?Yahv¨¦ contra Cristo?
Al doblar la ¨²ltima p¨¢gina de este apasionante libro, al lector, por motivos que veremos, le viene a la memoria el atinado aviso del escritor medieval Godofredo de Estrasburgo: "El venerado Cristo gira como bander¨ªn al viento, se pliega como vulgar pa?o. Consiente que hagan con ¨¦l cuanto quieran y a todo se doblega... ?l es siempre lo que t¨² quieres que sea".
Harold Bloom es, ante todo, un excelente cr¨ªtico literario. Pero, adem¨¢s, es cr¨ªtico de casi todo. A su presidente lo llama "Francisco Franco Bush", "Duce fascista" y otras lindezas. En la esfera de lo religioso, Bloom se etiqueta a s¨ª mismo como "un jud¨ªo gn¨®stico", bastante cr¨ªtico con el juda¨ªsmo. Llega a escribir que los jud¨ªos, al contar con una poblaci¨®n tan reducida, "podr¨ªan acabar desapareciendo por completo en dos generaciones, tres como mucho". En realidad, Bloom es m¨¢s un estudioso del juda¨ªsmo que un creyente jud¨ªo. M¨¢s que su religi¨®n, el juda¨ªsmo es su cultura. Una encomiable honestidad le lleva a recomendar cautela ante lo que escribe, ya que es "un cr¨ªtico literario dividido entre la herencia judaica y una desaz¨®n gn¨®stica ante Dios". Desaz¨®n que, en la ¨²ltima p¨¢gina del libro, se traduce en necesidad o "ansia" de trascendencia. Sin ella nos convertimos en "simples mecanismos de entrop¨ªa".
JES?S Y YAHV?, LOS NOMBRES DIVINOS
Harold Bloom
Traducci¨®n de Dami¨¢n
Alou Ramis
Taurus. Madrid, 2006
248 p¨¢ginas. 21 euros
Pero es en la tesis fundamental del libro donde la cautela se hace m¨¢s necesaria. El prop¨®sito de Harold Bloom es "sugerir" (se agradece la modestia del verbo) que "Jes¨²s, Jesucristo y Yahv¨¦ son tres personajes totalmente incompatibles". A partir de aqu¨ª se hace inevitable pensar en la cita del bueno de Godofredo de Estrasburgo. Bloom da rienda suelta a su imaginaci¨®n creativa y nos obsequia con asertos como ¨¦stos: Yahv¨¦ es "un moralista enloquecido"; Pablo es "un chalado obsesivo"; Jesucristo es "un laberinto teol¨®gico", y Jes¨²s un maestro de acertijos, enigmas e iron¨ªas, de quien Bloom espera que tuviera el "buen juicio de huir de la ejecuci¨®n".
Estamos, sin duda, ante afirmaciones tan antiguas como gratuitas. Pero ser¨ªa injusto recurrir a ellas para desacreditar todo el libro. La exageraci¨®n incontrolada s¨®lo se hace presente de tarde en tarde y afecta m¨¢s a los cap¨ªtulos dedicados al cristianismo que a los que analizan el juda¨ªsmo. El caudal informativo de Bloom es muy desigual. Perduran en ¨¦l los conocimientos del juda¨ªsmo ortodoxo recibidos en la infancia. En cambio, se tiene la impresi¨®n de que nunca se asom¨® en profundidad a la ex¨¦gesis de los textos cristianos y mucho menos a su interpretaci¨®n teol¨®gica.
A pesar de sus muchos problemas con Yahv¨¦, Harold Bloom escribe, pues, desde el juda¨ªsmo. Cabr¨ªa incluso afirmar que ¨¦ste vence en toda regla al cristianismo. En efecto: seg¨²n Bloom, el Nuevo Testamento cristiano es "una poderosa lectura err¨®nea de la Biblia hebrea"; Jes¨²s fue "el m¨¢s grande de los genios jud¨ªos", pero su esplendor le viene ¨²nicamente de su acendrado juda¨ªsmo. Por eso no se dirigi¨®, como Pablo, a los gentiles. Su horizonte era exclusivamente jud¨ªo. De ah¨ª que superara a los fariseos en el cumplimiento de la ley. Sin embargo, el di¨¢logo cristiano-jud¨ªo es, seg¨²n Bloom, "una farsa". El simple aire de familia monote¨ªsta no parece base suficiente para sentarse a hablar. Al tercer gran monote¨ªsmo, al islam, hay pocas alusiones. Una de ellas, poco afortunada: "Si Yahv¨¦ es un hombre de guerra, Al¨¢ es un terrorista suicida". ?Es imprescindible proyectar en Yahv¨¦ y en Al¨¢ la conducta de algunos de sus seguidores?
Por lo dem¨¢s, Bloom no percibe que la fidelidad de Jes¨²s a la ley fue decididamente cr¨ªtica; tan cr¨ªtica que le condujo a un amargo conflicto con sus representantes. Un conflicto que, finalmente, desencaden¨® los acontecimientos del Viernes Santo.Es comprensible el intento de Bloom y del juda¨ªsmo por recuperar la figura de Jes¨²s; pero no deber¨ªa hacerse a costa de negar la "desviaci¨®n" cristiana del Nazareno. La historia debe ser narrada siempre con la mayor fidelidad posible. Y la gran narraci¨®n cristiana no refleja incompatibilidad entre Jes¨²s, Cristo y Yahv¨¦. El Dios de Jes¨²s es Yahv¨¦. Es a ¨¦l a quien llama familiarmente abba, padre. Jes¨²s nunca habr¨ªa aceptado una comprensi¨®n aut¨®noma que lo desligara de Yahv¨¦. Y Cristo no es, como quiere Bloom, "un Dios teol¨®gico", sino el t¨ªtulo que los seguidores de Jes¨²s terminaron otorg¨¢ndole al experimentar que de ¨¦l proced¨ªa la salvaci¨®n. Cristo significa, en efecto, Salvador. Es, por supuesto, una historia lo suficientemente desorbitada como para que, ante ella, se dividan los esp¨ªritus; pero no deber¨ªa ser desfigurada arbitrariamente. Arbitrariedad que, en el caso de Bloom, es compatible con brillantez literaria, originalidad, gran erudici¨®n y una extra?a fascinaci¨®n que impide dejar la lectura a medias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.