Un reloj parado en San Petersburgo
Visita al Palacio de Invierno, al buque 'Aurora' y al Museo Dostoievski
San Petersburgo es pura literatura -dijo Mija¨ªl, el editor ruso, al recogerme en la estaci¨®n-. M¨¢s a¨²n que historia, o que arquitectura. La ciudad naci¨® como empiezan muchos cuentos infantiles... ?rase una vez un poderoso monarca que quiso construir la ciudad m¨¢s fastuosa del mundo...
Y es cierto: Pedro I el Grande, deslumbrado por una visita a la capital francesa, erigi¨® a orillas del Neva su propio Par¨ªs, una ciudad que tuviera su nombre y pudiera aspirar a ser centro del universo. Ese inicio de cuento me interes¨® m¨¢s que cualquier gu¨ªa tur¨ªstica, tal vez porque llevaba viajando toda la noche en el famoso Estrella Roja Mosc¨²-San Petersburgo. En teor¨ªa es un tren de lujo, ideal para una velada rom¨¢ntica, pero sent¨ª que viajaba a bordo de alg¨²n tren nocturno de los que recorr¨ªan Espa?a durante los a?os setenta. Traqueteo e incomodidad, leve desasosiego en la interminable noche. Me pareci¨® que me sumerg¨ªa en la Rusia decimon¨®nica y legendaria, tal y como siempre la imagin¨¦. A punto de llegar hicimos una parada en un pueblo feo y muy gris, tal vez alg¨²n barrio pr¨®ximo a la ciudad. Era esa hora m¨¢gica o inquietante en que la oscuridad, al disolverse, da paso al amanecer. Vi avanzar hacia el tren a unos cuantos viajeros que surg¨ªan desdibujados, con movimientos lent¨ªsimos, casi irreales, entre la espesa niebla que flotaba sobre la estaci¨®n. Ser¨ªan, pens¨¦, obreros camino de su puesto de trabajo. Pero la escena era fantasmag¨®rica y atemporal, y me vinieron a la cabeza las almas muertas de Gogol.
Ya en la ciudad, quise visitar en primer lugar el Museo Ermitage. Pero no por sus obras de arte. El edificio es el antiguo Palacio de Invierno de los zares, y mi inter¨¦s por ¨¦l se deb¨ªa a una fotograf¨ªa de autor desconocido, fechada en 1917, de la que no conservo otra copia que la percepci¨®n de mi memoria.
Instantes convulsos
Me fascinan las fotograf¨ªas antiguas que captan instantes convulsos de sucesos hist¨®ricos importantes: las del atentado contra Alfonso XIII en la calle del Arenal de Madrid, en 1905, o la famosa serie del asesinato de Kennedy. Siempre que visito una ciudad busco los lugares donde acontecieron hechos famosos que alguien fotografi¨®. Tras situarme en los puntos aproximados donde posaron los personajes, intento sentirme ellos, percibir en el aire vestigios del suceso que protagonizaron. Nunca lo consigo. Pero el juego, como todos los juegos, tiene sentido en s¨ª mismo.
La fotograf¨ªa perdida de San Petersburgo mostraba a cuatro o cinco civiles an¨®nimos huyendo despavoridos, en direcciones opuestas, como hormigas ante una avalancha de agua. Siempre he asociado su p¨¢nico con el primer ca?onazo del buque Aurora, que al disparar contra el basti¨®n del Gobierno de Kerensky en el Palacio de Invierno prendi¨® el fuego de la revoluci¨®n inevitable que cambiar¨ªa el mundo. Fue el 25 de octubre o el 7 de noviembre de 1917, seg¨²n el calendario. Hoy, en las inmediaciones del que fue palacio de los zares, no es posible percibir rastro alguno de aquellas turbulencias. La invasi¨®n de turistas las aplasta todas, las barniza de placidez campechana.
Pero el Aurora s¨ª resultaba inquietante. Se mec¨ªa anclado en el puerto sin que nadie le dedicara una mirada. Este museo flotante parece un barco falso, de cart¨®n piedra, el jir¨®n de alg¨²n decorado hollywoodiense abandonado tras un rodaje sobre los sucesos de octubre. Me fotografi¨¦ ante ¨¦l, fascinado por la Historia que su silueta condensa: noventa a?os atr¨¢s, el barco dispar¨® un proyectil contra el Palacio. Estall¨® la revoluci¨®n. Y todos, a¨²n hoy, seguimos siendo hijos de aquel fulgor que cruz¨® brevemente el cielo de San Petersburgo.
Fue entonces, al reflexionar sobre el tiempo devorador de personas y de cosas, cuando Mija¨ªl me habl¨® del reloj de Dostoievski.
-Al tiempo tambi¨¦n se le puede derrotar -dijo misteriosamente.
