Paradigma Eurasmus
Hasta que Francia retome alg¨²n rumbo, y eso no suceder¨¢ antes de las presidenciales del a?o pr¨®ximo, la Constituci¨®n Europea seguir¨¢ en el limbo, por m¨¢s que una mayor¨ªa de pa¨ªses la haya ya ratificado. Y en consecuencia el horizonte de la propia Uni¨®n seguir¨¢ entre par¨¦ntesis.
Por eso, y porque el Reino Unido milita por una larga pausa, no cabe esperar demasiado de la cumbre que finaliza hoy.
Pero los l¨ªderes de la UE disponen de otra posibilidad para aprovechar el tiempo. La de fraguar una mutaci¨®n del paradigma fundacional de la Uni¨®n; un cambio de chip, que coloque a la ciudadan¨ªa encima del Estado, igual que el Renacimiento reemplaz¨® a la divinidad por el Hombre como epicentro pol¨ªtico.
Es una operaci¨®n dif¨ªcil. Requiere la percepci¨®n de que los datos del empe?o han cambiado tras el medio siglo transcurrido. Y un grado de ambici¨®n de los dirigentes que se echa en falta.
En efecto, las prioridades de la UE siguen hoy cansinamente centradas en tres estrategias: aplicar la agenda de Lisboa; desarrollar los pilares intergubernamentales de Maastricht (pol¨ªtica exterior y espacio de libertad, justicia y seguridad), y avanzar en la uni¨®n econ¨®mica y monetaria.
Las tres son necesarias, pero insuficientes. La agenda de Lisboa-2000 es m¨¢s un cat¨¢logo de buenas intenciones que un programa articulado y activado por las instituciones comunitarias, a diferencia de los grandes proyectos del pasado: las ralas 21 p¨¢ginas del Libro Verde sobre el mercado energ¨¦tico sonrojan frente a los densos trabajos preparatorios del euro, o del mercado interior.
La pol¨ªtica exterior ha quedado debilitada por la divisi¨®n de los Gobiernos ante conflictos como el de Irak. Y tambi¨¦n limitada por la par¨¢lisis del nuevo Tratado Constitucional, que dimensionaba mejor la figura e instrumentos del Alto Representante, convirti¨¦ndolo en ministro de Asuntos Exteriores: queda fiada al buen hacer de su actual titular. El espacio de libertad y seguridad registra avances (euroorden, Europol), pero no un impulso para aproximar legislaciones civiles y penales; adem¨¢s, enfatiza la seguridad en detrimento de la ampliaci¨®n de las libertades. Y la uni¨®n econ¨®mica y monetaria se desarrolla vegetativamente, baste recordar el f¨®rceps con que se alumbr¨® la t¨ªmida armonizaci¨®n fiscal sobre el ahorro.
Son estrategias aquejadas de una "ley de rendimientos decrecientes", porque vienen marcadas por el mero intergubernamentalismo. O, en el mejor de los casos, se articulan sobre la comunitarizaci¨®n de los intereses de los Estados miembros. Es decir, sobre el viejo paradigma de la construcci¨®n europea: los Estados. ?Justo cuando resulta obvio que el Estado-naci¨®n ha quedado hist¨®ricamente obsoleto, aunque siga constituyendo ¨¢mbito emotivo de identificaci¨®n ciudadana! El ¨¦xito de la UE, que ha absorbido competencias cl¨¢sicas del mismo (moneda, aduanas, e, indiciariamente, defensa y diplomacia), y la globalizaci¨®n, que ha convertido en peque?o al Estado para los asuntos grandes, y en excesivo para los problemas de proximidad, evidencian que el artefacto Estado es cosa del pasado. Aunque los Estados sigan ocupando los grandes titulares, son meros fantasmas de s¨ª mismos, de lo que deber¨ªan tomar nota tanto los nacionalismos-de-Estado como los nacionalismos aspirantes a fabricarse uno.
Europa ha cambiado. La ampliaci¨®n al Este, que est¨¢ resultando un ¨¦xito econ¨®mico, incorpora a la Uni¨®n serios obst¨¢culos para su articulaci¨®n interna: desde la lenta adaptaci¨®n del imaginario colectivo a lo que es la nueva UE, hasta los desajustes institucionales, que no han podido ser todav¨ªa abordados a causa del impasse constitucional (generalizaci¨®n del voto por mayor¨ªa en lugar de por unanimidad). Cualquiera que sea la lectura de los referendos negativos a ese texto, habr¨¢ que reconocer que la UE atraviesa en muchos pa¨ªses un periodo de desapego ciudadano, cuando no de recelo.
De modo que hay que imprimir un nuevo ritmo a la construcci¨®n europea, recuperando la ilusi¨®n popular y el prestigio y legitimidad de la idea europea. Para ello hay que revisitar creativamente los or¨ªgenes. Los padres fundadores trabaron una malla de intereses comunes, fraguaron un contrato: entre los Estados miembros. Pero entonces el Estado era la ¨²nica fuente de legitimaci¨®n de la Comunidad. Ahora ya no es as¨ª. Coexiste, al menos, con una legitimaci¨®n directa, por la v¨ªa de la apelaci¨®n a la ciudadan¨ªa, como consagra el propio texto de la Constituci¨®n, al subrayar que la UE es una uni¨®n de Estados y ciudadanos.
S¨®lo cabe un nuevo ritmo si se cambia el paradigma fundacional: Europa debe pasar de ser s¨®lo un contrato entre Estados a uncontrato, sobre todo, con y entre los ciudadanos. No se trata de "acercar" o "aproximar" a los ciudadanos a la labor que desarrollan las instituciones -esa desde?osa y desp¨®tica ret¨®rica que Gobiernos e instituciones vienen empleando desde la declaraci¨®n de Laeken de 2001, mera propaganda tecnocr¨¢tica-, sino de colocarlos en su v¨¦rtice.
