El r¨ªo que nos lleva
El r¨ªo que nos lleva es el t¨ªtulo de una hermosa novela, escrita por un profesor de la Complutense que explicaba econom¨ªa de un modo admirable y que acabar¨ªa poniendo en pr¨¢ctica su personal 68 para acabar dedic¨¢ndose por entero a la creaci¨®n literaria. Era el relato del fin de un tiempo de armon¨ªa entre el hombre y la naturaleza, con el ¨²ltimo viaje de transporte de troncos por un r¨ªo sobre el que va a ser construida una presa.
La met¨¢fora puede aplicarse a la actual situaci¨®n pol¨ªtica. En el cuarto de siglo de democracia, la sociedad espa?ola ha experimentado una impresionante transformaci¨®n en todos los ¨®rdenes, y salvo la incidencia del terrorismo de ETA, parec¨ªan logrados los objetivos que fueron cobrando forma -y fracasando una y otra vez en la pr¨¢ctica- desde la ¨¦poca del reformismo ilustrado. Por fin los agentes de modernizaci¨®n a que aludiera Ortega, pudieron desplegarse plenamente. Los sue?os de Jovellanos, Pe?aflorida y Goya enlazan con la realidad de un bienestar y de una cultura ampliamente difundidos, e incluso con las pesadillas bien administradas de Almod¨®var. Son logros que alcanzan a¨²n mayor significaci¨®n si tenemos en cuenta que se registran en el marco de un mundo en retroceso, cada vez m¨¢s alejado de las expectativas ut¨®picas de los a?os sesenta.
Si nos atenemos al discurso oficial, no existen motivos para el pesimismo. La presa capaz de interrumpir el curso de las aguas es una criatura imaginaria de la derecha. Leyendo el reciente art¨ªculo de Ignacio Sotelo, nos encontramos en el primer a?o triunfal de la presidencia de Zapatero. Otra vez Espa?a va bien. El nuevo Estatuto de Catalu?a ha sido un ¨¦xito, salvando todas las dificultades, y hasta a Maragall le espera un buen futuro. Por supuesto, Sotelo presenta el balance positivo del Estatut a modo de indiscutible evidencia "dentro de m¨¢rgenes aceptables". Y luego espera que en Euskadi con paciencia se registre otro ¨¦xito.
Sin embargo, las cosas son m¨¢s complicadas y no es seguro que la demostraci¨®n magistral de habilidades t¨¢cticas en ambos casos, sea suficiente para evitar el surgimiento de la presa y cortar el flujo de una corriente que ahora entra de todos modos en zona de r¨¢pidos.
El coste de la convergencia de los partidos nacionalistas y de la guerra a muerte con el PP es que no existe por el momento posibilidad de que la reforma del Estado sea llevada a cabo tras la discusi¨®n entre los dos grandes partidos. Parafraseando al autor de la segunda parte del Guzm¨¢n, por hacer Catalu?a y Euskadi, corremos el riesgo de desgarrar, ya que no de deshacer Espa?a. Y no s¨®lo en las posiciones pol¨ªticas, sino en la articulaci¨®n de las decisiones pol¨ªticas al deslizarse la forma de Estado hacia una confederaci¨®n asim¨¦trica, donde cada comunidad intentar¨¢ maximizar sus ventajas sin preocuparse del inter¨¦s del todo. En otro sentido, la met¨¢fora fluvial recobra actualidad con el espect¨¢culo de las distintas comunidades que proclaman la soberan¨ªa sobre los recursos hidr¨¢ulicos. El Guadalquivir "es irrenunciable", proclama Chaves en nombre de la "realidad nacional" andaluza. Del Ebro van a hacerse parcelas. A cada uno, lo suyo. Un s¨ªntoma de lo que el nuevo escenario pol¨ªtico posauton¨®mico puede ofrecer. El Estado no va a romperse, tampoco el idioma espa?ol desaparecer¨¢ de Catalu?a, pero dif¨ªcilmente se lograr¨¢ preservar el grado de coordinaci¨®n y de solidaridad interterritorial hoy vigente. Y mal puede imaginarse que la negociaci¨®n en Euskadi deje de tener costes en el camino de la autodeterminaci¨®n si el PSOE sigue su carrera en solitario y busca el acuerdo como prioridad en s¨ª mismo, sin perfilar de antemano, repitiendo el error de Catalu?a, su propuesta de cambio pol¨ªtico. El fin de ETA tiene una extraordinaria importancia, lo que el PP parece ignorar; ahora bien, es una gran ingenuidad pensar que s¨®lo con paciente espera para la segunda mesa la presi¨®n soberanista se desvanecer¨¢.
Claro que la pasi¨®n por la t¨¢ctica de Zapatero y nuestro PSOE, confirmado adem¨¢s en su calidad de partido de disciplina leninista, se carga de raz¨®n a la vista de la oposici¨®n agresiva y primaria del PP. Si la pol¨ªtica de ZP puede suscitar preocupaci¨®n, la de Rajoy causa estupor. Nadie contribuye m¨¢s que su partido a alzar la presa.
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