El desparramo latinoamericano
Una y otra vez, para castigo de nuestros lectores, hemos explicado que el machac¨®n retint¨ªn de la "ola de izquierda" en Am¨¦rica Latina ten¨ªa poco de ola, era bastante menos de izquierda de lo que se pensaba y que no cab¨ªa esperar ning¨²n mapa coloreado de subido rojo. Tras la reciente Cumbre Uni¨®n Europea-Am¨¦rica Latina celebrada en Viena, adem¨¢s de que ello ha quedado en claro, infortunadamente se ha podido comprobar que nuestra regi¨®n est¨¢ m¨¢s desintegrada que nunca, cruzada por conflictos entre quienes, por su presunta afinidad ideol¨®gica, se supon¨ªa que iban a configurar verdaderos ejes de integraci¨®n, incluso enfrentados a Washington.
Para empezar digamos que los dos grandes procesos de integraci¨®n, la Comunidad Andina y el Mercosur, se han mostrado m¨¢s d¨¦biles que nunca. En el primero Venezuela aparece en retirada, con el presidente Ch¨¢vez afirmando que sus intereses est¨¢n en el Sur, al tiempo que se pelea amargamente con Per¨² por firmar ¨¦ste un Tratado de Libre Comercio con EE UU, igual al suscrito por Colombia y al que tramita Ecuador. Por su parte, Mercosur muestra a Argentina y Uruguay enfrentados como no ocurr¨ªa hace m¨¢s de medio siglo, por la instalaci¨®n de dos plantas de celulosa en el r¨ªo Uruguay; Uruguay y Paraguay reivindicando inequ¨ªvocamente su derecho a asumir asociaciones unilaterales de comercio fuera del Mercosur y, para completarla, el Brasil airado con el asociado Bolivia que, al nacionalizar el gas, la ha emprendido violentamente contra Petrobras, la gran empresa estatal brasile?a, a la que no ha vacilado en calificar de "ilegal" y "contrabandista". La imagen de la reina del Carnaval de Gualeguaych¨², en biquini de lentejuelas, paseando su generosa humanidad con un cartel de protesta en el conflicto rioplatense, delante de la asombrada mirada de los presidentes europeos y latinoamericanos, define con expresividad el momento: vivimos tiempos con un toque carnavalesco.
Mirando el conjunto, la idea geopol¨ªtica de Suram¨¦rica, concebida en los sofisticados laboratorios diplom¨¢ticos brasile?os, herederos de la tradici¨®n luso-brit¨¢nica, se ha ido desvaneciendo. El prop¨®sito muy obvio era que Brasil se presentara ante el mundo como l¨ªder suramericano, dejando a M¨¦xico de lado para empujar su imagen de satelizaci¨®n a EE UU. Ha quedado en claro en Viena que M¨¦xico es m¨¢s af¨ªn a Colombia y Chile que Venezuela y Bolivia al resto. M¨¢s all¨¢ de las particularidades de cada caso, esto era de esperar por la sencilla raz¨®n de que no existe una identidad "suramericana", sustitutiva de la hist¨®ricamente asentada de "Latinoam¨¦rica", que es un concepto pol¨ªtico y cultural, basado en la tradici¨®n ib¨¦rica, en la comunidad de lengua y de idiosincrasia. Suram¨¦rica es una entidad geogr¨¢fica, reconocible para un planteo de infraestructuras (r¨ªos, puentes, carreteras, puertos) pero carece de apelaci¨®n como factor de identidad com¨²n. Es m¨¢s, pensando en t¨¦rminos de latinidad (o hispanidad), M¨¦xico emerge como la mayor fuerza de nuestra cultura en la frontera con el mundo anglosaj¨®n, y lo es tanto en lo social, con su enorme emigraci¨®n hacia el Norte, como en el plano del pensamiento, donde sus escritores han sido los que m¨¢s y mejor han recorrido el tema.
La tal "ola", que a nuestro juicio nunca lleg¨® a serlo, ahora ha quedado en evidencia. ?Qui¨¦n puede comparar el moderado gobierno de un Chile moderno y comercialmente abierto con el populismo verborr¨¢gico de Venezuela, que cultiva diaria y torrencialmente la ret¨®rica antiimperialista de los a?os sesenta? ?Que la doctora Bachelet es socialista? Por cierto, de un socialismo hoy centradamente social-democr¨¢tico, que adem¨¢s no gobierna solo sino en una coalici¨®n con la hist¨®rica Democracia Cristiana, con la que han ganado ya cuatro elecciones seguidas. ?Que Lula y el PT representan la tradicional izquierda brasile?a? No hay duda, pero quien gobierna es una coalici¨®n en que ellos se integran a las fuerzas de centro y derecha m¨¢s proverbiales del Norte y el Noreste del pa¨ªs, cada d¨ªa m¨¢s decisivas a medida que el tiempo pasa y el Gobierno sufre m¨¢s desgastes.
El Eje Bol¨ªvar, del que hablaba el presidente Ch¨¢vez y que comenzando en Venezuela terminar¨ªa en Tierra del Fuego, hoy luce reducido a ¨¦l mismo y Bolivia, donde ha conseguido influir sobre el presidente Evo Morales para propiciar una nacionalizaci¨®n de hidrocarburos que le ha dejado enfrentado a Brasil y Argentina. Esa influencia de Ch¨¢vez ha merecido incluso expresos reproches de los dos grandes del Mercosur cuando incluso ha intentado apoyar la construcci¨®n de un ut¨®pico gasoducto entre Bolivia y Uruguay, que pasando por Paraguay y Brasil, elud¨ªa expresamente Argentina.
Mientras tanto, siguen avanzando los acuerdos de Libre Comercio con EE UU, que adem¨¢s de Colombia y Per¨² ahora se han planteado, expresamente, para Uruguay. Hasta hace un mes el presidente uruguayo negaba esa posibilidad. Hoy la promueve, luego de una decisiva entrevista con el presidente Bush en la Casa Blanca donde el l¨ªder socialista de nuestro pa¨ªs ha enterrado -felizmente- una simplista tradici¨®n antinorteamericana que su partido cultivaba desde siempre.
El panorama, como se advierte, tiene mucho de desconcertante. Los actores giran como en un calidoscopio, dibujando figuras sorpresivas. No faltan las teor¨ªas conspirativas que imaginan un plan de Washington detr¨¢s de todo, pero la verdad es que la diplomacia norteamericana, bien poco lucida en los ¨²ltimos a?os, s¨®lo se ha alimentado de los platos servidos que le han brindado estos actos de inmadurez de nuestros Estados. De todo lo cual resulta que si alguien imagin¨® alguna vez un hemisferio aglutinado en torno a un pensamiento de izquierda, hoy apreciar¨¢ su error. Lo que s¨ª es verdad es que el populismo venezolano, oxigenado por sus petrod¨®lares, se ha transformado en un factor disruptivo de vastas proporciones, con un presidente movedizo, que alterna semana a semana visitas a Cuba con alg¨²n otro pa¨ªs en que desciende de su avi¨®n como los Reyes Magos con una bolsa cargada de regalos. A ¨¦l se a?ade una Bolivia que reivindicando m¨¢s justicia en la negociaci¨®n de sus hidrocarburos -reclamo plenamente justificado- se desliza hacia las viejas ideas de las nacionalizaciones y las reformas agrarias, ensayadas en ese pa¨ªs desde hace medio siglo. A partir de all¨ª, se navega en un mar de zargazos en que la proclamada solidaridad ideol¨®gica ha cedido paso a la desintegraci¨®n.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti es ex presidente de Uruguay (1985-1990-1995-2000).
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