Falsas aguas mansas
A finales de este mes, el British Film Institute estrenar¨¢ una nueva copia restaurada de Rebeca, de Alfred Hitchcock, basada en la novela del mismo t¨ªtulo de Daphne du Maurier (de quien tambi¨¦n son La posada de Jamaica y Los p¨¢jaros). Rebeca fue escrita por Du Maurier en 1938 -cuando la autora ten¨ªa 31 a?os y contaba con una apacible belleza y una tumultuosa bisexualidad-, y rodada por Hitch al a?o siguiente, en un mundo que se dispon¨ªa a entrar en guerra. Nada hay, ni en el libro ni en la pel¨ªcula, que relacione la historia con los tiempos turbulentos que entonces se viv¨ªan, y nada existe hoy, casi 70 a?os despu¨¦s, que la sit¨²e como reflejo imprescindible de su ¨¦poca.
Su gran m¨¦rito, aparte de su belleza art¨ªstica, es, en cierto modo, el mismo que adorna la personalidad de Du Maurier. La morbidez que anida bajo las tranquilas aguas. Del, a menudo, oscuro mundo del deseo femenino, de su inconsciente; de nuestras desconcertantes rendiciones, y del triunfo final de nuestra voluntad, por retorcidos que sean los caminos que a ella nos conducen. Rebeca constituy¨® un ¨¦xito extraordinario, y fue tomada por un monumento de la narrativa rom¨¢ntico-g¨®tica. Pero, ?es Rebeca un relato rom¨¢ntico o, por el contrario, la otra vuelta de tuerca de una historia de Cenicienta en donde todos los personajes -y tambi¨¦n o, sobre todo, las espectadoras- albergan los abyectos sentimientos del lobo?
Un relato que empieza con la imperecedera frase "Anoche so?¨¦ que volv¨ª a Manderley", a cargo de la protagonista, la segunda esposa sin nombre, la narradora. Nosotras pondr¨ªamos "Anoche volv¨ª a disfrutar con Rebeca, y volvi¨® a ejercer sobre m¨ª su extra?a magia". S¨ª, volvemos a disfrutar con la historia de una joven e indefensa hu¨¦rfana, dama de compa?¨ªa de una mujer impertinente, de vacaciones en Montecarlo, que es rescatada de la pobreza de su destino por un atractivo arist¨®crata que le dobla la edad y se la lleva a Inglaterra, a Cornwall, para que sea la "se?ora de Manderley". S¨®lo que ya hubo una se?ora antes: Rebeca, cuya huella perdura como una herida sobre todo lo que toc¨® o mir¨®, y cuya antigua doncella, claramente enamorada de su ama muerta, har¨¢ lo imposible para convertir la vida de la nueva, la otra, en un infierno.
Ahora bien. No es esa ama de llaves, la se?ora Danvers -magn¨ªficamente diab¨®lica- lo m¨¢s terror¨ªfico de Rebeca, sino, en mi opini¨®n, lo que a las espectadoras sigue sin parec¨¦rnoslo. La secuencia en que la muchacha, habiendo accedido a casarse con el arist¨®crata y sentada a su lado mientras ¨¦l desayuna, recibe sus instrucciones: "S¨ªrveme el caf¨¦ con leche y az¨²car. A partir de ahora ser¨¢ siempre as¨ª, igual que el t¨¦". ?Por qu¨¦ no nos puso los pelos de punta semejante panorama? Hay otras frases, en la pel¨ªcula como en la novela: "?Qu¨¦ has estado haciendo?", le pregunta ¨¦l al regresar a Manderley una noche. "He estado pensando". "?Y para qu¨¦ quieres t¨² pensar?".
Y luego est¨¢ el sexo. ?Tiene relaciones sexuales el se?or De Winter con su segunda esposa? Habitaciones separadas, besitos en las mejillas o en la frente, la constante inseguridad de ella frente al recuerdo de Rebeca. Hasta aqu¨ª, el masoquismo femenino: un perfecto cat¨¢logo.
Pero de pronto el argumento cambia. Se descubre que Rebeca no era la esposa perfecta, sino su contraria: alguien que hac¨ªa lo que le sal¨ªa en gana, que seduc¨ªa por igual a hombres y mujeres, alguien a quien De Winter odiaba, pero a la que no pod¨ªa rechazar para no armar un esc¨¢ndalo social ni exponerse al desprestigio. Alguien a quien ese arist¨®crata impecable mat¨® cuando ella le anunci¨® que estaba embarazada de otro. Y en ese momento, la c¨¢ndida y sencilla se?ora Sin Nombre no ve ante s¨ª a un asesino, sino a un d¨¦bil que est¨¢ en sus manos, que Nunca am¨® a Rebeca. Y siente lo que no hab¨ªa experimentado nunca: el poder de su amor, el poder del secreto que ahora comparten.
Y entonces, tras un final completamente amoral para la ¨¦poca, son felices, comen perdices y, quiz¨¢, se aburren como ostras? Porque es cierto que nunca hubo nadie como Rebeca. Una historia inmortal.
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