El mirador del Maestrazgo

Su monumentalidad lo hace visible desde varios kil¨®metros a la redonda. El castillo, sede de la Orden de Calatrava, corona desde 1179 el monte sobre el que se recuesta Alca?iz,

encrucijada hist¨®rica de caminos entre Arag¨®n y Catalu?a, ciudad de calles balconadas y plazas porticadas cuya fortificaci¨®n inspir¨® en 1411 el denominado Compromiso de Caspe. Tres siglos despu¨¦s, Felipe V convirti¨® parte de este baluarte en un lujoso palacio aragon¨¦s. Y ya mediado el ¨²ltimo tercio del siglo XX, todo el conjunto medieval fue rehabilitado como parador de turismo y adscrito a una red estatal en continua expansi¨®n que contar¨¢ dentro de un par de a?os con m¨¢s de cien establecimientos a su cargo. El de Alca?iz emociona, sobre todo, por el esplendor barroco de su fachada, la colecci¨®n de murales g¨®ticos que alberga su Torre del Homenaje, la sobriedad plateresca de su sepulcro y los gui?os de modernidad aplicados durante la ¨²ltima remodelaci¨®n del edificio, en 2002.

Sin yelmos ni armaduras

Nadie dir¨ªa que el lienzo de muralla que cierra por el este el patio de armas es un postizo muy sutil de ladrillo mud¨¦jar. Y el recreo medievalizante de los arquitectos y decoradores oficiales de Paradores ha obviado en este caso la exhibici¨®n de yelmos y armaduras en sus salas nobles. No faltan, desde luego, los muebles de madera pesada, los cortinajes imperiales, los viejos butacones retapizados ni las puertas de cuarterones, al gusto de los numerosos fans que tiene la cadena p¨²blica: el club de Los Amigos de Paradores. Los salones, tan suntuosos, parecen algo desangelados. Nadie los pisa, nadie los ocupa. En verano se est¨¢ mejor al aire libre, en la terraza instalada frente a la Torre del Homenaje, bajo los arcos y ¨¢ticos que la enmarcan.

Un mural representativo de los torneos cortesanos decora, entre otros motivos medievales, la nueva cafeter¨ªa, expuesta al vaiv¨¦n de los numerosos visitantes que recibe el castillo durante los fines de semana. M¨¢s sobrio parece el restaurante, cuya puesta en escena merece un mayor reconocimiento que sus elaboraciones culinarias. El buf¨¦ de desayuno carece por completo de personalidad.

Cabeceros ensortijados. Mesitas auxiliares de roble. Textiles en tonos rojizos, verdes y ocres. Nada como ser hu¨¦sped en las nuevas alcobas, m¨¢s alegres y funcionales que las de antes. Aunque para enchufar el port¨¢til o poner a cargar el tel¨¦fono m¨®vil hay que seguir agach¨¢ndose. Si se puede estirar algo el bolsillo, las dos d¨²plex enclaustradas en los torreones deparan unas vistas panor¨¢micas sin igual de todo el Maestrazgo.