Jaque al d¨®lar
El presidente iran¨ª, Ahmadineyad, anunci¨® a mediados de mayo que Ir¨¢n denominar¨ªa sus exportaciones de petr¨®leo y gas en euros. La agencia oficial de noticias a?adi¨® la semana pasada que en julio comenzar¨¢ a montarse, por fases, una bolsa de petr¨®leo en Teher¨¢n para competir con las de Nueva York y Londres. No es la primera vez que Ir¨¢n (que importa un 40% de su gasolina y gas¨®leo por su falta de capacidad de refino, y que ha convertido gran parte de sus reservas al euro) amaga con dar tales pasos que van directamente contra los intereses vitales de Estados Unidos. Puede ser parte de la t¨¢ctica inversa de palos y zanahorias de los iran¨ªes frente a unos Estados Unidos cuyo tal¨®n de Aquiles, saben, es el d¨®lar. Seg¨²n un analista citado en la prensa especializada, es "el equivalente financiero de un ataque nuclear".
Hasta ahora s¨®lo en noviembre de 2000, el Irak de Sadam Husein se atrevi¨® a poner todo su petr¨®leo en euros. Pese a los vaticinios, con la ca¨ªda del d¨®lar, acab¨® ganando dinero. Tras la invasi¨®n americana, en junio de 2003, el petr¨®leo iraqu¨ª volvi¨® a cotizarse en d¨®lares. Algunos desde el sector de analistas m¨¢s radicales, como William Clark, han cre¨ªdo ver en ello una raz¨®n central para "la primera guerra por la divisa del petr¨®leo", antes de por el crudo en s¨ª.
El caso es que las voces para pasar al menos una parte del petr¨®leo y el gas a euros van creciendo. En la reciente cumbre de la OPEP en Caracas, Ch¨¢vez volvi¨® sobre este tema, al considerar que "la dictadura del d¨®lar es parte de la dictadura internacional del imperio" (no mencion¨® la desastrosa gesti¨®n de los petr¨®leos venezolanos, cuya producci¨®n ha ca¨ªdo y obligado a Venezuela, seg¨²n Financial Times, a comprar hasta fin de a?o 100.000 barriles diarios a Rusia para honrar los compromisos adquiridos con terceros). Tambi¨¦n los noruegos, buenos aliados de Estados Unidos en la OTAN, desean crear su bolsa y pasar su gas y petr¨®leo al euro. No los brit¨¢nicos, pues los intereses financieros de la City est¨¢n, en esto, a¨²n con el d¨®lar. Putin quiere impulsar el rublo en sus ventas energ¨¦ticas, y empiezan a crecer las demandas para, al menos, fijar los precios seg¨²n una cesta de divisas, como hizo China cuando la revaluaci¨®n del yuan.
?ste puede ser un ejercicio de pol¨ªtica ficci¨®n, pero sirve para poner de relieve algunos problemas del sistema financiero internacional. Para empezar, la cotizaci¨®n en euros no tendr¨ªa por qu¨¦ llevar a un aumento del precio del barril en t¨¦rminos reales, sino que, al tratarse de una moneda fuerte en estos momentos, quiz¨¢s podr¨ªa ocurrir lo contrario: que no hubiera subido o suba tanto. Si todo el mercado de petr¨®leo (y de gas natural) se pasara al euro, la demanda de moneda europea (para la que f¨ªsicamente no habr¨ªa suficiente y para lo que no est¨¢ preparado el Banco Central Europeo) ser¨ªa tan brutal como la ca¨ªda de la cotizaci¨®n del d¨®lar, que se vendr¨ªa abajo como moneda de reserva. Encarecer¨ªa las exportaciones europeas fuera de la eurozona.
Se producir¨ªa una carrera para convertir las reservas nacionales a euros. Un 65% de las reservas de divisas de los bancos centrales del mundo est¨¢ en d¨®lares. La decisi¨®n no ya de invertir, sino de equilibrar esta situaci¨®n, llevar¨ªa a una ca¨ªda de la moneda y a la venta masiva de bonos del tesoro americano, que est¨¢n principalmente en manos asi¨¢ticas, especialmente de China y Jap¨®n. Como han indicado diversos economistas, la situaci¨®n actual, simplificando, lleva a los chinos a prestar dinero a los americanos para que ¨¦stos compren esencialmente productos chinos, o, como lo puso otro analista, a que "EE UU produzca d¨®lares y el resto del mundo cosas que se pueden comprar con d¨®lares". El resultado es un endeudamiento p¨²blico y privado excesivo, pero que Estados Unidos logra mantener al beneficiarse de poseer la ¨²nica moneda mundial. Pero el impacto inmediato ser¨ªa una quiebra del sistema y un aumento notable de las hipotecas y los pr¨¦stamos al consumo para las familias americanas, o para las empresas. Estados Unidos tratar¨ªa de evitarlo. aortega@elpais.es
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