Para lograrlo, basta diseccionar los mejores avances registrados hasta ahora, incluso bajo el viejo paradigma: la libertad de pasaporte que consagr¨® el acuerdo de Schengen; la dens¨ªsima red de contactos surgida con los programas Erasmus y Leonardo; los beneficios econ¨®micos y la conciencia de pertenencia que proporciona el euro; o las posibilidades reales democr¨¢tico/electorales de la "ciudadan¨ªa europea"... De genealog¨ªa intergubernamental o comunitaria, poco importa, esos proyectos comparten un hilo conductor: conectan con las preocupaciones e intereses de la ciudadan¨ªa. Esa conexi¨®n fue la que permiti¨® superar los atascos institucionales a los que todos ellos se enfrentaron en su nacimiento.
El nuevo paradigma debiera plasmarse en una gran idea fuerza. Europa ha sido capaz de movilizar cuando ha dispuesto de ellas, sea la "Europa sin fronteras" del mercado interior, o la moneda ¨²nica. ?Cu¨¢l puede ser ahora la que tome el relevo? Resulta dudoso que lo sea la agenda de Lisboa, por deshilachada. O la Europa de la pol¨ªtica exterior y la defensa para irradiar la paz, porque muchos consideran que ¨¦sta es ya un bien irreversiblemente adquirido. O la del espacio judicial y policial ¨²nico, porque desgraciadamente se lee m¨¢s como la de la seguridad que como la de la ampliaci¨®n de las libertades: ah¨ª est¨¢ el retraso del Estatuto del Residente Permanente, que debe igualar la situaci¨®n en los distintos pa¨ªses de nuestros millones de inmigrantes legales; o la Carta de Derechos Fundamentales, que sestea dentro de la Constituci¨®n por culpa de los referendos negativos.
Un contrato de nuevo cu?o debe convertir los intereses inmediatos de los ciudadanos, no de las econom¨ªas ni de los Gobiernos, en el eje vertebrador de la acci¨®n de las instituciones comunitarias, en alma de sus pol¨ªticas, en clave de b¨®veda de las legislaturas y calendarios y en baremo examinador de sus resultados. Debe interconectar ciudadanos, particularmente los j¨®venes.
Puede sacarse a¨²n partido de la filosof¨ªa funcionalista de los fundadores, que insta a trabajar a partir de los intereses espec¨ªficos y ponerlos en com¨²n. H¨¢gase ahora con los intereses de los ciudadanos, como se hizo con los intereses de los Estados. No importa que ello se traduzca en una mir¨ªada de microproyectos. Los "peque?os pasos" que van creando una masa cr¨ªtica de "solidaridades de hecho" tambi¨¦n son v¨¢lidos, aunque se critique su dispersi¨®n. Siempre a condici¨®n de que pasos, programas y acciones cuelguen de la idea fuerza b¨¢sica, la interconexi¨®n desde la base.
Mientras se avanza hacia una hegemon¨ªa parlamentaria; o se aplican por adelantado ideas del texto constitucional por la v¨ªa de acuerdos entre los Veinticinco; o se discuten los modos que permitan a franceses y holandeses reengancharse, apl¨ªquese a cada pol¨ªtica y programa el triple cedazo de generar un beneficio directo y tangible al ciudadano; dar visibilidad a la idea de Europa, y acercar a los europeos entre s¨ª.
Para esa nueva Casa Europa el Erasmus es la referencia capital. Ha hecho m¨¢s por la explicitaci¨®n de la conciencia de identidad europea que todos los dem¨¢s programas emprendidos: desde 1987 la movilidad acad¨¦mica procurada por ¨¦l ha beneficiado a m¨¢s de dos millones de j¨®venes universitarios europeos. Su modestia pol¨ªtica, su flexibilidad institucional y su escaso coste demuestran que puede hacerse mucho m¨¢s con menos mientras en otras ocasiones se logran resultados inferiores con esfuerzos demasiado ingentes.
?Qu¨¦ pasos concretos se pueden dar? El paradigma Eurasmus supone multiplicar la dotaci¨®n del Erasmus/Leonardo, hoy financiado sobre todo por las familias con posibles. Profundizar el programa similar para la formaci¨®n profesional. Establecer cuotas de investigadores comunitarios no nacionales en los programas p¨²blicos de I+D de cada Estado. Reservar en cada Estado miembro parecidas cuotas para los funcionarios y los cooperantes de los otros pa¨ªses comunitarios en los contratos de interinaje, becas o sustituciones temporales. Acelerar la implantaci¨®n de la tarjeta sanitaria com¨²n, el DNI o el carnet de conducir. Comunitarizar los servicios consulares creando "Casas de Europa" al servicio de los ciudadanos de los Veinticinco, sin distinci¨®n, visitantes o expatriados en terceros pa¨ªses. Implementar el Estatuto del Residente Permanente, en beneficio de los inmigrantes legales, perchas de integraci¨®n para sus connacionales reci¨¦n llegados. Crear bolsas de trabajo, digitales, para toda la Uni¨®n. Priorizar la dimensi¨®n "consumidor" en las pol¨ªticas de servicios p¨²blicos, desde las tarifas de telefon¨ªa m¨®vil hasta la armonizaci¨®n de las conexiones el¨¦ctricas e inform¨¢ticas. Culminar la digitalizaci¨®n de la escuela prevista en Lisboa y completarla implantando una aut¨¦ntica cultura de la Red. Cuantas medidas refuercen un sentido de pertenencia moderna, tangible, ¨²til. Y fustiguen, as¨ª, el desapego.
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