A la luz de Rossini

El Festival Mozart de A Coru?a decidi¨® este a?o de las conmemoraciones no programar ni una sola obra del salzburgu¨¦s y fijarse m¨¢s bien en su irradiaci¨®n y en su sombra. La idea inclu¨ªa la recuperaci¨®n de una ¨®pera espa?ola del siglo XIX, Il dissoluto punito, de Ram¨®n Carnicer, estrenada en Barcelona en 1822 y hasta hoy pr¨¢cticamente olvidada. Ese disoluto castigado es, ciertamente, Don Giovanni, Don Juan, pero lo que se advierte tras la m¨²sica de su autor no es precisamente la sombra de Mozart -citas aparte-, sino la rutilante presencia de Rossini.

?Val¨ªa la pena esta recuperaci¨®n, verdadero estreno en tiempos modernos de una ¨®pera cuya acci¨®n y cuyo desarrollo musical son, al fin, tan previsibles? A la vista del resultado, no cabe la menor duda de que s¨ª.

La propuesta esc¨¦nica de Damiano Micheletto es casi taimadamente inteligente. Se separa de cualquier referencia que pueda hacernos pensar en las andanzas del libertino en versi¨®n Da Ponte y adapta su idea como un guante a las escenas de Carnicer; menos, m¨¢s largas y no de la misma intensidad que su gran modelo. Empezamos en una cocina y terminamos en una morgue, con lo cual la carne, en sus distintas presentaciones, es la reina de esta tragedia. Hay una palabra que a este cr¨ªtico se le apareci¨® sin querer cuando la estatua del Comendador no es tal sino su cuerpo en la sala del dep¨®sito de cad¨¢veres: fiambre. El Comendador, transfigurado en una suerte de cocinero mayor, es, al fin y al mismo tiempo, eso. List¨ªsimo este Micheletto, incluyendo detalles menores, pero que remiten a otras lecturas del mito.

Al mando de la m¨²sica estaba Alberto Zedda, es decir, el mejor en estos menesteres. El maestro italiano sac¨® petr¨®leo de lo escrito por Carnicer, acompa?¨® estupendamente en las arias y los d¨²os, y llev¨® en volandas a todo el mundo en los concertantes. Cont¨®, adem¨¢s, con un muy buen equipo de cantantes, encabezado por dos magn¨ªficos protagonistas, el Don Giovanni del tenor Dimitri Korchak -una voz belcantista de la mejor escuela- y la Do?a Anna de la soprano Annamaria Dell'Oste, una coloratura brillante. Formidable el Leporello de Jos¨¦ Juli¨¢n Frontal, dominando un papel que le encaja como anillo al dedo, y muy bien el Comendador de Wojtek Gierlach, que hubo de aguantar un buen rato sin acabar de morirse, lo que quiz¨¢ le exigi¨® demasiado a sus cualidades como actor. Cumplieron con aseo Juan Luque Carmona, como un Don Ottavio tan bobo como en Mozart, y Enrica Fabbri, en la vapuleada Do?a Elvira.