Escritores
Los desvar¨ªos intelectuales de algunos escritores afloran de tanto en tanto, y ¨²ltimamente por partida doble. En Alemania se ha armado un peque?o alboroto porque le han dado un premio a Peter Handke, a quien en Par¨ªs acababan de darle con la puerta de un teatro en las narices por sus simpat¨ªas manifiestas por el difunto y siniestro Milosevic. Ahora la cuesti¨®n est¨¢ en determinar si las adhesiones personales han de interferir o no en el reconocimiento de los m¨¦ritos literarios.
Desde siempre, la sociedad exige determinadas normas de comportamiento a personas que ocupan una posici¨®n emblem¨¢tica. Pero los criterios de aplicaci¨®n de esta norma no son coherentes. A un profesional distinguido se le pide que haga bien su trabajo; en su vida privada o con sus ideas nadie se mete. Un deportista puede pensar cualquier cosa, o ninguna, pero ha de guardar una conducta intachable en lo del alcohol, el fumar y las drogas para no dar un ejemplo pernicioso a la juventud, aunque la mayor¨ªa de aficionados al deporte son hombres talludos, de copa y puro. En cambio, a los roqueros, que est¨¢n muy pr¨®ximos a los adolescentes, se les presume y jalea el consumo y el abuso de sustancias t¨®xicas. Luego los chicos los imitan y la palman.
Los escritores, como los roqueros, no han de ser un modelo de continencia. Al contrario: un escritor morigerado infunde sospecha. Un novelista cabal ha de beber en exceso y ser un poco golfo. En cambio, sus opiniones sobre asuntos sociales, pol¨ªticos o ¨¦ticos cuentan mucho porque para la gente los escritores son un referente moral. No deber¨ªa serlo, porque su funci¨®n no consiste en proponer pautas de conducta, sino en crear espacios coherentes de ficci¨®n que se puedan extrapolar a la imaginaci¨®n del lector. Si hacen esto, es natural que unos sean buenas personas, otros malas, todos inconsecuentes, porque abarcan todos los rincones del ser y del pensar. Pero la dimensi¨®n did¨¢ctica est¨¢ ah¨ª y, contra eso, nada se puede hacer.
De modo que yo no veo mal que un jurado premie la obra aunque repruebe las opiniones del autor. Pero lo contrario tampoco me parece mal. Tambi¨¦n los jurados literarios y los directores de teatro representan sectores de la sociedad y posturas divergentes. Y que la funci¨®n no pare.
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