Gilberto Silva, el muro invisible
Wenger fich¨® al mediocentro brasile?o, que va en tren al entrenamiento, tras fracasar las negociaciones para contratar a Van Bommel
El pueblo de Saint Albans es tranquilo: un campo de golf, un fabuloso hotel instalado en un a?ejo castillo -justo donde vel¨® armas el Barcelona antes de la final de Wembley contra el Sampdoria- y una calle principal con un supermercado, una tienda de electr¨®nica, un restaurante con cocinero hind¨² y un pub, The Robin Hood. Los empleados de la estaci¨®n de los ferrocarriles de St. Albans, la m¨¢s cercana al complejo deportivo de London Colney donde a diario trabaja el Arsenal, ya no se extra?an cuando cada ma?ana ven bajar de un tren a Gilberto Silva.
El mediocentro del Arsenal se sube despu¨¦s a un taxi y recorre la calle principal del pueblo, camino de la ciudad deportiva de los gunners: "Me resulta m¨¢s c¨®modo utilizar el transporte p¨²blico. Yo no soy Henry, me puedo mezclar con el pueblo y paso desapercibido", explica el centrocampista brasile?o del Arsenal a todo el que le pide razones sobre por qu¨¦ no usa el coche para llegar al trabajo desde su casa en Enfield, muy cerca del nuevo hogar de Cesc F¨¢bregas, que define a su compa?ero como "un trozo de pan". Y a?ade: "No sabes la tranquilidad que da saber que si pierdes la pelota, ¨¦l est¨¢ detr¨¢s", asegura. "Es el que barre la casa", dice Reyes, que le ve trabajar a destajo por detr¨¢s de la l¨ªnea de centrocampistas en el esquema de Ars¨¨ne Wegner.
Colabor¨® con la comunidad brasile?a cuando la polic¨ªa inglesa acribill¨® a un compatriota
Tambi¨¦n es el guardi¨¢n de la casa, sencillamente porque el entrenador franc¨¦s le tiene prohibido irse al ataque: "Creo que la ¨²nica vez que he pisado el ¨¢rea contraria fue el d¨ªa de mi deb¨² con el Arsenal", suele bromear el mediocentro. Aquella tarde, contra el Liverpool, un gol suyo le dio al equipo la Charity Shield.
Ah¨ª sigue, jugando en el Arsenal casi todos los minutos y tocando la mandolina para sus hijos siempre que puede. Gilberto, adem¨¢s, pasa muchas horas con la comunidad brasile?a de Londres, con la que colabor¨® especialmente despu¨¦s de que la polic¨ªa londinese acribillara por error al brasile?o Charles de Menezes, confundi¨¦ndole con un terrorista: "Fueron momentos terribles para nosotros", dice consternado todav¨ªa.
Nacido en un pueblo llamado Lago da Prata, al sur de Brasil, el 7 de octubre de 1976, a Gilberto Silva le abri¨® las puertas del Arsenal el presidente del PSV Eindhoven, Harri Van Raaj, cuando Ars¨¨ne Wegner se interes¨® por Mark Van Bommel: 15 millones de libras pidi¨® el holand¨¦s por su estrella. Entonces, verano de 2002, el t¨¦cnico franc¨¦s decidi¨® ir a Brasil para sustituir a Vieira.
El Arsenal pag¨® al Atl¨¦tico Mineiro 7 millones de euros por Gilberto y se trajo al mediocentro a Londres. D¨ªas despu¨¦s, Emerson, llamado a ser capit¨¢n de Brasil en el Mundial de Jap¨®n y Corea de Sur de 2002, se lesionaba jugando de portero durante un entrenamiento de la canarinha. Gilberto ocup¨® su puesto por delante de la defensa, jug¨® todos los minutos de aquel torneo y se proclam¨® campe¨®n del Mundo. "Con ¨¦l en el campo sabes que no tardar¨¢s mucho en recuperar la pelota", reconoce Ronaldinho, que asegura con rotundidad que prefiere verle vestido de amarillo y a su lado que tenerlo enfrente, como suceder¨¢ el mi¨¦rcoles.
Tan humilde como sus or¨ªgenes -empez¨® a jugar al f¨²tbol en calles sin asfalto y descalzo- Gilberto se reconoce antes como un obrero que como un artista: "No tengo la zurda de Rivaldo, ni hago las maravillas de Ronaldinho, ni meto goles como Ronaldo. Pero alguien tiene que llevar el piano en un equipo y esa tarea la hago lo mejor que s¨¦", asegura sin que se le caigan los anillos. Tanto y tan bien trabaj¨® en el mundial por delante de Lucio, Edmilson y Roque Junior, que en Brasil le llaman El muro invisible. En Highbury saben por qu¨¦.
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