El hist¨®rico fracaso de Benedicto XVI en Auschwitz
Algunos momentos concretos ofrecen a los pol¨ªticos y los l¨ªderes religiosos las condiciones para dejar grabados gestos o pronunciamientos simb¨®licos en la conciencia hist¨®rica. En 1970, en una ceremonia de conmemoraci¨®n, el canciller alem¨¢n, Willy Brandt, se postr¨® espont¨¢neamente de rodillas, claramente invadido por la emoci¨®n y el arrepentimiento (a pesar de que ¨¦l hab¨ªa sido enemigo del nazismo), ante el monumento a la revuelta del gueto de Varsovia. Juan Pablo II, el primer Papa que visit¨® la sinagoga de Roma, en 1986, se dirigi¨® a los jud¨ªos all¨ª congregados en t¨¦rminos humildes e inolvidables, como "nuestros hermanos mayores".
El papa Benedicto XVI dispuso de un momento as¨ª el domingo 28 de mayo en Auschwitz. En estos tiempos en los que el presidente de Ir¨¢n y otros est¨¢n volviendo a negar la existencia del Holocausto, la visita de Benedicto, contemplada por todo el mundo, tuvo importancia hist¨®rica y pol¨ªtica. Este Papa alem¨¢n confirmaba con su presencia y sus palabras la falsedad y la mentira que representa negar el Holocausto. Llegaba, dijo, para cumplir "un deber con la verdad y la justicia debida a todos los que aqu¨ª sufrieron". Sin embargo, lo que tuvo de bueno su vista a Auschwitz qued¨® anulado por el discurso que pronunci¨®, que no mostr¨® nada parecido ni a la sincera emoci¨®n de Brandt ni a la humildad de Juan Pablo, y que se apart¨® escandalosamente de lo que el propio Benedicto XVI ha llamado su obligaci¨®n de decir la verdad. Por el contrario, el Papa emborron¨® la interpretaci¨®n hist¨®rica, eludi¨® la responsabilidad moral y rehuy¨® el deber pol¨ªtico.
Benedicto exoner¨® injustamente a los alemanes de su responsabilidad en el Holocausto y atribuy¨® la culpa exclusivamente a "una banda de criminales" que "usaron y abusaron" del pueblo alem¨¢n, enga?ado y presionado, como "instrumento" de destrucci¨®n. Lo cierto es que los alemanes, en general, apoyaron la persecuci¨®n de los jud¨ªos, y muchos de los cientos de miles que la llevaron a cabo eran ciudadanos corrientes que actuaban de buen grado. No se puede atribuir la culpa del Holocausto, por completo o incluso principalmente, a una "banda criminal". Ning¨²n especialista alem¨¢n, ning¨²n pol¨ªtico alem¨¢n, se atrever¨ªa hoy a proponer el relato mitol¨®gico que hace Benedicto XVI del pasado.
El Papa s¨ª dijo que "los gobernantes del Tercer Reich quer¨ªan aplastar a todo el pueblo jud¨ªo". Pero luego convirti¨® el Holocausto en un ataque fundamentalmente dirigido no contra los jud¨ªos sino contra el cristianismo, al afirmar, sin raz¨®n, que el motivo por el que los nazis deseaban matar a los jud¨ªos era, en definitiva, "arrancar la ra¨ªz esencial de la fe cristiana", es decir, que lo que les movi¨® a matar jud¨ªos fue que el juda¨ªsmo era la religi¨®n de la que proced¨ªa el cristianismo. Como sabe cualquier historiador e incluso cualquiera que se moleste en estudiar un poco -y como los historiadores de la Iglesia suelen esforzarse en subrayar-, los criminales alemanes consideraban que los jud¨ªos eran una "raza" mal¨¦vola y poderosa, una "raza", no un grupo religioso. Su deseo de aniquilar a los jud¨ªos no ten¨ªa nada que ver con el anticristianismo.
