?rboles y groser¨ªa
Ustedes saben que quienes escribimos en los suplementos dominicales lo hacemos con dos semanas de antelaci¨®n, as¨ª que este asunto podr¨ªa parecerles ya antiguo. Ser¨ªa la mejor noticia: significar¨ªa que el peligro ha pasado, como ha anunciado Esperanza Aguirre, al decir que no se talar¨¢ ning¨²n ¨¢rbol de Recoletos y el Paseo del Prado mientras ella permanezca en su actual cargo. Pero como la Presidenta de Madrid es una arboricida consumada en otras zonas de la ciudad, y a estas alturas no hay quien se f¨ªe de la palabra de ning¨²n pol¨ªtico, no estar¨¢ de m¨¢s insistir, por si acaso.
Si hay un paisaje de Madrid que en verdad pertenece a todos, es el llamado eje Recoletos-Prado, porque all¨ª est¨¢ el museo m¨¢s extraordinario del pa¨ªs, el del Prado, as¨ª como el Thyssen, el Jard¨ªn Bot¨¢nico y edificios hist¨®ricos como el Hotel Ritz y el Palace. Y si a la pobre y destrozada Madrid le queda un paisaje urbano bonito (una vez que se le escamote¨® la visi¨®n del Palacio Real, cuya fachada ya no se contempla desde ning¨²n punto, hay que plantarse ante ella para que se aparezca), es la magn¨ªfica arboleda de dichos Paseos. El Ayuntamiento, con el apoyo del PSOE y de IU -en esta cuesti¨®n todos los partidos est¨¢n siendo vand¨¢licos-, ha decidido carg¨¢rselo, bajo el rid¨ªculo pretexto de "recuperarlo" y "mejorarlo". ?Recuperar qu¨¦ y para qui¨¦n? Se trata, eminentemente, de convertir la zona en una especie de parque tem¨¢tico de museos, para los turistas: facilitar el aparcamiento de montones de autobuses abarrotados de ellos; ponerles una explanada, con pocos ¨¢rboles, para que paseen y en verano se deshidraten; reducir el tr¨¢fico aument¨¢ndolo en zonas que har¨¢n peligrar la conservaci¨®n de los cuadros; sustituir el actual suelo por un terrizo o albero de plaza de toros, que en Madrid no pega ni con cola y que levantar¨¢ tanto polvo que asimismo da?ar¨¢ las pinturas; talar o quitar de en medio ("trasplantar", lo llaman) casi setecientos ¨¢rboles entre Cibeles y Atocha, ¨¢rboles antiguos, altos, frondosos, y que sobre todo constituyen un paisaje que debe ser invariable, por emblem¨¢tico y por querido por los madrile?os tal como es y como est¨¢. Lo dijo Soledad Gallego-D¨ªaz en una columna de este diario: la mayor¨ªa vemos un Paseo "muy hermoso que va a ser sometido a una intervenci¨®n desproporcionada, innecesaria e injustificada".
"A la gente no se le puede cambiar la fisonom¨ªa de sus ciudades"
A la gente no se le puede cambiar la fisonom¨ªa de sus ciudades hasta hacerlas irreconocibles, ni siquiera si es supuestamente para mejor (casi nunca lo es). Meterle mano al Paseo del Prado ser¨ªa como met¨¦rsela en Par¨ªs a los Jardines del Luxemburgo o en Londres a Trafalgar Square. ?Que ambos lugares ser¨ªan mejorables? Sin duda, todo lo es, y tambi¨¦n empeorable. Pero, as¨ª como unos padres no dejar¨ªan que sus hijos fueran retocados quir¨²rgicamente para hacerlos m¨¢s guapos, m¨¢s altos o con ojos azules, nosotros no aceptamos que se destruya el ya casi ¨²nico rasgo de identidad de Madrid para transformarlo en otra cosa, menos a¨²n en un adefesio semides¨¦rtico, lo m¨¢s probable a la vista del famoso y servil proyecto. Si los turistas vienen, bueno. Pero una ciudad no se puede hacer para ellos, ni tratar Recoletos y el Prado como si fueran Marina d'Or o Torrevieja o Marbella.
Pero adem¨¢s hay que decir algo sobre la groser¨ªa. La Baronesa Thyssen, bendita sea, ha sido quien ha dado la voz de alarma ante el desafuero. Y la reacci¨®n del Ayuntamiento, de la oposici¨®n, de los arquitectos y hasta del director del Museo del Prado, Zugaza (¨¦ste m¨¢s por omisi¨®n), ha sido tan faltona que s¨®lo se explica por el excesivo y sospechoso inter¨¦s de todos por tirar adelante con las obras. El arquitecto Hern¨¢ndez de Le¨®n ha dicho: "Detr¨¢s de esto hay una situaci¨®n de capricho que se est¨¢ transformando en un chantaje". Pilar Mart¨ªnez, edil de Urbanismo: "La Baronesa es una caprichosa intolerante que antepone su inter¨¦s personal al de los ciudadanos" (!). Simancas, aspirante a la Presidencia de Madrid: "Aguirre y Gallard¨®n se pelean por el favor de una Baronesa". Y hasta el propio alcalde, normalmente educad¨ªsimo, ha perdido las formas: "Hay que hacer m¨¢s caso a la inteligencia que a la aristocracia", llamando as¨ª poco menos que tonta a la Baronesa. ?sta no es tal m¨¢s que por un azar, por matrimonio, y en modo alguno es "aristocracia". Se trata de Carmen Cervera, catalana que consigui¨® para Madrid y Espa?a una colecci¨®n de pinturas inigualable. Convenci¨® al marido, como sabemos todos, y cuando la venta se hizo efectiva, tras generoso pr¨¦stamo, el Estado pudo adquirirla a un precio inferior al real, gracias a ella. Y a¨²n hay quien, en estos d¨ªas, ha dudado de sus motivos para oponerse al destrozo y ha insinuado, ofensivamente, que querr¨¢ ofrecerle "al mejor postor" el tercio de las pinturas a¨²n pendiente de venta en firme.
A esta mujer deber¨ªa ten¨¦rsele muy profundos agradecimiento y respeto, que ahora han brillado por su vergonzosa ausencia. La fe¨ªsima impresi¨®n que han dado todos es la de haber pensado: "Ahora que ya sacamos lo principal de ella, podemos darle la patada". Y con ello han demostrado, una vez m¨¢s, que Espa?a es un pa¨ªs patanesco y no de fiar cuando hay por medio cemento, pol¨ªticos, constructores y dinero. Y eso es lo que nos domina y define, lamentablemente, en el siglo XXI. Nuestro mayor problema, y no exagero.
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