El tercer paisaje
Hubo un tiempo en el que las mejores p¨¢ginas literarias de un novelista eran las que el lector siempre se saltaba: sus descripciones del paisaje. Dado que nuestra novela tard¨® tanto en llegar a la ciudad, hasta La Regenta y Gald¨®s, no es extra?o que durante buena parte del siglo XX los narradores espa?oles hayan sido los ¨²ltimos maestros occidentales en el dif¨ªcil arte de describir el primer paisaje, el de la naturaleza. La fotograf¨ªa, el cine, la televisi¨®n, los vuelos charter e Internet le han quitado a la pintura y la novela aquella exclusiva que ten¨ªan hasta principios del siglo. El actual problema de los comparatistas e hispanistas es: ?Son mejores nuestras actuales descripciones del paisaje urbano que las de los paisajes espa?oles de aquella naturaleza hoy reconvertida en parque natural protegido o en agricultura euro-subvencionada?
Hay varias teor¨ªas. La m¨¢s pesimista dice que las descripciones espa?olas del segundo paisaje, el metropolitano, son bastante peores que las del primero y que se nota demasiado nuestra muy tard¨ªa incursi¨®n en la narrativa urbana porque, concluyen, aunque ya todo est¨¢ urbanizado, la mayor parte de los literatos mayores de cincuenta han llegado tarde o de mala gana al segundo paisaje y cuando lo describen se limitan a reproducir las viejas figuras l¨ªricas sin que se les haya puesto la mirada pop. La novela metropolitana espa?ola existe y empieza a ser muy buena, pero parece ser exclusiva de los autores menores de treinta y pico, sobre todo en la descripci¨®n de los paisajes suburbanos o del extrarradio.
La segunda teor¨ªa dice que los paisajes espa?oles han cambiado y que en lugar de dos (el de la naturaleza y el del asfalto) habr¨ªa otro m¨¢s que describir. Aunque eso ya no sea un problema t¨ªpicamente espa?ol porque nadie, ni aqu¨ª ni en Nueva York, le presta la menor atenci¨®n narrativa a lo que ya se llama "el tercer paisaje", como lo bautiz¨® en su reciente manifiesto Gilles Cl¨¦ment, el ingeniero, bot¨¢nico, escritor e inventor del c¨¦lebre Jard¨ªn Planetario.
?Qu¨¦ hacer con ese tercer paisaje que no es urbano ni rural, que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de los centros comerciales y del ¨²ltimo cintur¨®n de los adosados, pero tampoco es parque natural protegido ni paisaje agr¨ªcola subvencionado por la PAC (Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n)? Es cierto que en su d¨ªa algo parecido al tercer paisaje simboliz¨® el arte de vanguardia del siglo XX: cuando el land art, las excursiones gasolineras de la beat generaci¨®n y las road movies. Pero las noveler¨ªas y la peliculer¨ªas espa?olas nunca le han prestado demasiada atenci¨®n al tercer paisaje; excepto algunos pintores abstractos castellanos y a pesar del caballo y la mula del Quijote, aquel 2CV que inaugur¨® el on the road.
El otro d¨ªa, en un vuelo nocturno que atravesaba la Pen¨ªnsula, descubr¨ª dos cosas. Que a vista de p¨¢jaro (o de Dios) las poblaciones agr¨ªcolas de la meseta y alrededores, cuando parpadean sus luces, son figuras id¨¦nticas a la geometr¨ªa de las neuronas aisladas tal y como las pint¨® Cajal por vez primera. Y que hay una inmensa tierra de nadie que nunca se menciona ni se describe entre esas desconectadas neuronas noct¨ªvagas mesetarias y las tambi¨¦n nocturnas luces metropolitanas cuando te acercas a Barajas o El Prat, que desde arriba sus potentes luces semejan con igual precisi¨®n a las microgeometr¨ªas de un c¨¢ncer o cualquier tumor maligno, tal y como en House podemos comprobar.
A bordo de Iberia en mi transversal vuelo nocturno sobre la Pen¨ªnsula, con la frente pegada a la ventanilla, descubr¨ª que somos muy ricos en materia de tercer paisaje des¨¦rtico, mucho m¨¢s que cualquier otro pa¨ªs de la UE, y s¨®lo comparables en peque?a escala a ese inmenso tercer paisaje USA que en el siglo pasado gener¨® tan magn¨ªficas vanguardias. Porque eso tan largo que hay entre nuestras desconectadas neuronas agr¨ªcolas y nuestros tumores metropolitanos on-line, ese espectacular e incomparable no mans land espa?ol, es exactamente lo que Cl¨¦ment llama el tercer paisaje y nadie sabe qu¨¦ hacer con ¨¦l.
No es un paisaje urbano ni rural, no es PAC ni pop, carece de explotaci¨®n agr¨ªcola, de explotaci¨®n tur¨ªstica y de especulaci¨®n inmobiliaria, y es una inmensa frontera entre las desconectadas neuronas mesetarias y los tumores metropolitanos on-line. Ni siquiera es un territorio protegido, como esos parques naturales en los que est¨¢ terminantemente prohibido tirar basuras y adjetivar como si no hubiera pasado un siglo.
?Qu¨¦ hacer con nuestro impresionante tercer paisaje, ¨²nico en Eurolandia? Lo primero que habr¨ªa que hacer es describirlo, luego ya veremos. Pero no olvidemos que un d¨ªa del siglo pasado los j¨®venes norteamericanos inventaron una ¨¦pica de esa tierra de nadie y la describieron con moderna l¨ªrica contagiosa. Eso s¨ª, tuvieron que salir de casa, subirse a la Harley o al Ford 49, abandonar la ciudad, el trabajo y la familia, mirar hacia Oriente y consumir mucha gasolina. Ya s¨¦ que las ideolog¨ªas, el canon literario, las distancias y el precio del barril de Brent han cambiado mucho desde entonces, pero ah¨ª abajo est¨¢, espl¨¦ndidamente in¨¦dito, ese muy dominante tercer paisaje espa?ol que hace varios centenarios recorri¨® Cervantes a bordo de su Citro?n 2CV.
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