Las caba?as de Buren
Como se sabe, en el contexto del arte conceptual se lleg¨® a decir en su momento que no era preciso que la obra, una vez concebida, fuese llevada a cabo o materializada. Por desgracia, algunos artistas conceptuales traicionaron esta regla y produjeron no pocos bodrios de grandes pretensiones. Entretanto, los mejores supieron jugar en las brechas del dilema y lograron articular obras importantes surgidas de la confrontaci¨®n del concepto con la realidad f¨ªsica, del arte con el pensamiento, de la pr¨¢ctica con la teor¨ªa, y viceversa.
Podr¨ªamos considerar a Daniel Buren (Par¨ªs, 1938) como uno de los m¨¢s consistentes representantes de esa forma de arte en donde lo que se ve no puede separarse de lo que se piensa. De hecho, Buren se hizo c¨¦lebre en los setenta por su reiterado uso de series de franjas (de 8,7 cent¨ªmetros de ancho, alternando bandas blancas con otras de color, seg¨²n el modelo cl¨¢sico de los colchones o los toldos) en piezas aut¨®nomas y, sobre todo, en instalaciones concebidas in situ, en espacios p¨²blicos o muse¨ªsticos. Estas obras sol¨ªan ser interpretadas como un cuestionamiento de los l¨ªmites de la pintura, as¨ª como del museo en cuanto que instituci¨®n tendencialmente cerrada, autoritaria, acaso inadecuada para las necesidades inmarcesibles del arte del presente. Pero tal vez lo m¨¢s llamativo de Buren sea lo prol¨ªfico de su discurso escrito, la profusi¨®n de comentarios con que ha ido acompa?ando sistem¨¢ticamente la presentaci¨®n de sus trabajos, hasta el punto de que ha escrito m¨¢s p¨¢ginas que bandas coloreadas ha expuesto.
DANIEL BUREN
'Les cabanyes de cer¨¤mica i espill'
Espai d'Art Contemporani
Prim, s/n. Castell¨®n
Hasta el 25 de junio
En cuanto a su intervenci¨®n en Castell¨®n, lo que Buren ha hecho es construir un conjunto de "caba?as", "espacios dentro de espacios", inspiradas en sus Cabanes ¨¦clat¨¦es de los ochenta, higi¨¦nicamente alicatadas con material cer¨¢mico que, atinadamente dispuestas, configuran una especie de laberinto (algo bastante apropiado como imagen de la ciudad de Castell¨®n) en donde el espectador se pierde entre puertas y ventanas desplazadas, pasadizos y cub¨ªculos ilusorios, espejos que se reflejan unos en otros, en forma de mise en ab?me, rodeado, c¨®mo no, de las bandas reglamentarias. Buren ha sabido aprovechar bien -deconstruy¨¦ndolo- el espacio arquitect¨®nico, confundiendo los muros y las plantas, y demostrando que su obra ha sido concebida para este lugar en particular.
Este alto nivel de concreci¨®n o de aplicaci¨®n con que se ha empleado hace honor a algo que se halla por encima de la eventual monoton¨ªa de sus bandas coloreadas (un recurso un tanto azaroso y arbitrario incluso en sus pretensiones de objetividad, un marchamo convencional usado a t¨ªtulo de "instrumento de medida"). Por encima de ello, en efecto, hemos de reconocer la inteligencia con que afronta la funci¨®n del artista (un "catalizador" de cosas que ya estaban ah¨ª, vagamente entrevistas por la gente), su relaci¨®n con el pensamiento y con la acci¨®n, con esa mezcla de saber y no saber que define siempre el punto de partida del arte, su consciencia de la necesidad de una regla y una medida (la del ser humano: a este respecto, Buren no duda en remitir a Prot¨¢goras) determinante de un m¨¦todo espec¨ªfico de construcci¨®n y de reflexi¨®n (siempre variable), regulador de los excesos (siempre necesarios como punto de referencia).
Los textos de Buren tienen un car¨¢cter preventivo. "?No me malentiendan!", viene a decir, sobre todo a sus cr¨ªticos. "?No pretendo abolir la pintura, sino s¨®lo ampliar el campo de nuestra visi¨®n!". En cuanto a las bandas coloreadas, no constituyen una proposici¨®n sustancial, sino un expediente instrumental para hacer ver y pensar a la vez, y nunca lo uno sin lo otro.
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