Periferias en la red
El modo en que transita la informaci¨®n (y con ella las influencias, las ideolog¨ªas, incluso los prejuicios) se asemeja a una red. La idea de red, en la palabrer¨ªa contempor¨¢nea, remite a algo tupido, compacto, pero nada hay m¨¢s err¨®neo en la met¨¢fora: una red no genera un continuum, sino que se compone de nudos, y los nudos se comunican mediante cables que cuelgan sobre el vac¨ªo. La fortuna de una teor¨ªa, de una noticia, de un personaje o de un producto viene hoy condicionada por su correcta integraci¨®n en esa red de nudos. No residir en uno de ellos supone caer al vac¨ªo, como ocurre con todo lo que, a¨²n en el mismo centro del sistema, no logra anclarse a alg¨²n punto de la malla.
Pero en esta red no todos los nudos tienen la misma importancia. Una red ideal se configurar¨ªa en dos dimensiones, pero la red en que vivimos es tridimensional. Los nudos se hallan jerarquizados, lo cual supone jerarquizar sus contenidos y jerarquizar tambi¨¦n la repercusi¨®n de tales contenidos. La cercan¨ªa geogr¨¢fica ha dejado de ser un par¨¢metro para acceder a alg¨²n conocimiento. Los nudos grandes no se comunican por proximidad, sino por igualdad de rango. Los nudos importantes se expanden, de forma radial, hacia otros nudos importantes. Y los menores s¨®lo se comunican subordin¨¢ndose a alg¨²n centro principal. Es decir, la eficacia de una informaci¨®n generada en un nudo secundario puede ser intensa, pero en un entorno muy limitado. Podr¨ªamos hablar de grandes nudos, de nudos menores y de nudos m¨¢s peque?os; y podr¨ªamos poner a unos y a otros nombres de metr¨®polis, grandes ciudades y ciudades. Nuestro paisito es demasiado brumoso como para verbalizar todo esto sin generar agravios de opereta, de modo que cada cual aplique el cuento a su localidad, a su pa¨ªs, a su empresa, a su edici¨®n de peri¨®dico. Incluso a s¨ª mismo.
La configuraci¨®n en red supone que lo que ocurre en los nudos principales se comunica a velocidad de v¨¦rtigo y de forma inapelable. Los nudos menores forman tambi¨¦n sus propios subsistemas. Pero lo fundamental es que la concepci¨®n tradicional de la sociedad como una superficie continua en la que las ideas se transmiten en funci¨®n de contig¨¹idades ha desaparecido. Ahora existe la red, y la red no opera mediante cercan¨ªas geogr¨¢ficas sino en una estructura reticular y, a la vez, jerarquizada. Esto, que parece muy confuso, s¨®lo lo es por la defectuosa exposici¨®n del columnista. En la realidad es muy sencillo: las cosas que ocurren en Burgos no se conocen en Vitoria. Otra cosa es que una de tales cosas acceda a un nudo superior. Lo que hoy se sabe de Burgos en Vitoria o viceversa es porque ha subido hasta un n¨®dulo mayor (podr¨ªa ser Madrid) y descendido despu¨¦s al resto de nudos dependientes. Esta estructura implica a todo el planeta. Jerarquiza las ciudades, las ideas y las culturas. Nos jerarquiza. De ella se sirven las informaciones period¨ªsticas, las finanzas, la industria cultural, el obsceno mercado del deporte o la publicidad. Estamos a miles de kil¨®metros de Estados Unidos, pero nadie ignora qui¨¦n es Bush. Del presidente de Portugal, sin embargo, lo ignoramos todo. Y acercarnos hasta Badajoz no nos acercar¨ªa a la respuesta.
La muerte de Carlos P¨¦rez Uralde, un gran escritor y uno de los mejores articulistas del paisito, del pa¨ªs e incluso de algunos pa¨ªses aleda?os, ha pasado totalmente desapercibida. El nudo apenas ha operado, con cicatera eficacia, en la infrarred provincial, sin salpicar siquiera a otras ciudades vascas. En una variaci¨®n de escala: un economista de inmenso prestigio ha sido investido doctor honoris causa en una universidad del Pa¨ªs Vasco. Nadie lo ha sabido m¨¢s all¨¢ de nuestra autonom¨ªa, pero si el hecho hubiera ocurrido en el centro acad¨¦mico de un nudo superior no s¨®lo habr¨ªa merecido s¨¢banas de estraza period¨ªstica, sino que su ¨²ltima pulsi¨®n reticular habr¨ªa alcanzado las playas de Almer¨ªa o Pontevedra. Y eso a pesar de que, qui¨¦n lo dir¨ªa, el economista de inmenso prestigio fuera exactamente el mismo economista, y lo fuera tambi¨¦n su inmenso prestigio, e inmensa la misma inmensidad.
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