Entre el panfleto y la alegor¨ªa
En su nueva novela, Jos¨¦ Luis Sampedro recurre a un mecanismo que lo hizo exitoso en los a?os ochenta con La vieja sirena. Me refiero a los s¨ªmbolos y la alegor¨ªa, aunque esta vez prime el presente hist¨®rico inmediato y no, como en aqu¨¦lla, la referencia a un pasado m¨ªtico. Este juego de paralelismos ya es proverbial en su narrativa. Paralelismo entre lo real y lo simb¨®lico, entre el pasado y el presente, entre lo cotidiano y lo sagrado, como suced¨ªa en su celebrada y compleja Octubre, Octubre. Ahora vuelve el escritor con una novela de urgente contemporaneidad. Muchos temas ya tratados en anteriores libros retornan a La senda del drago, las religiones orientales, el erotismo liberador, el amor y la fuerza de la naturaleza.
LA SENDA DEL DRAGO
Jos¨¦ Luis Sampedro
Aret¨¦. Barcelona, 2006
480 p¨¢ginas. 19,90 euros
Pero la novela no acaba nun
ca de darnos la sensaci¨®n de que estamos leyendo una obra de ficci¨®n. Parece como si Sampedro no hubiese terminado de comprender que su indignaci¨®n por la intervenci¨®n norteamericana en Irak (y algunos otros desmanes internacionales) es leg¨ªtima y compartida (incluso por quien esto escribe), pero que de ella hubiera sacado mejor provecho si los materiales utilizados para escribir este libro hubieran sido los de la ficci¨®n aleg¨®rica mucho mejor resueltos y aprovechados (o los de la narraci¨®n realista, que ¨¦l tan bien conoce, de manera infinitamente m¨¢s definida de lo que lo hace aqu¨ª) y no los de un panfleto no demasiado bien disimulado.
La senda del drago cuenta la historia de Mart¨ªn Vega, un muchacho autodidacto que est¨¢ embarcado en un nav¨ªo llamado Occidente. Al lado de ese nav¨ªo, enfilan el mar otros barcos llamados Islam, China e Indo. Mart¨ªn Vega es un funcionario internacional que trabaja para la Organizaci¨®n Mundial del Comercio. En este buque, que acabar¨¢ al final de la novela en Canarias, la tierra de los dragos, ¨¢rboles inmensos t¨ªpicos de estas islas, viajan tambi¨¦n otros personajes que ir¨¢n instruyendo a Mart¨ªn sobre la situaci¨®n del mundo, sobre sus pasados hist¨®ricos y sus creencias. Entre ellos, destacan don Manuel y un sabio tao¨ªsta europeo. Hacia el final de la novela se incorporar¨¢ Runa, una especie de alma gemela de Mart¨ªn para completar el cuadro ed¨¦nico en Tenerife.
La alegor¨ªa a la que me refer¨ªa al principio es el barco Occidente. No est¨¢ claro si Sampedro la usa como la figura medieval que funcion¨® como nave del gobierno (es decir, la nave que atraviesa por varios percances hasta alcanzar el buen puerto o la felicidad). O la usa como la Nave de los Locos, referida a ella varias veces en el libro, y tambi¨¦n frecuente en la iconograf¨ªa medieval. En este sentido, la alegor¨ªa no tiene movimiento. No hay transici¨®n, hay, s¨ª, goce (como al final hay en la novela de Sampedro, sin que lo desbaraten todas las tropel¨ªas americanas en Irak) y erotismo. Y, sin embargo, nunca se ve en esta novela que la alegor¨ªa funcione como tal. Los personajes se manejan como si lo hicieran en un territorio realista sin que se nos informe por qu¨¦ de pronto ya poco nos importa si lo que leemos es una novela aleg¨®rica o una retah¨ªla de fundadas iras anti-Bush.
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