El premio Roosevelt
El pasado 13 de mayo, tuve el honor de recibir de manos de su majestad la reina Beatriz de los Pa¨ªses Bajos el Premio Franklin D. Roosevelt por la Libertad de Expresi¨®n, una de las cuatro libertades anunciadas por el presidente Roosevelt en su mensaje al Congreso del 6 de enero de 1941. En medio de la guerra mundial, Roosevelt le dio un prop¨®sito a la lucha contra el nazi-fascismo, pero tambi¨¦n a la lucha por un mundo mejor despu¨¦s de la guerra. Libertad para expresarse, para superar la necesidad y el miedo. Libertad de creencias.
Tengo una personal admiraci¨®n hacia Franklin Roosevelt porque en 1938, siendo mi padre Consejero de la Embajada de M¨¦xico en Washington, el presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas nacionaliz¨® la riqueza petrolera mexicana y el presidente Roosevelt respet¨® esta decisi¨®n. Despu¨¦s de una larga historia de enfrentamientos a veces violentos entre M¨¦xico y EE UU, Roosevelt desoy¨® las voces que ped¨ªan represalias contra M¨¦xico y en vez de invadir, castigar o amonestar, decidi¨® negociar. A partir de entonces, a pesar de los inevitables conflictos entre los dos pa¨ªses, nuestra relaci¨®n se ha encaminado siempre a la negociaci¨®n diplom¨¢tica. Cuando lo hacemos, ganamos ambos. Cuando no lo hacemos, perdemos todos.
Franklin Roosevelt lleg¨® a la presidencia de EE UU en medio de la peor crisis econ¨®mica mundial del siglo XX. El crack econ¨®mico de 1929 fue seguido de la Depresi¨®n que en Alemania llev¨® a Hitler al poder, en Italia consolid¨® a Mussolini en el suyo, en Jap¨®n signific¨® el ascenso del militarismo, en la URSS fortaleci¨® a Stalin, en Inglaterra y Francia debilit¨® a la democracia y a Espa?a la envolvi¨® en una feroz lucha fratricida.
En EE UU, no faltaban las voces pidiendo la mano dura. El presidente Herbert Hoover reprimi¨® las marchas obreras y los generales McArthur y Eisenhower pidieron "una dictadura virtual" para superar la crisis. Roosevelt, en cambio, no reprimi¨® ni tom¨® poderes dictatoriales. Puso en manos de la sociedad civil los instrumentos democr¨¢ticos para combatir el desempleo, la ca¨ªda de la producci¨®n y la crisis financiera. Reclut¨® a un cuarto de mill¨®n de j¨®venes para labores de reforestaci¨®n, lucha contra la erosi¨®n y control de inundaciones. Dio la oportunidad a miles de j¨®venes para terminar sus carreras. Le abri¨® el horizonte a los agricultores, los trabajadores, los casa-habientes, los artistas, los escritores.
La NRA cre¨® dos millones de empleos y la PWA construy¨® caminos, represas y renov¨® ciudades. La TVA gener¨® m¨¢s electricidad que toda Am¨¦rica Latina. El nuevo Trato asegur¨® mejores salarios, mejores condiciones laborales, libertad sindical, el empleo de indios y negros.
"Si fracaso", dijo Roosevelt, "no ser¨¦ el peor presidente norteamericano, ser¨¦ el ¨²ltimo". No fracas¨®. Muchas de sus iniciativas, en s¨ª mismas, no resolvieron la situaci¨®n. Pero Roosevelt le dio al pueblo la misi¨®n de reconstruir el pa¨ªs con tiempo, persistencia y medidas democr¨¢ticas. Lo que s¨ª logr¨® Roosevelt fue superar los peores efectos de la Depresi¨®n, sin sacrificio de las libertades constitucionales. ?sta result¨® ser la mejor defensa contra la tentaci¨®n totalitaria. Roosevelt no tuvo que invocar el terror, la religi¨®n o el miedo para ganar elecciones. Las gan¨® con reformas sociales apoyadas por el pueblo.
La lecci¨®n de Roosevelt es especialmente v¨¢lida para nosotros, para la Am¨¦rica Latina actual. Ni populismo ni inmovilismo ni regresi¨®n, sino movilizaci¨®n de las fuerzas productivas mediante el aliento y la protecci¨®n del trabajo. Progreso para todos, no s¨®lo beneficios para la minor¨ªa o, a¨²n, s¨®lo para la mitad de la poblaci¨®n. Y todo dentro del marco jur¨ªdico de la democracia.
Roosevelt salv¨® a su patria de la crisis econ¨®mica sin acudir a medidas represivas. Respet¨® totalmente la libertad de expresi¨®n, consciente -aun en tiempos de guerra- de que una sociedad libre no puede derrotar a sus enemigos si renuncia a los valores de la libertad, creyendo err¨®neamente que al imitar los vicios del enemigo, lo derrotaremos. No hay tal. Cuando los derechos de la libertad son sacrificados en nombre de la libertad, el enemigo gana y nuestras libertades se pierden.
A veces, las libertades de expresi¨®n se dan por descontadas en las sociedades satisfechas. Hablar se considera parte de la normalidad pluralista y escribir puede ser visto como un pasatiempo amable pero al cabo irrelevante. Pero cuando la libertad de expresi¨®n es prohibida, los libros quemados en p¨²blico y los escritores condenados al exilio, la prisi¨®n y aun la muerte, nos damos cuenta de lo importante que es contar con puntos de vista alternativos y cr¨ªticos de la realidad.
Si la libertad de expresi¨®n es democr¨¢ticamente inocua, ?por qu¨¦ los reg¨ªmenes totalitarios inmediatamente proh¨ªben la prensa libre, controlan la radio y la televisi¨®n, persiguen a los periodistas e imponen la norma de la prohibici¨®n? ?Nos hacen falta tiran¨ªas para apreciar el valor de la libre expresi¨®n?
Los premios Roosevelt son un recordatorio de que las libertades son nuestro derecho y nuestra obligaci¨®n diarios, no un privilegio ni un deber excepcional.
Cuando L¨¢zaro C¨¢rdenas nacionaliz¨® el petr¨®leo en 1938, se enfriaron las miradas de mis maestros y condisc¨ªpulos en la escuela p¨²blica de Washington DC. Los titulares de los diarios gritaban: "Los rojos mexicanos se robaron nuestro petr¨®leo". Peri¨®dicos, congresistas, figuras p¨²blicas ped¨ªan el castigo contra M¨¦xico, la invasi¨®n de M¨¦xico, la ruptura de relaciones al menos. Roosevelt y C¨¢rdenas decidieron negociar en vez de acusar y pelear. La diplomacia demostr¨® para qu¨¦ era buena gracias a los embajadores de M¨¦xico en Washington, Francisco Castillo N¨¢jera y de EE UU en M¨¦xico Josephus Daniels.
Roosevelt y C¨¢rdenas representaron una milagrosa coincidencia a favor de la reforma, el progreso y el respeto mutuo. No siempre (o muy rara vez) se dan semejantes paridades. A menudo, el movimiento se da en medio de agresiones f¨ªsicas y verbales, equ¨ªvocos pasajeros o permanentes, cerraz¨®n y demagogia intercambiables. Ojal¨¢ que en el futuro que se avecina, las indispensables reformas latinoamericanas encuentren serenidad y di¨¢logo en EE UU, libr¨¢ndonos a nosotros de la confusi¨®n entre discurso y realidad y a ellos de la confusi¨®n entre imperio y democracia.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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