M¨ªtica
Sobre un terreno de pinos y monte bajo, que previamente fue quemado por una mano an¨®nima, se levant¨® en los altos de Benidorm el parque de Terra M¨ªtica, hoy en suspensi¨®n de pagos. El d¨ªa en que pas¨¦ por all¨ª, estaba Cleopatra a pleno sol d¨¢ndose tinte al pelo con una palangana y a su lado cuatro centuriones con faldillas de lat¨®n, coraza y penacho jugaban al tute teniendo a sus pies las lanzas cubiertas de polvo. Muchos figurantes de este emporio de cart¨®n piedra andaban de ac¨¢ para all¨¢, unos bostezando, otros rasc¨¢ndose la tripa, sin otra cosa que hacer sino esperar un autob¨²s de turistas que nunca llegaba. "Eh, m¨ªster, ?ser¨ªa tan amable de darme fuego?", me pregunt¨® una momia que, al parecer, trabajaba en la Pir¨¢mide del Terror. Su cuerpo iba forrado de l¨¢tex simulando vendas podridas, pero llevaba la m¨¢scara bajo el brazo y por el cariz de su rostro pude colegir que se trataba de un huertano de esta tierra acostumbrado a escardar cebollino. Me pase¨¦ tranquilamente por las calles de la antigua Roma, de Grecia y de Egipto sin que ning¨²n esclavo me agrediera, pese a que alguno me confundi¨® con un tipo de la empresa. A la sombra del Coliseo se celebraba una asamblea de odaliscas, de pretorianos, de griegos ensabanados entre una caterva de nativos de Iberia con taparrabos de palmas, todos en el paro. Un tribuno de la plebe, con cl¨¢mide y las pantorrillas liadas, gritaba: "?D¨®nde est¨¢ el dinero? ?Qui¨¦n se ha llevado de Terra M¨ªtica la pasta gansa?". Ante las soflamas de este l¨ªder de masas, unos elevaban blasfemias al cielo, otros enarbolaban las picas, otros se limitaban a devorar los bocadillos que repart¨ªa una chica, que se hac¨ªa llamar la reina de Saba. El parque de Terra M¨ªtica estaba en ese punto en que comenzaban a crecer cardos hasta la rodilla en el interior de los templos y palacios del fara¨®n, y en una charca flotaban cocodrilos panza arriba bajo un sol inmisericorde. Por la carretera que sube a estas lomas abrasadas se vio llegar un autob¨²s a una hora imprevista y desde la muralla un vig¨ªa anunci¨® la visita tocando un pito. Todos a sus puestos, grit¨®, pero ning¨²n figurante obedeci¨®. Cleopatra sigui¨® d¨¢ndose tinte, los centuriones continuaron con la partida de cartas y la momia se fumaba un puro canturreando por lo bajo unas peteneras sin importarle nada de cuanto pasaba en el mundo. Los gritos del tribuno contra los ladrones de Terra M¨ªtica se los llevaba la brisa hacia Benidorm y el grupo de turistas se paseaba por en medio de este tinglado sin entender nada.
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