El fantasma de las bandas
Un fantasma recorre Espa?a: el fantasma de las bandas. Sonoros nombres de Latin Kings, ?etas, Mara Salvatrucha y muchas otras etiquetas evocan ciertos demonios populares y otros tantos miedos sociales. Supuestos c¨®digos secretos, territorios en disputa, cruentos ritos, actividades criminales y redes tentaculares por doquier. Un fantasma que viene del otro lado del Atl¨¢ntico y se expande provocando reacciones en cadena y alimentando sospechas racionales (y leyendas urbanas). Sospechas y leyendas que justifican coberturas medi¨¢ticas, p¨¢nicos morales e incluso reformas legislativas.
Tras el fantasma de las bandas, una presencia ignorada: la de miles de muchachos y muchachas de origen latinoamericano, llegados a Europa desde fines de los a?os 90 (gracias a diversos procesos de reagrupaci¨®n familiar), (des)terrados de sus lugares de origen en uno de los momentos m¨¢s cr¨ªticos de sus vidas (la siempre dif¨ªcil transici¨®n a la vida adulta), (a)terrizados en sociedades de acogida que no hab¨ªan previsto su llegada y enfrentados a adultos (padres, vecinos, educadores, etc) (a)terrados ante su incapacidad de comprender el fen¨®meno. Tras esta presencia inquietante, un espectro: el de nuevas formas de sociabilidad que cruzan las fronteras geogr¨¢ficas para reconstruir identidades globales que aqu¨ª seguimos confundiendo con bandas tradicionales de delincuentes.
Lo que denominamos "bandas latinas" es resultado de una compleja historia en la que se mezclan al menos cuatro tradiciones subculturales: la norteamericana de los "gangs latinos", la latinoamericana de las "pandillas" y "naciones" juveniles, la transnacional de las "tribus urbanas", y la virtual de las "comunidades digitales". Estas agrupaciones surgieron en los Estados Unidos en el periodo de posguerra, como refugio indentitario de j¨®venes cuyos padres o abuelos fueron migrantes, lo que se tradujo en el modelo de la banda territorial, cohesionada y b¨¢sicamente masculina. Desde los a?os 80, se experiment¨® una evoluci¨®n hacia formas de organizaci¨®n m¨¢s complejas, mixtas y desterritorializadas: grupos como los Latin Kings y los ?etas toman una direcci¨®n m¨¢s pol¨ªtica, centrada en la reivindicaci¨®n de la identidad latina y la condena de la brutalidad policial. En los 90 estas agrupaciones se difunden por diversos paises latinoamericanos, confluyendo con el modelo de la pandilla, forma tradicional de sociabilidad juvenil en el espacio p¨²blico. A partir del 2000 tambi¨¦n llegan a Europa, acompa?ando nuevos procesos migratorios de naturaleza transcontinental.
En Espa?a, las "bandas latinas" aparecen en la escena p¨²blica a fines de 2003, a ra¨ªz de la muerte de un joven colombiano en un instituto de Barcelona. Pero es sobre todo la emisi¨®n de determinados reportajes televisivos lo que da carta de naturaleza al fen¨®meno: el fantasma viaja de los informativos a los reality shows e incluso a las series de ficci¨®n; en el camino reaparece como espectro (pero tambi¨¦n como presencia real, cual profec¨ªa autocumplida).
Mientras algunas "bandas" reproducen este modelo desviante, otras inician un proceso de visibilizaci¨®n y reforma desde su interior. En Barcelona, kings y ?etas debaten la propuesta de legalizarse como asociaciones juveniles, con el apoyo de algunas instituciones (el municipio, el Consejo de la Juventud, el Defensor del Menor, la Comisi¨®n de Derechos Humanos y algunos acad¨¦micos). El proceso empieza a tener consecuencias positivas en otras ciudades, como G¨¦nova, Guayaquil, Nueva York e incluso Madrid (donde sectores de la Administraci¨®n y de los j¨®venes se muestran dispuestos a dialogar). Los medios empiezan a dar informaciones menos sesgadas, que dan cuenta de la transformaci¨®n de las "bandas" en "organizaciones juveniles". Y empiezan a referirse a un "modelo Barcelona" para abordar el reto de las "segundas generaciones".
