Las confianzas del desconfiado

J. M. COETZEE desconf¨ªa de las modas culturales, que elevan los balbuceos a obras maestras confundi¨¦ndonos a la mayor¨ªa; de los medios de comunicaci¨®n, que ejercen una dictadura sobre la jerarqu¨ªa de los acontecimientos que ignora los matices y estraga el gusto; de las sociedades, que estrangulan a los individuos sea cual sea su signo pol¨ªtico, y del mundillo literario, al que le hace una feroz autopsia fr¨ªa en Elizabeth Costello. Por el contrario, conf¨ªa en los poetas (en "la pasi¨®n apacible, sin lado oscuro" de Pound, en la "huida de la emoci¨®n" de Eliot, en Neruda, en C¨¦sar Vallejo, en Ingeborg Bachmann, en Brodsky, en Rimbaud, en H?lderlin, en Rilke); en algunos fil¨®sofos humanistas como Plat¨®n y Erasmo, sobre los que ha escrito ensayos o dictado cursos en la Universidad; quiz¨¢s en las matem¨¢ticas y en la l¨®gica (Arist¨®teles, Carnap) que estudiara siendo joven; en los solitarios -los aislados, los excluidos y los desgarrados protagonizan sus novelas-, y en los animales, a los que defiende en Elizabeth Costello y en Desgracia. Como hijo de emigrantes brit¨¢nicos en Sur¨¢frica que colaboraron con la colonizaci¨®n, no tuvo que serle f¨¢cil elaborar este cat¨¢logo de confianzas y desconfianzas. La lectura y el arte, sin duda, le ayudaron a hacerlo, pero sobre todo la contemplaci¨®n cotidiana del sinsentido y el horror. El resultado es bien conocido: una obra que se mide con la gran literatura de todos los tiempos y cuya decencia moral es de las m¨¢s importantes entre sus contempor¨¢neos.