Un mundo interdependiente
Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que lo que caracteriza al mundo moderno es la interdependencia. Pero todav¨ªa no hemos tenido tiempo de estudiar detenidamente sus consecuencias ni hemos comprendido que las normas internacionales establecidas han quedado desbaratadas. La interdependencia -el hecho de que una crisis en un lugar cualquiera se convierta en una crisis en todas partes- deja en rid¨ªculo las opiniones tradicionales sobre el inter¨¦s nacional. Las naciones, incluso naciones tan grandes y poderosas como Estados Unidos, sufren profundamente, y a una velocidad de v¨¦rtigo, las repercusiones de los sucesos que ocurren fuera de sus fronteras.
?Por qu¨¦ la inmigraci¨®n es hoy la m¨¢xima prioridad de pol¨ªtica interior en gran parte de Europa y en Estados Unidos? Porque la globalizaci¨®n est¨¢ convirtiendo las migraciones de masas en una realidad, y s¨®lo el desarrollo global podr¨¢ hacer que sea una realidad manejable.
?Por qu¨¦ tambi¨¦n ha aumentado de importancia a toda prisa la pol¨ªtica energ¨¦tica en las agendas nacionales? Por la necesidad que tienen pa¨ªses como China e India de alimentar su r¨¢pido desarrollo y por la amenaza del cambio clim¨¢tico. La soluci¨®n est¨¢ en un marco de consenso internacional que ayude a crecer a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, permita que los pa¨ªses ricos conserven su nivel de vida y proteja el medio ambiente ante el desastre.
Es decir, no es posible tener hoy una visi¨®n coherente de los intereses nacionales sin una visi¨®n coherente de la comunidad internacional. Son problemas que nos afectan a todos y s¨®lo podemos hacerles frente juntos. Necesitan una respuesta que consista en prevenir, no s¨®lo reaccionar, basada no s¨®lo en certezas sino en la precauci¨®n y, a menudo, fuera de nuestro propio territorio.
El terrorismo que combatimos en Gran Breta?a no naci¨® en Gran Breta?a, aunque fueran brit¨¢nicos los terroristas que mataron a las v¨ªctimas del 7 de julio del a?o pasado. La soluci¨®n hay que buscarla en escuelas, campos de entrenamiento y centros de adoctrinamiento situados a miles de kil¨®metros, adem¨¢s de los pueblos y ciudades de la Gran Breta?a actual. Sin embargo, no ser¨¢ posible acordar una acci¨®n com¨²n si no est¨¢ fundada en una serie de valores comunes de libertad, democracia, tolerancia y justicia. ?stos son valores aceptados de forma universal en todos los pa¨ªses, confesiones y razas, aunque no por todas las personas dentro de dichos colectivos. Son valores capaces de inspirar y unir. Necesitamos una comunidad internacional que encarne y persiga estos valores universales.
La dimensi¨®n de los problemas que tenemos que abordar es enorme. Y, cada vez m¨¢s, existe un terrible desequilibrio entre los retos mundiales que nos aguardan y las instituciones internacionales que deben ocuparse de ellos. Tras la II Guerra Mundial, la gente se dio cuenta de que era precisa una nueva arquitectura institucional internacional. En esta nueva era, en el comienzo del siglo XXI, debemos renovarla.
En un discurso que pronunci¨¦ el viernes en Estados Unidos, trat¨¦ de hacer varias sugerencias para el cambio. En primer lugar, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha hecho una labor extraordinaria en unas circunstancias casi imposibles, y merece que apoyemos su programa de reformas. Pero un Consejo de Seguridad en el que est¨¢ Francia como miembro permanente pero no Alemania, Gran Breta?a pero no Jap¨®n, China pero no India -para no hablar de la total falta de representaci¨®n de Latinoam¨¦rica o ?frica-, no puede tener legitimidad en el mundo actual. Si es necesario, acordemos alg¨²n tipo de cambio provisional que sirva de puente para una soluci¨®n futura. Debemos reforzar la potestad del secretario general de la ONU para proponer al Consejo de Seguridad acciones que contribuyan a la soluci¨®n de viejas disputas.
En segundo lugar, el Banco Mundial y el FMI. Existen argumentos en favor de su fusi¨®n queya se han utilizado otras veces, pero, en cualquier caso, hay poderosas razones para una reforma que incluya una mejora sustancial de la relaci¨®n con los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo y m¨¢s representaci¨®n de las econom¨ªas emergentes.
Tercero, existen muchos motivos que aconsejan establecer un sistema multilateral de "enriquecimiento seguro" de la energ¨ªa nuclear. El OIEA supervisar¨ªa un banco internacional de uranio para garantizar el suministro de combustible a los pa¨ªses que emplean la energ¨ªa nuclear sin necesidad de que cada uno posea su propio ciclo de producci¨®n.