Acaba de entrar en el Parlamento espa?ol el proyecto de reforma de la Ley de Responsabilidad Penal del Menor. Seg¨²n la exposici¨®n de motivos "la reforma ha querido ofrecer una respuesta eficaz a un nuevo fen¨®meno sumamente preocupante: la integraci¨®n de menores en bandas y grupos organizados dedicados a cometer delitos". Para ello, se introduce una nueva figura delictiva -"delitos graves o actuando en banda, organizaci¨®n o asociaci¨®n"- que puede castigarse con penas entre 3 y 6 a?os de internamiento.
Ante ello cabe preguntarse: ?Por qu¨¦ se califica de "nuevo" un fen¨®meno -las bandas juveniles- que existe en Espa?a desde hace d¨¦cadas? ?C¨®mo se distinguir¨¢ una banda de lo que no lo es? ?Se aplicar¨¢ la norma -utilizada en Centroam¨¦rica contra las maras- de tomar los tatuajes o la est¨¦tica como pruebas de cargo? ?C¨®mo se evitar¨¢ que la medida afecte s¨®lo a ciertos grupos? ?A los j¨®venes espa?oles de clase media que cometan actos il¨ªcitos en grupo tambi¨¦n se les aplicar¨¢ el mismo agravante de actuar en banda? ?Qu¨¦ suceder¨¢ con los colectivos que han decidido abandonar la clandestinidad y legalizarse como asociaciones juveniles?
Como acad¨¦micos que venimos investigando en el tema en los ¨²ltimos a?os (en Espa?a, Ecuador e Italia), es nuestro deber manifestar nuestra preocupaci¨®n por el proyecto de reforma legislativa (que nos consta comparten profesionales del ¨¢mbito de la justicia juvenil, la seguridad y el trabajo social, as¨ª como entidades latinoamericanas). Si sale adelante tal como est¨¢ planteada, es probable que tenga efectos contrarios a los perseguidos.
Como ya ha sucedido con anterioridad en Estados Unidos, Centroam¨¦rica y Ecuador, la criminalizaci¨®n de las pandillas no s¨®lo no acaba con ellas sino que las convierte en algo end¨¦mico y refuerza a las aut¨¦nticas bandas, aquellos grupos criminales (a menudo liderados por adultos y con oscuras conexiones con el poder). No hay datos que permitan afirmar que la situaci¨®n es tan alarmante como se plantea, m¨¢s all¨¢ de ciertos p¨¢nicos medi¨¢ticos y alg¨²n caso grave pero aislado. Aunque es probable que alg¨²n l¨ªder haya abusado de su posici¨®n y se hayan cometido delitos, la mayor¨ªa de j¨®venes que pertenecen a estas organizaciones de la calle no son delincuentes. Criminalizarlos s¨®lo puede comportar el regreso a la clandestinidad y el alimento de rencores sociales que, como sucedi¨® en Francia, pueden acabar explotando en el futuro.
No dudamos de las buenas intenciones de los responsables pol¨ªticos que han impulsado estas reformas, pero es nuestro deber alertar sobre las consecuencias que las mismas pueden tener si en el tr¨¢mite parlamentario no se modifican. Pues la ¨²nica manera de hacer frente a los espectros es no magnificarlos y poder combatir los miedos que los alimentan, para de este modo seguir la senda que va del fantasma de las bandas (latinas) a la realidad de los j¨®venes (latinoamericanos).
Carles Feixa es profesor en la Universitat de Lleida, autor de De j¨®venes, bandas y tribus; Mauro Cerbino es profesor en FLACSO-Ecuador y autor de J¨®venes en la calle, y Luca Palmas es profesor en la Universidad de G¨¦nova. Suscribe este art¨ªculo Luis Barrios, profesor de Psicolog¨ªa en la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
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