Dura piedra
Ayer fue una de esas tardes en las que se constata con profundo desagrado lo duros e inc¨®modos que son los asientos de la plaza. Tiene gracia el asunto: hay que pagar un ri?¨®n por una entrada, se debe comprar una almohadilla para aminorar la ingrata piedra, y acaba uno el festejo con el trasero cuadrado y la sensaci¨®n de llevar sentado all¨ª desde las diez de la ma?ana. Si esta fiesta sigue adelante en los tiempos en que por seis euros puedes ver una buena pel¨ªcula hundido en una mullida butaca es de puro milagro. Pero tendr¨¢ fuerza, mucha fuerza, cuando tarde tras tarde Las Ventas aparece rebosante de p¨²blico ¨¢vido de espect¨¢culo.
Pero eso fue lo que ayer no hubo. En su lugar, una obra en seis actos sobre c¨®mo una corrida se puede convertir en un insufrible tostonazo. ?La culpa? De los toros, mansos y descastados hasta parecer una bueyada; de los toreros, contagiados de la tristeza; de la autoridad, que cada vez es m¨¢s misterioso averiguar a qui¨¦n defiende, y del p¨²blico, por qu¨¦ no, que aguanta sin inmutarse que le den gato por liebre. A fin de cuentas, abunda el espectador de ocasi¨®n, el que acude para ser visto, el que le ha tocado la entrada en el reparto de su empresa y el que ha recibido un regalo de un proveedor avispado. En fin, de todo menos aficionados, y se nota, vaya que si se nota. A esta fiesta ya no la conoce ni el padre del que la fund¨®.
Carriquiri / Puerto, Ferrera, Garc¨ªa
Toros de Carriquiri, bien presentados, mansos, inv¨¢lidos y descastados; el 2?, flojo y codicioso. El 5? fue devuelto y sustituido por un sobrero de Escribano Mart¨ªn, manso y encastado. V¨ªctor Puerto: bajonazo (silencio); estocada (silencio); Antonio Ferrera: estocada ca¨ªda y un descabello (pitos); estocada (oreja). Iv¨¢n Garc¨ªa: pinchazo, estocada -aviso- (silencio); estocada atravesada y un descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 14 de mayo, 5? corrida de feria. Lleno.
As¨ª las cosas, la corrida pas¨® a los anales del suplicio popular. Y uno de los que tuvo mayor parte y arte fue V¨ªctor Puerto, aunque no le anduvo a la zaga Ferrera. El primero debe desconocer que el primer objetivo del torero es evitar que el p¨²blico se aburra. Pues ¨¦l se empe?¨® en una labor sopor¨ªfera, vulgar, pesad¨ªsima e insoportable ante su buey primero. Lo que hizo Puerto no fue tentar la suerte, sino agotar la paciencia de los espectadores. Y eso no est¨¢ nada bien. Abrevi¨® algo m¨¢s ante el inv¨¢lido cuarto, pero es que si no es as¨ª, lo corren a gorrazos por la calle de Alcal¨¢ arriba.
El ¨²nico toro codicioso de la tarde le toc¨® en primer lugar a Ferrera, y va y lo desaprovecha. Tambi¨¦n es mala suerte; o poca vista. Lo banderille¨® de manera desigual, y el trasteo con la muleta fue largo, acelerad¨ªsimo, mec¨¢nico y destemplado. ?Qu¨¦ prisas y qu¨¦ violencia! ?Y qu¨¦ decepci¨®n! El toro super¨® al torero en todos los terrenos, lo cual no deja de ser preocupante, sobre todo para Ferrera. Con el quinto se luci¨® de verdad en un espectacular y ce?ido tercio de banderillas. Fue todo un alarde de valor, entrega y conocimiento. La faena de muleta no alcanz¨® la vibraci¨®n que el toro requer¨ªa porque el torero se empe?¨® de nuevo en una aceleraci¨®n desmesurada. Pero la tarde estaba tan aburrida que le concedieron una oreja.
Empe?o no le falt¨® a Iv¨¢n Garc¨ªa, que se encontr¨® con un lote muy parado. Tore¨® con buen trazo a su distra¨ªdo primero, y en el sexto lance¨® a la ver¨®nica con gusto, se luci¨® en unas apretadas chicuelinas, banderille¨® con lucimiento, y el toro lleg¨® agotado al tercio final. Su gozo en un pozo. Y el trasero de todos, cuadrado como una baldosa. ?Y la espalda? C¨®mo se te queda la espalda, Dios m¨ªo.
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