Caminamos, alej¨¢ndonos del bullicio tur¨ªstico por calles secundarias, hasta el Museo Dostoievski. Se trata de un lugar sombr¨ªo, sin visitantes, que parece abandonado m¨¢s que s¨®lo circunstancialmente desierto. Pero es la casa donde vivi¨® el escritor, y de ah¨ª su embrujo. El portal es grande, destartalado, y las anchas escaleras de madera chirr¨ªan cuando el visitante las pisa. Es inevitable el v¨¦rtigo: chirriaban tambi¨¦n cuando Dostoievski volv¨ªa a casa. El museo se encuentra en el segundo piso, donde viv¨ªa la familia. En la entrada hay un perchero y un viejo sombrero que debi¨® de pertenecer al escritor. S¨®lo pude suponerlo. En este museo no hay gu¨ªas, ni tienda de souvenirs -?imaginan un im¨¢n de nevera que mostrase a Raskolnikov con el hacha?-, ni cat¨¢logos. S¨®lo el esp¨ªritu de Dostoievski: cartas manuscritas, viejas ediciones, fotos, objetos de escritorio, su pluma...
La una y veintitr¨¦s
Al entrar al sal¨®n lo vi: un reloj de mesa con las agujas detenidas a la una y veintitr¨¦s. En las ciudades que visitamos siempre aparece, normalmente de forma inesperada, un lugar o un objeto que hacemos nuestro para siempre. El m¨ªo de San Petersburgo, lo supe en el acto, ser¨ªa este reloj.
-La esposa del escritor -dijo Mija¨ªl- detuvo las agujas cuando Dostoievski expir¨®. Podr¨ªa ser una simple leyenda, incluso un invento de los responsables del museo. Ya le dije que San Petersburgo es pura literatura.
No pude fotografiar ese reloj que derrot¨® al tiempo al morir a la vez que su propietario, el 28 de enero -o 9 de febrero, seg¨²n el calendario- de 1881. Hoy me pregunto si no ser¨¢ un elemento de merchandising metaf¨ªsico, de inspiraci¨®n indudablemente rusa. Y pienso que de ser as¨ª carecer¨ªa en realidad de importancia.
La literatura, esa "pura literatura" que seg¨²n Mija¨ªl sustenta a San Petersburgo, consiste al fin y al cabo en los sentimientos que perviven m¨¢s all¨¢ de la existencia f¨ªsica de los libros, o de quienes los escribieron. Tal vez el reloj de Dostoievski fue el ¨²ltimo relato del ruso, escrito con el ¨²ltimo aliento y gracias a la complicidad de su esposa. ?El t¨ªtulo? Victoria sobre la muerte.
Fernando Mar¨ªas (Bilbao, 1958) es autor de la novela Invasor (Destino)
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos
- Prefijo telef¨®nico: 007.
- San Petersburgo tiene alrededor de cuatro millones de habitantes.
- Documentaci¨®n: para entrar en Rusia hace falta visado (se solicita en los consulados con 10 o 15 d¨ªas de antelaci¨®n). Generalmente, las agencias de viajes se encargan de este tr¨¢mite. Los que viajen solos tendr¨¢n que certificar la reserva en un hotel. El pasaporte debe tener fecha de caducidad no inferior a seis meses y es obligatorio contratar un seguro m¨¦dico. El visado para un mes cuesta 54,09 euros.
- Un euro equivale a 35 rublos rusos, aproximadamente.
C¨®mo ir
- Lufthansa (www.lufthansa.com; 902 22 01 01) tiene vuelos de ida vuelta a San Petersburgo, con salida desde Madrid y escalas en M¨²nich o Francfort, a partir de 494 euros, tasas y gastos de emisi¨®n incluidos.
- Air France (www.airfrance.com; 902 20 70 90) vuela a San Petersburgo, con salida desde Madrid y Barcelona y escala en Par¨ªs, a partir de 510 euros. Tarifas de ida y vuelta, tasas y gastos de emisi¨®n incluidos.
- La mayorista Politours (www.politours.com; en agencias) oferta escapadas de fin de semana y viajes de ocho d¨ªas (siete noches) a San Petersburgo, a partir de 740 euros. Estancia en hoteles de tres a cinco estrellas y salidas desde Madrid y Barcelona.
Cruceros
- Politours propone un viaje por los canales, r¨ªos y lagos rusos, con visita a San Petersburgo, Mosc¨² y Mandroga, entre otras ciudades. El recorrido fluvial, de 11-12 d¨ªas, incluye acomodaci¨®n en camarotes exteriores, animaci¨®n por las noches y r¨¦gimen de pensi¨®n completa. Salidas desde Madrid, entre el 18 de mayo y el 21 de septiembre. Precios por persona, a partir de 1.180 euros, todo incluido. En agencias.
Informaci¨®n
- Embajada rusa en Madrid (madrid.rusembassy.org; 914 11 29 57).
- www.petersburg-russia.com.
- Museo del Ermitage (www.hermitagemuseum.org).
- Buscador de hoteles en San Petersburgo (www.hotels.spb.ru).
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