨®nicamente a los deseos de las asambleas -una representaci¨®n muy reducida y aleatoria de las bases del partido- es una muestra m¨¢s de la falta de preparaci¨®n de Esquerra para las responsabilidades de gobierno. La militancia es siempre un grupo de presi¨®n de mentalidad mucho m¨¢s estrecha que el electorado. Entregarse a ella es reducir el propio espacio. Democracia asamblearia y democracia representativa son incompatibles. En este sentido, probablemente hay una fecha mucho m¨¢s decisiva de lo que parece para la suerte del tripartito: el d¨ªa del ¨²ltimo congreso del partido en que Carod y Puigcerc¨®s fracasaron en su intento de cambiar el modelo organizativo. De aquella derrota ante las bases, salieron estos lodos. Esquerra ha cometido infinidad de errores en todo el proceso estatutario. Su ¨²nica preocupaci¨®n era no aparecer como menos nacionalistas que CiU. Cualquier paso lo daban con un ojo puesto en el retrovisor para que CiU no les adelantara. Le esperaban por la izquierda y les adelant¨® por la derecha.
Con todo, la incapacidad de Esquerra para entender qu¨¦ significa gobernar, y las torpezas acumuladas desde Persignan hasta Xavier Vendrell, no eximen de responsabilidad al PSC y, especialmente, al presidente de la Generalitat. Al fin y al cabo es el capit¨¢n que estaba al frente del barco y, por tanto, el que preside el naufragio. En ning¨²n momento fue capaz de imponer su autoridad, por el miedo a perder el poder. Ni siquiera en el ¨²ltimo episodio: cuando Esquerra le propuso a Vendrell como conseller y no se lo devolvi¨®. ?Qu¨¦ hubiese pasado? Nada que no haya pasado despu¨¦s y con la autoridad del presidente m¨¢s debilitada todav¨ªa. El presidente Maragall al acentuar sus querencias nacionalistas -algunos dados al pensamiento m¨¢gico dicen que es el esp¨ªritu del cargo- para contentar a Esquerra y, supuestamente, morder en el electorado de CiU, se ha alejado de las bases electorales del socialismo y ha encontrado la desconfianza en Zapatero, que hab¨ªa confiado en ¨¦l como motor de la segunda reforma del Estado de las autonom¨ªas. Maragall a los dos a?os est¨¢ solo. Y tiene ahora que tomar a la desesperada la decisi¨®n que no tom¨® en otros momentos cr¨ªticos: jug¨¢rsela al todo por el todo con un gesto que reponga si no ya la autoridad por lo menos la dignidad.
Se ha hecho un da?o irreparable a la izquierda catalana. El trabajo honesto, serio y de fondo de alguno de los consellers -?hab¨ªan estado las finanzas de la Generalitat alguna vez tan bien como ahora?- ha quedado desdibujado. Y la continuidad de un gobierno de izquierdas est¨¢ absolutamente en precario. En un Gobierno pensado contra el Partido Popular se quiso utilizar el proceso estatutario para cohesionarse contra el enemigo com¨²n y, de paso, castigar a CiU por sus alianzas pasadas. Gan¨® Zapatero y no se supo cambiar el chip. En pol¨ªtica, el orden de las cosas es muy importante. El tripartito lo invirti¨®. Deb¨ªan haber empezado por gobernar y, una vez ganada la legitimidad por esta v¨ªa, afrontar las reformas estatutarias en una segunda legislatura. Por inseguridad o por error estrat¨¦gico quisieron hacer lo contrario. Y ahora todo se juega en un refer¨¦ndum que es siempre el peor de los terrenos. Y se juega desde el descr¨¦dito de una izquierda que ha conseguido que muchos, entre los que me cuento, nos sintamos profundamente defraudados. Despu¨¦s de 23 a?os de CiU, ?era esto lo que merec¨ªamos?
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