El sur situado al norte
Siendo de Elche siempre he sabido d¨®nde empezaba el norte: por Albacete, una provincia en la que no era raro sufrir ventiscas de nieve siguiendo la misma carretera que unos kil¨®metros antes, a la altura de Elda por ejemplo, luc¨ªa soleada. Luego llegu¨¦ a Madrid, como quien dice, y me instal¨¦ en un norte relativo, que pude a?os m¨¢s tarde comparar con el verdadero septentri¨®n de la Gran Breta?a. Pero aqu¨ª regres¨¦ y aqu¨ª sigo, al norte de mi sur y, para mayor inri, viviendo en un barrio n¨®rdico de la capital.
Y de repente descubro que Madrid tambi¨¦n tiene unos bajos sure?os. No estoy hablando del subsuelo, ese no-lugar de nuestra ciudad donde, al menor descuido de una pala, se hacen hallazgos arqueol¨®gicos con motivo de las obras de la M-30. Un d¨ªa encuentran una villa romana bajo La Riviera (la discoteca, no la Costa Azul), y al siguiente aparecen en la Casa de Campo f¨®siles de un rinoceronte sin cuerno y un anquiterium o caballito de tres dedos; ninguno de los dos est¨¢ registrado en el Manual de zoolog¨ªa fant¨¢stica de Borges. Yo me refiero a un descubrimiento sin excavaci¨®n ni casco: el de la nueva visibilidad de seis Ayuntamientos del sur de Madrid, Fuenlabrada, Getafe, Legan¨¦s, M¨®stoles, Parla y Alcorc¨®n, que se han unido en la formaci¨®n de un Instituto de Cultura del Sur y se est¨¢n moviendo en todas direcciones, incluidos el Este y el Oeste.
Y de repente descubro que Madrid tambi¨¦n tiene unos bajos sure?os. Y no estoy hablando del subsuelo
La semana pasada, dentro de las actividades paralelas de la Feria del Libro, este instituto organiz¨® una jornada entera de presentaci¨®n en sociedad. Hubo de todo: desde un simposio seriamente intelectual moderado humor¨ªsticamente por El Gran Wyoming hasta unos coristas infantiles.
Y un manifiesto, apoyado por diversas personalidades pol¨ªticas e intelectuales, para lanzar una campa?a internacional de declaraci¨®n de ciudades antigueto, en el que, entre otras formulaciones de principio, se expresa un "no" a las normas legales de segregaci¨®n que s¨®lo han ayudado a la creaci¨®n de tribus urbanas aisladas, y un gran s¨ª "a la plena integraci¨®n del otro". Mestizaje social y diversidad cultural como instrumentos de lucha frente al racismo y la xenofobia son conceptos manejados tambi¨¦n por los firmantes del manifiesto. "El otro soy yo", afirman, con todas las letras en may¨²scula y negrita.
?Es Madrid una ciudad con guetos? Yo conozco al menos dos, el gueto gay de Chueca, y el ecuatoriano del barrio de La Guindalera. En el primero, los homosexuales y las lesbianas han tomado pac¨ªficamente sus calles, tienen all¨ª sus tiendas y sus bares de diversos ambientes o gustos, y las parejas del mismo sexo van cogidas de la mano o se besan en p¨²blico, una gestualidad que m¨¢s all¨¢ de Alonso Mart¨ªnez, en cuanto se enfila un poco el norte, muchos se sienten obligados a dejar de hacer.
La Peque?a Quito en torno a la calle de Cartagena, tambi¨¦n poblada de peruanos y colombianos, tiene un castellano dulce y numerosas familias numerosas, si bien en este caso sus miembros cruzan calles, plazas y avenidas sin cortapisa expresiva.
Todos estamos, por supuesto, contra la segregaci¨®n, como nuestros amigos del cintur¨®n sur de Madrid, pero hay que recordar que no siempre un gueto es un lugar de reclusi¨®n o castigo. Los jud¨ªos sufrieron como ning¨²n otro pueblo la ignominia del gueto (el t¨¦rmino se cre¨® para ellos en Venecia), los palestinos los sufren en su tierra, los hay en la periferia de Par¨ªs y en ciudades del norte de Inglaterra, pero recordemos que a veces la concentraci¨®n humana de un grupo peculiar en un espacio restringido crea un tejido protector y no excluyente. M¨¢s que un gueto, un nido.
La sociolog¨ªa tiene mucho que decir (y ha dicho bastante) sobre la relatividad universal de los conceptos de sur y norte; en cualquier norte, incluso en el ?rtico, hay una zona sur, y los bereberes del Atlas marroqu¨ª ven a sus hermanos del Rif como gente norte?a.
Pero yo, que nac¨ª en un oasis de palmeras africanas situado, con todo, al norte de Murcia, siempre he tenido, y perdonen lo caluroso de la expresi¨®n, una sentimentalidad sure?a.
Algo irracional e inefable, como so?ador es el hermoso objetivo que se marca este Instituto de Cultura del Sur madrile?o para fomentar en sus municipios la nueva rebeld¨ªa del mestizaje y la integraci¨®n: "La pr¨®xima causa rom¨¢ntica" del siglo XXI.
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