El cuarto aspecto es el Grupo de los Ocho (G-8) que, en la actualidad, consiste habitualmente en el G-8 + 5. ?sa deber¨ªa ser la norma. Y, por ¨²ltimo, necesitamos una Organizaci¨®n de Naciones Unidas para el Medio Ambiente que sea equiparable a la importancia que tiene hoy este tema entre las prioridades internacionales.
Soy consciente de la dificultad que tiene llevar a cabo estos cambios. Pero tambi¨¦n s¨¦ cu¨¢l es el principal obst¨¢culo. Es que, al crear unas instituciones multilaterales m¨¢s eficaces, los pa¨ªses tienen que ceder parte de su independencia. Los pa¨ªses poderosos quieren tener instituciones multilaterales m¨¢s eficaces, pero s¨®lo cuando creen que van a plegarse a sus deseos. Su miedo es que esas instituciones multilaterales eficaces tengan voluntad propia.
Ahora bien, cuando existe una base com¨²n de trabajo, unos prop¨®sitos y objetivos compartidos, entonces, todos los pa¨ªses, por muy poderosos que sean, se benefician del hecho de poder delegar problemas que no pueden resolver por s¨ª solos.
Hoy, tras la confusi¨®n y los desacuerdos de los ¨²ltimos a?os, tenemos una verdadera oportunidad de unirnos para combatir el terrorismo mundial, garantizar un sistema financiero mundial sano, ofrecer energ¨ªa limpia y segura y cerrar heridas hist¨®ricas; por ejemplo, avanzando hacia una soluci¨®n de dos Estados para acabar con el conflicto entre Palestina e Israel.
Creo asimismo que a todos nos interesa firmemente apoyar la democracia en Irak. No pretendo justificar aqu¨ª la decisi¨®n inicial ni reabrir argumentos pasados. Lo que quiero es proponer un nuevo consenso que sustituya a las discrepancias anteriores. Hace tres a?os que Sadam Husein dej¨® su cargo, tres a?os de luchas y ba?os de sangre. Sin embargo, a pesar del terror, existe un proceso pol¨ªtico democr¨¢tico en marcha. La semana pasada visit¨¦ al nuevo Gobierno de Bagdad, libremente elegido por el pueblo iraqu¨ª, sun¨ªes, chi¨ªes, kurdos e independientes. Lo que o¨ª en boca de sus dirigentes no fueron los mensajes discordantes de unas facciones en disputa, sino un discurso sencillo, claro y com¨²n. Quieren que Irak sea democr¨¢tico y que sus habitantes sean libres. Quieren tolerar las diferencias, celebrar la diversidad y que lo que decida su destino sean las leyes, y no la violencia.
La guerra dividi¨® al mundo, la lucha de los iraqu¨ªes por la democracia debe unirlo. Uno puede no estar de acuerdo con la decisi¨®n inicial. Puede pensar que se cometieron errores. Pero, si los iraqu¨ªes son capaces de mostrar su fe en la democracia mediante el voto, ?no debemos mostrar la nuestra ofreci¨¦ndoles nuestro apoyo?
?ste debe ser un momento de reconciliaci¨®n, no s¨®lo en Irak sino en la comunidad internacional. Su lucha es una lucha m¨¢s amplia. El objetivo del terrorismo en Irak es acabar no s¨®lo con la democracia iraqu¨ª sino con los valores democr¨¢ticos en todo el mundo.
Desde el instante en el que los afganos votaron en las primeras elecciones de su historia, el mito de que la democracia era un concepto occidental se hizo a?icos. No todos los Gobiernos del mundo creen en la libertad. Pero los pueblos del mundo s¨ª.
En mis nueve a?os de primer ministro no me he vuelto m¨¢s c¨ªnico respecto al idealismo. Simplemente me he convencido de que no hay que diferenciar entre una pol¨ªtica exterior regida por los valores y otra regida por los intereses. La globalizaci¨®n genera interdependencia. La interdependencia genera la necesidad de un sistema com¨²n de valores para poder funcionar. En otras palabras, el idealismo pasa a ser la realpolitik.
Nuestra gu¨ªa son nuestros valores. Pero, para poder avanzar, debemos estar dispuestos a pensar y actuar m¨¢s deprisa en defensa de esos valores; una prevenci¨®n progresista, por as¨ª decir. Hay una lista de prioridades que est¨¢ esperando a ser abordada y que puede unir a un mundo antes dividido. Y no hay momento mejor que el presente.
Todo esto no nos librar¨¢ de los contratiempos, los fracasos, las inconsistencias ni las hipocres¨ªas que acompa?an en la pr¨¢ctica a las decisiones tomadas en un mundo complicado. Pero s¨ª significa que lo mejor del esp¨ªritu humano, lo que, a lo largo de la historia, ha hecho progresar a la humanidad, es tambi¨¦n la mejor esperanza que tiene nuestro futuro.
Tony Blair es primer ministro del Reino Unido. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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