El abejorro
En su libro Capitalismo americano, el economista John Kenneth Galbraith, recientemente desaparecido, comparaba en clave de humor el ¨¦xito hist¨®rico del sistema capitalista en Estados Unidos con el extra?o caso del abejorro, insecto que de acuerdo con Newton no debiera volar, por su gran peso, y que sin embargo lo hace. En la experiencia pol¨ªtica reciente de nuestro pa¨ªs, el buen resultado conseguido por un experimento pol¨ªtico-administrativo de tanto riesgo como la construcci¨®n del Estado de las Autonom¨ªas puede parecer una aplicaci¨®n del citado caso, si bien en el cambio incidieron favorablemente factores muy concretos, tales como la coyuntura econ¨®mica ascendente, con el viento en popa europeo, y el margen disponible para un incremento de la presi¨®n fiscal. Ahora se dispone a entrar en escena otro abejorro, el nuevo Estatuto catal¨¢n, una vez aprobado su texto por el Senado. Augur¨¦mosle un buen vuelo, por encima de las cr¨ªticas ya vertidas. Nos va a todos los ciudadanos mucho en el asunto.
Sin embargo, las ¨²ltimas etapas de la fase de debate parlamentario vienen a probar que el procedimiento adoptado ha sido sencillamente malo, y que hubiese resultado factible alcanzar una redacci¨®n m¨¢s coherente e integradora de disponer el juego a partir de aquellos actores que de modo real desearan una soluci¨®n en que el incremento del autogobierno engarzara con un constitucionalismo efectivo. En otras palabras, renunciando de antemano a someter el contenido del proyecto de Estatut a la prioridad de mantener y afirmar el tripartito como coalici¨®n de gobierno en el Principado. Ahora, a fin de cuentas, el apoyo pol¨ªtico a la nueva norma sale cojo, con la defecci¨®n de uno de sus principales promotores que compartir¨¢ voto con el constitucionalismo a ultranza del PP. El texto final es fruto de un regateo permanente, art¨ªculo a art¨ªculo, y tema a tema, hasta el esperpento final del tira y afloja sobre el aeropuerto de Barcelona, con el Gobierno en el papel de corrector, sin que se dejase ver por lado alguno el proyecto federalista que en principio defiende el PSOE desde la reuni¨®n de Santillana. As¨ª las cosas, es prematuro hacer siquiera un anticipo de balance, ya que s¨®lo el funcionamiento efectivo de las normas en su aplicaci¨®n dar¨¢ cuenta de la articulaci¨®n o la fractura entre el autogobierno catal¨¢n y el orden constitucional.
Hubo tres principales vicios de origen. El primero, abandonar por parte del presidente Zapatero la iniciativa en su correligionario Maragall, sin percibir la ausencia de realismo y la voluntad de inserci¨®n en la mentalidad catalanista que caracterizaba a su forma de plantear el tema. Aun admitiendo que el famoso pre¨¢mbulo puede escaparse a las consideraciones legales, su simple lectura informaba acerca de la visi¨®n particularista y excluyente en que iba a situarse de entrada la redacci¨®n del articulado. El asunto se ha resuelto mediante el recurso a decir unas cosas hacia Catalu?a y otras hacia Madrid, tanto en el tema de la naci¨®n, como en el de la bilateralidad o en el del idioma. Si ha sido la convergencia de dos soberan¨ªas, como propone Maragall a toro pasado, la incompatibilidad con el orden constitucional no requiere m¨¢s pruebas.
El segundo vicio fue la aceptaci¨®n ingenua de que no surgir¨ªan problemas mayores en cuanto a la acci¨®n conjunta de los tres componentes del tripartito, dos de los cuales situaban sus metas en el terreno de la autonom¨ªa, mientras el tercero, ERC, lo hac¨ªa en el de la independencia. Al final la colaboraci¨®n ha estallado, pero hubiese sido mucho mejor que desde un principio, antes de jugar a las uniones sagradas, Maragall y ERC hubieran concretado acuerdos, discrepancias y responsabilidades.
El tercer vicio consisti¨® en no asumir desde el principio la exigencia de que el proceso cuasi-constituyente estuviera por encima del tema de la acci¨®n de gobierno. Una h¨¢bil maniobra de Zapatero consigui¨® lograr que a mitad de camino Artur Mas se sumara al coro de protagonistas, pero con una imagen de salvavidas pol¨ªtico que en el futuro va a pasar una costosa factura a los socialistas catalanes. Hubiese sido mejor para todos que CiU interviniera en el nivel luego logrado, aun cuando eso supusiera una crisis del tripartito que a pesar de los esfuerzos ha terminado produci¨¦ndose.
Confiemos en que la lecci¨®n sea aprendida para Euskadi.
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