Necesitamos un fanfarr¨®n
Un portero serio, nueve que se r¨ªen y un fanfarr¨®n: ¨¦sa es, sin ninguna duda, la mezcla que hace falta para ganar una Copa del Mundo. O sea, que, si queremos evitar que los peri¨®dicos de dentro de unos d¨ªas lleven, como de costumbre, una foto de Ra¨²l mirando al suelo y un titular que incluya la palabra "decepci¨®n", a nuestros jugadores no hay que trabajarles las piernas, sino la cabeza.
Para empezar, Iker Casillas es fant¨¢stico, pero no es Ir¨ªbar -aquel genio que entraba a los partidos con cara de funeral y dejaba la porter¨ªa del tama?o de un ata¨²d- y suele v¨¦rsele de un buen humor muy peligroso; as¨ª que, por lo que m¨¢s quieran, logren a cualquier precio que se ponga taciturno, est¨¦ templado y no le alteren los nervios, entre otras cosas, esos chistes enemigos que ya se cuentan por ah¨ª sobre nosotros, el ¨²ltimo consistente en parafrasear la famosa sentencia de Gary Lineker seg¨²n la cual "el f¨²tbol es un deporte que juegan 11 contra 11 y en el que al final siempre gana Alemania", s¨®lo que cambiando "Alemania" por "Espa?a" y "gana" por "pierde". Que Casillas se ponga sombr¨ªo nos puede dar muchas alegr¨ªas.
Que nueve de los otros diez jugadores se r¨ªan es m¨¢s dif¨ªcil. Porque el problema de Espa?a es que esta gente se toma el f¨²tbol de un modo algo melodram¨¢tico, como si en vez de un juego fuese una ¨®pera. ?nimo, muchachos; sac¨²danse el agua negra de la tristeza y f¨ªjense en los brasile?os, que van a los encuentros bailando samba y, una vez en el campo, se tronchan hasta cuando fallan. Porque, si no lo consiguen, va a pasar lo de costumbre: que se bloquean y hacen lo f¨¢cil muy complicado y lo dif¨ªcil imposible. Venga, chicos, tom¨¢oslo menos en serio y estad tranquilos, sobre todo los delanteros. Recordad lo que dec¨ªa Bill Shankly, aquel legendario entrenador del Liverpool: "Si est¨¢s en el ¨¢rea y no sabes qu¨¦ hacer con la pelota, m¨¦tela en la porter¨ªa y ya discutiremos las otras opciones m¨¢s tarde."
Pero lo que m¨¢s necesita nuestro equipo es un fanfarr¨®n, alguien que le contagie a sus compa?eros optimismo y un punto de desverg¨¹enza; un arrogante modelo Romario, George Best o Alcides Ghiggia, aquel extremo que alardeaba de entrenarse gan¨¢ndole carreras a sus galgos y que tras marcar el gol con que Uruguay le quit¨® a Brasil, a domicilio, la final de 1950, declar¨®: "?Qu¨¦ c¨®mo me siento? Imag¨ªnense: el Papa, Frank Sinatra y yo somos los ¨²nicos que conseguimos que Maracan¨¢ se quedara en silencio con 200.000 personas adentro". Adelante, chicos, si¨¦ntanse sobrados mejor que tensos, quiten esa cara de cobrador del frac con la que salen a las ruedas de prensa y apuesten por su n¨²mero; no sean tan respetuosos con los rivales y h¨¢ganse temer, que si pierden, siempre podr¨¢n decir lo que dijo el seleccionador ingl¨¦s Bobby Robson, despu¨¦s de que su equipo las pasara japonesas para vencer a Camer¨²n, en el Mundial de 1990: "No los subestimamos, lo que ocurre es que son mucho mejores de lo que cre¨ªamos". Por mi parte, me ofrezco a abrir la puerta de la jactancia: a Ucrania nos la vamos a merendar hoy mismo, y de ah¨ª hacia delante, todo cuesta abajo, Espa?a, Espa?a, r¨¢, r¨¢, r¨¢
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