El hecho de que Benedicto XVI no dijera que los alemanes asesinaban jud¨ªos porque los odiaban encaja en su incapacidad general de afrontar la importancia hist¨®rica del Holocausto en el asesinato de masas alem¨¢n. Esta omisi¨®n rige su discurso de forma sutil y no tan sutil, como en su intenci¨®n de no llamar al crimen ni Holocausto ni Shoah (Shoah lo incluy¨® en el ¨²ltimo momento, cuando ya hab¨ªa repartido el texto), y en el dato de que la menci¨®n expl¨ªcita de la matanza de jud¨ªos ocupase menos de 200 palabras en un discurso de casi 2.300, muchas de ellas dedicadas a la mencionada cristianizaci¨®n del Holocausto. Por supuesto, est¨¢ muy bien reconocer y recordar que los alemanes asesinaron a otros pueblos, pero de los 1,1 millones de v¨ªctimas de Auschwitz, un mill¨®n fueron jud¨ªos. Y fue una f¨¢brica de muerte dise?ada espec¨ªficamente para los jud¨ªos. Por el discurso de Benedicto XVI, nadie podr¨ªa saber ese dato tan fundamental. Adem¨¢s, la manipulaci¨®n hist¨®rica de Benedicto XVI para cristianizar el Holocausto es un esc¨¢ndalo moral porque oculta la realidad m¨¢s inquietante sobre el papel de la Iglesia cat¨®lica en este asunto: en toda Europa, las iglesias respaldaron de forma t¨¢cita y activa la persecuci¨®n de los jud¨ªos. El papa P¨ªo XII, los obispos alemanes, los obispos franceses, los jefes de la Iglesia polaca y otros: muchos l¨ªderes eclesi¨¢sticos, movidos por el antisemitismo, apoyaron o reclamaron la persecuci¨®n de los jud¨ªos (aunque no su matanza). Algunos, como los dirigentes eslovacos y los sacerdotes croatas, llegaron a participar personalmente en los propios asesinatos de masas. Benedicto XVI elimin¨® y ocult¨® toda relaci¨®n entre la Iglesia cat¨®lica, el cristianismo y el Holocausto, un retroceso importante respecto a la postura que hab¨ªan adoptado anteriormente Juan Pablo II y muchas iglesias cat¨®licas europeas. Por asombroso que parezca, Benedicto XVI entr¨® en Auschwitz, cementerio de un mill¨®n de jud¨ªos, y no mencion¨® ni una sola vez el motor fundamental del Holocausto: el antisemitismo. Ni mucho menos el antisemitismo hist¨®rico del cristianismo, que durante siglos fue omnipresente en Europa y que culmin¨® en el nazismo y el Holocausto. Independientemente de las diferencias entre el antisemitismo nazi y el caldo de cultivo antisemita del cristianismo, es el v¨ªnculo hist¨®rico y moral ineludible entre la Iglesia, los nazis y Auschwitz. Desde el Vaticano II, en 1965, la Iglesia ha condenado en¨¦rgicamente el antisemitismo y lo ha calificado de pecado. Y, sin embargo, Benedicto XVI, s¨ªmbolo pol¨ªtico y moral para un mundo expectante, permaneci¨® despreocupadamente callado en Auschwitz en un momento en el que el peligro del antisemitismo est¨¢ resurgiendo, sin pronunciar una sola palabra en su contra y sin recordar a la humanidad lo que ese mal hab¨ªa engendrado all¨ª: una f¨¢brica de muerte. Al final, Benedicto XVI se pregunt¨® d¨®nde estaba Dios. Una pregunta de cl¨¦rigo. Pero la pregunta que brill¨® por su ausencia fue d¨®nde estaba la Iglesia. Al apelar a los misterios de Dios, el Papa ocult¨® incluso uno de los aspectos de la conducta de la Iglesia y P¨ªo XII de los que m¨¢s se ha hablado siempre: por qu¨¦ no dijeron nada. Por qu¨¦ no hicieron algo m¨¢s para ayudar a los jud¨ªos. Semejante evasiva no es la mejor forma de que un dirigente moral asuma su responsabilidad, ni mucho menos de cumplir con la obligaci¨®n moral de la Iglesia del arrepentimiento y la reparaci¨®n. En su breve papado, Benedicto XVI ha dado grandes muestras de buena voluntad para mejorar la actitud de la Iglesia respecto a los jud¨ªos de hoy. Pero al disimular el pasado -al exculpar a los criminales alemanes y a la Iglesia, al universalizar el Holocausto y al quitar importancia a su motivaci¨®n puramente antijud¨ªa- ofrece al mundo una imagen que contrasta desfavorablemente con la de Juan Pablo II, que, en ocasiones similares, habl¨® con franqueza y humildad y en el esp¨ªritu de una Iglesia dedicada a hacer reparaciones, y que se esforz¨® especialmente en advertir al mundo sobre los males del antisemitismo. Benedicto XVI ha dado un paso atr¨¢s en lo que la Iglesia cat¨®lica hab¨ªa asumido en los a?os anteriores a su pasado: la necesidad de reconocer su papel en la propagaci¨®n del antisemitismo y la persecuci¨®n de los jud¨ªos; que muchos cat¨®licos, empujados por ese antisemitismo de la Iglesia, intervinieron en la persecuci¨®n y matanza de los jud¨ªos; que la Iglesia deber¨ªa haber hecho mucho m¨¢s para ayudar al pueblo agredido. Y, sobre todo, que la Iglesia, como dec¨ªa la declaraci¨®n de los obispos franceses en 1997, debe confesar su 'pecado' y pronunciar 'palabras de arrepentimiento'. S¨®lo entonces tendr¨¢ derecho Benedicto XVI a pedir la reconciliaci¨®n a las v¨ªctimas.
Daniel Jonah Goldhagen es autor de Los verdugos voluntarios de Hitler: los alemanes corrientes y el Holocausto (Taurus) y de La Iglesia cat¨®lica y el Holocausto: una deuda pendiente (Taurus). Se puede leer su obra en www.goldhagen.com. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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