Sobre una perversa coincidencia
No s¨¦ si se han dado cuenta de que en algo est¨¢n de acuerdo nuestros pr¨®ceres pol¨ªticos, todos. Curiosa cuesti¨®n: est¨¢n de acuerdo en que puedan poner los impuestos como les d¨¦ la gana aqu¨ª en Euskal Herria. Nunca mejor tra¨ªda esa denominaci¨®n, porque esa coincidencia de todos nuestros representantes viene del Antiguo R¨¦gimen, cuando no exist¨ªa Euskadi, sino Euskal Herria. Entonces, los pol¨ªticos para presentarse a diputados o concejales ten¨ªan que ser hacendados y les fastidiaba una barbaridad que existiera el Ministerio de Hacienda, que era el que empezaba a poner los impuestos. Esta coincidencia dieciochesca es prueba m¨¢s que evidente de que estamos plenamente en un proceso reaccionario, aunque se sazone con algunas modernidades.
Es tremendo que todos coincidan en que puedan poner los impuestos como bien consideren. Menos mal que para estos casos de tan extra?a coincidencia coyuntural -pero s¨®lo en apariencia, porque es hist¨®rica, ahora que tambi¨¦n la izquierda ha descubierto los derechos hist¨®ricos- existe desde que lo inventara Montesquieu el contrapoder judicial, y los jueces dicen a los diputados generales que tienen que poner el mismo Impuesto de Sociedades que en el resto de la naci¨®n y que lo contrario es hacer trampa.
Y todos, unos m¨¢s fuerte que otros, se rebelan, critican o solicitan excepcionalidades judiciales, cosa ¨¦sta ¨²ltima que est¨¢ m¨¢s que nunca de moda, y que recuerda tambi¨¦n la querencia hacia el Antiguo R¨¦gimen que estamos padeciendo, porque estas excepcionalidades eran t¨ªpicas de ¨¦l. Los del PNV, recordando el pasado soberanismo, se nos ponen dignos y jauntxos; el diputado general de Vizcaya acusa muy seriamente al Tribunal vasco. Los del PP, en boca de Rabanera, recordando el pasado tradicionalista, reclaman blindar el Concierto, y el PSE, que nada gana ni pierde, se suma tambi¨¦n al coro recomendando que los jueces tengan manga ancha en este asunto. Que no la tengan. En los tiempos que corren es el Poder Judicial el ¨²ltimo valladar del Estado de derecho.
Este conflicto, otro, nos pudiera hacer reflexionar que, si bien determinadas decisiones pol¨ªticas pr¨®ximas al ciudadano son ¨²tiles para su gesti¨®n hay otras que m¨¢s que para la gesti¨®n est¨¢n pensadas para el mangoneo, y que un determinado ¨¢mbito provinciano y localista tiende a propiciar la arbitrariedad. Arbitrariedad que, con toda l¨®gica, es uno de los objetivos m¨¢s caros a cualquier partido pol¨ªtico: acabar haciendo las cosas como bien le parezca seg¨²n sus intereses. Esta tendencia y riesgo estaba muy bien prevista en las teor¨ªas ilustradas, porque si bien hab¨ªa visiones optimistas sobre la naturaleza humana, hab¨ªa otras que acababan pronosticando que el hombre es lobo para el hombre, y que todo partido pol¨ªtico tiende al poder absoluto -seguro que exclaman que no- por la propia naturaleza de la cosa humana y social. Por eso, el que haya jueces que digan que hasta aqu¨ª hemos llegado est¨¢ muy bien. Sabemos que no es nada amable ni aconsejable oponerse al poder pol¨ªtico, pero es necesario. No ser¨¢ muy hist¨®rico el dictamen judicial; es posible que est¨¦ en contra de alg¨²n derecho hist¨®rico, seguro, pero resulta revolucionario, civilmente republicano, porque los derechos hist¨®ricos, que tienen poco de hist¨®rico, menos tienen de derechos.
Cuando todos los partidos est¨¢n de acuerdo en una cosa... malo. Hay excepciones guiadas por el inter¨¦s general, pero ¨¦sas ya se superaron con la Transici¨®n y sus consensos, ¨¦poca de generosidad, y aqu¨¦llos ya no est¨¢n bien vistos. Ahora es en el espacio de la contrarrevoluci¨®n, comunitarista e identitaria, donde se van a encontrar las argumentaciones antijudiciales, precisamente contra la igualdad en la que se basan las decisiones judiciales. Dicha igualdad, precisamente, y en demasiados ¨¢mbitos, es lo que en estos momentos est¨¢ puesta en entredicho.
Nunca pens¨¦ que con la democracia y la autonom¨ªa ¨ªbamos a volver hacia atr¨¢s. Pero est¨¢ visto, como bien dice el profesor Fusi, que 25 a?os de democracia no son tiempo suficiente para estabilizarla y, sobre todo, no crean cultura de tal. Ya nos estamos aburriendo de ella. Lo que es nuevo es que a falta de ut¨®pica revoluci¨®n para echarla abajo todo se encamine hacia los particularismos identitarios, las discriminaciones, las excepcionalidades, es decir, hacia atr¨¢s. La v¨ªa espa?ola hacia la contrarrevoluci¨®n liberal podr¨ªa titularse el nuevo ensayo.
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